El temido pandillero El Negrito duerme con una pistola bajo la almohada y dice haber perdido la cuenta de la gente a la que ha matado. Pero pese a su aspecto fiero, no tarda en quejarse sobre cómo la crisis económica en Venezuela ha afectado a sus ingresos.
Disparar un arma de fuego se ha convertido en un lujo. Las balas son caras, un dólar cada una. Y ahora que circula menos efectivo en la calle, los robos ya no son tan rentables como antes.
Para el pandillero de 24 años, eso ha supuesto algo sencillo: Incluso para los delincuentes, se ha vuelto más difícil llegar a fin de mes.
“Si disparas un peine (cargador), estás disparando 15 dólares. Si botas una pistola, o los policías te la quitan, estás botando 800 dólares”, comentó El Negrito, que habló con The Associated Press bajo condición de ser identificado solo por su apodo.
En el Observatorio Venezolano de Violencia, un grupo sin fines de lucro con sede en Caracas, los expertos estiman que los homicidios han caído hasta un 20% en los últimos tres años, basándose en datos como los reportes en medios y fuentes en morgues locales.
Debido al caos, la delincuencia ha cambiado más que desaparecer. Aunque se han reducido los robos a mano armada, suben los reportes de robos y hurtos de cualquier cosa desde cables telefónicos de cobre a ganado. El narcotráfico y la minería ilegal de oro se han convertido en actividades por defecto del crimen organizado.
El Negrito lidera a un grupo de mercenarios llamados los Crazy Boys, una pandilla que forma parte de una intrincada red criminal en Petare, una de las barriadas más grandes y temidas de Latinoamérica. El líder, que aceptó una entrevista con dos compañeros en su escondite en Caracas, dijo que su grupo comete ahora unos cinco secuestros al año, mucho menos que en años anteriores.
Estos secuestros rápidos son un gran negocio. Normalmente, se captura a la víctima y se la retiene hasta 48 horas mientras sus seres queridos tratan de reunir todo el efectivo que pueden. Los captores se centran en la rapidez y en devolver rápido a la víctima, en lugar del tamaño del pago.
El rescate que fijan depende de lo que cueste el auto de la víctima, señaló El Negrito, y la operación puede acabar en muerte si no se cumplen sus términos.
Pero como muchos de sus pares, ha considerado dejar el negocio en Venezuela y emigrar. Algunas personas han dejado el mundo de la delincuencia y buscado trabajo más honrado en el extranjero, temiendo duros castigos en otros países donde hay más cumplimiento de la ley.
Un miembro que solo se identificó por su apodo, Dog, dijo que no le cuesta encontrar munición para sus armas en el mercado negro. El desafío es pagarlas en un país donde la persona media gana 6,50 dólares al mes.
“Esta pistola antes costaba un billete de estos”, dijo, arrugando un billete de 10 bolívares que ya no bastaría ni para comprar un cigarrillo. “Ahora esto no es nada”.
Redacción Maduradas con información de AP
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