El poder de la oligarquía castrense no puede desdeñarse porque tendrá un impacto irreversible para la nación. La afirmación corresponde a la abogada Rocío San Miguel, presidente de la ONG Control Ciudadano para la Seguridad, Defensa y Fuerza Armada Nacional, que sin ambages señala que “en Venezuela intentan consolidar un Estado militar”. Cree que aunque el proceso tiene sus antecedentes en la gestión presidencial de Hugo Chávez, sobre todo en el apoyo militar para el manejo de la administración pública, se ha profundizado desde la llegada de Nicolás Maduro al poder.
—¿Dónde se manifiesta el Estado militar?
—La militarización del Estado se contradice con los designios de Chávez, que de haber querido una estructura típicamente castrense hubiese dejado un heredero militar. Esta organización amenaza a la sociedad venezolana en su conjunto, al propio Partido Socialista Unido de Venezuela y a Nicolás Maduro. Engloba la designación de militares retirados en cargos de elección popular, la sentencia genuflexa del TSJ que avaló la participación política de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana, y la designación de Vladimir Padrino como orador de orden uniformado en la Asamblea. También se aprecia en el control militar sobre las empresas estatales y las corporaciones regionales, en la zona económica creada por Maduro para el manejo de empresas castrenses, en la administración del Cencoex por militares y en la importación a través de Veximca.
—¿Qué consecuencias genera la nueva organización estatal?
—Hay una deformación en el control militar sobre el Estado que se ejerce sin mecanismos de auditabilidad por los ciudadanos y del chavismo, que ve horrorizado este enorme poder económico y político que los militares están teniendo o empezando a tener en Venezuela. La estructura castrense se traslada a los ministerios, las Regiones de Desarrollo Integral y a otros organismos. Se refleja en el Frente Francisco de Miranda, en los grupos civiles armados, lo que es inconstitucional porque el control del poder de fuego corresponde a la Fuerza Armada y tiene su punto más importante en la Milicia. La dinámica de una estructura militar es a la obediencia, la disciplina y la subordinación. No maneja los criterios de la democracia, de la disidencia, ni de la oposición ni de la crítica. El gobernador de Trujillo, general Henry Rangel Silva, no cumple con el libro rojo, aspira a elegir a los candidatos directamente y tener la última palabra en las postulaciones para el congreso del PSUV y para la AN. Este estilo impacta las decisiones políticas y económicas.
—¿Quiénes componen la oligarquía militar?
—Un grupo que con un darwinismo particular supo llegar a las cumbres del poder: 25% de ellos, con ramificaciones económicas y políticas, controlan los despachos del Ejecutivo, y 52% está en las gobernaciones. Otro tanto, indeterminable, controla embajadas, empresas estatales, corporaciones estadales, las REDI y la Milicia, que otorga un poder especial a una facción del Ejército que la controla. Diosdado Cabello y Francisco Ameliach son los políticos que mejor conocen y tienen poder real sobre la FANB. Rodríguez Torres, pese a que considero saludable que haya pasado a retiro para los efectos de la dirección de Relaciones Interiores, Justicia y Paz, representa un poder en sí mismo y puede encontrar en su poca visibilidad otros factores de poder que están socavándole el que le es propio. Padrino López encarna funcionalmente el mayor poder de fuego, pero dista de liderar un grupo de poder. La ministra Carmen Meléndez encabeza la Zona Económica Militar y además fue de los privilegiados que vio a Chávez en los estertores de la muerte.
—¿El manejo militar del Estado podría incrementar la corrupción?
—Sí, aumentará la corrupción y me baso en los resultados del Plan Bolívar 2000, cuyos hechos están impunes. Los militares generan mayores temores reverenciales e inhibiciones, incluso de sus propios partidarios. Los ministerios con más recursos, como Economía, Alimentación, Transporte Acuático y Terrestre y Finanzas y Banca Pública, son manejados por militares.
—¿Cómo evalúa la concepción de ciudadanos combatientes en la Ley de Alistamiento y Conscripción Militar?
—Esa fórmula no tiene eco ni siquiera entre los propios seguidores oficialistas. La Ley de Alistamiento Militar se intentó aplicar en 2009 y 2010. Es tan ambigua que deja abierta la posibilidad de que los venezolanos elegibles puedan ser llamados para servir a la patria. Además, cubre el servicio militar obligatorio eliminado en 1999 y la obligación de dar datos a la autoridad militar más próxima. Quizás la FANB quiere ir preparando su propio registro electoral anticipado para los tiempos por venir. No hay registro militar en la Constitución, solo registro civil y registro electoral, sobre lo cual hay que hacer demasiado todavía para ser legítimo y creíble. En nombre de la unión cívico militar y de la defensa integral de la nación se ha engañado al país. Los militares no pueden estar en igualdad de condiciones que los civiles, tienen que estar al servicio del poder civil.
La única institución que tiene atribuida la defensa integral de la nación es la Fuerza Armada.
—¿La disponibilidad ante los jefes militares se prestaría para chantajes?
—La Ley de Alistamiento vulnera derechos sociales, elimina la posibilidad de que los graduandos obtengan su grado si no presentan la inscripción en el registro militar, impide la obtención de licencias de conducir, solvencias laborales. Es tan abierta que habla de otras sanciones administrativas que estarían por definirse, además de sanciones pecuniarias que van desde los 2.000 bolívares hasta los 40.000 bolívares. Es una desviación completa de una mente que insiste en enrolarnos bajo la autoridad militar en las 3.000 y tantas parroquias del país.
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