Aquiles Salas, médico internista y director médico de la Residencia y Centro Integral de Atención al Adulto Mayor “Hogar La Ponderosa”, advirtió que las Enfermedades Cerebrovasculares (ECV), afectan el flujo de sangre en el cerebro, ocasionando un déficit de nutrientes y oxígeno lo cual generalmente produce debilidad o inmovilidad en una mitad del cuerpo o en las extremidades de un lado, así como dificultades para el habla.
“Pueden ocurrir eventos agudos, que en su mayoría son isquémicos como los ictus, en los que un coágulo bloquea o tapa un vaso sanguíneo de ese órgano”, apuntó.
“Hay otros eventos más graves, que son los hemorrágicos, en los cuales un vaso sanguíneo se rompe y sangra dentro del cerebro. Ambos tipos de ECV pueden comprometer la vida del paciente, pero muchas personas sobreviven”, manifestó.
Salas indicó que los eventos agudos como los ictus, generan un fuerte impacto para los familiares del paciente que tiene que asumir súbitamente su cuidado y en ocasiones no pueden hacerlo o no están capacitados para asumir estas tareas.
“Eso representa que tienen que hacer arreglos para atender a esa persona», dijo.
El médico explicó que las ECV llevan en la mayor parte de los casos a la dependencia, tanto en lo físico como en lo neuropsicológico o neuropsiquiátrico en especial en personas de la tercera edad.
“Sobre todo en los adultos mayores, donde ya de por sí pueden haber algunos déficits que luego se exacerban con un evento de esta magnitud”, explicó.
“Pueden exacerbar el desarrollo de déficits neurocognitivos, y posterior a esto puede ocurrir que las personas registren cambios en su memoria, en la pérdida en la capacidad de hacer cosas (por ejemplo, vestirse o bañarse), y en la orientación. Estas modificaciones pueden ser el punto de partida de algunas demencias vasculares”, dijo.
Por su parte el neurólogo, investigador y director médico de la Fundación Alzheimer de Venezuela, doctor Ciro Gaona, explicó que existen diversos factores de riesgo para las ECV.
“La hipertensión arterial, enfermedades cardiovasculares, la diabetes y la resistencia a la insulina, los trastornos de las grasas, el tabaquismo, el estrés, la obesidad, el sedentarismo, el abuso del alcohol y de otras drogas”.
“Otros factores de alto riesgo son los relacionados a la forma de afrontar las dificultades de la vida como por ejemplo, la rabia, el egoísmo, el rencor, el pesimismo, los temores, la indiferencia, la queja, el resentimiento y la culpa. Todos ellos repercuten en la salud de las arterias y, por supuesto, de nuestro cerebro”, expresó.
“Hay que destacar, que las consecuencias de la ECV no incluyen únicamente el déficit motor, sensitivo, del control de esfínteres o del lenguaje, sino que las progresivas lesiones vasculares (generalmente de pequeños vasos) se asocian con enorme frecuencia a alteraciones emotivo-afectivas, destacando la ansiedad, angustia, pánico, irritabilidad y depresión que pueden sumarse al deterioro cognitivo progresivo, lo que ocasiona mayor sobrecarga sobre el cuidador y la familia” enfatiza el neurólogo.
Gaona destacó que para prevenir las ECV es necesario hacer actividad física y cuidar los vínculos afectivos y sociales.
“Si el cerebro se aísla, se deteriora. El vínculo social positivo es el factor número uno de protección no farmacológica de ese órgano, y supera por mucho a las tareas de alta complejidad mental, sin olvidar el desarrollo espiritual incluyendo desde la fe, la oración y la meditación hasta la sonrisa y el agradecimiento”, destacó.
Redacción Maduradas con información de Ultimas Noticias
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