Venezuela es el hogar de, no una, sino cinco de las ciudades más peligrosas del mundo. Es el segundo país con el mayor índice de homicidios y con la delincuencia con mayores libertades. El hampa tiene las armas y hombres suficientes para significar un muy serio problema a nivel nacional, incluso son una amenaza considerable para los cuerpos policiales. La grave situación económica y social en Venezuela ha hecho de la delincuencia un estilo de vida atractivo para quienes prefieren una vida fácil (pero corta).

FOTOGRAFÍAS: LURDES R. B.
El malandro tiene una cultura propia en que la muerte es parte habitual de la vida, siendo el malandro el que envía o recibe el mortal impacto de una bala, la muerte de un “convive” es celebrada con alcohol, drogas, disparos, indecencia, intimidación y música.
Los asistentes tienen mucha rabia contenida y se les exacerba por las dosis de droga consumida durante la madrugada y parte de la mañana. Pueden atentar contra cualquier desconocido que invada su zona. Por eso hay que pedirle permiso a los jefes para ser testigo de cómo en los cerros de Caracas se celebra el dolor de perder, a tiros, a un amigo, a un hijo, a un esposo… La muerte violenta, en lugares como en el sector Las Quintas de la Cota 905, se celebra con anís, ron, cerveza, marihuana, cocaína, salsa, reggaeton, gritos, bailes y plomo; relata El Estímulo quienes presenciaron el proceso en vivo.
Vea los velorios de malandros captados en video
https://youtu.be/yzNhq9meVPE
“En los sectores populares, la muerte se convierte en algo mucho más cercano y azaroso. Todos viven con su sombra y construyen la vida en torno a ella. En estos sectores, donde la violencia convive con ellos y es parte de su día a día, la muerte no se la toman en serio… no se aprecia la vida, tampoco la muerte”, explica el sociólogo Roberto Briceño León, director del Observatorio Venezolano de la Violencia.

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En el artículo «Entierros en el barrio: la muerte como una fiesta» realizado por Sumarium se lee lo que José, el amigo del occiso en el cual se basa el reportaje dice “Así queremos nosotros a nuestros muertos. La gente rica no sabe de eso, no sabe de ‘quereres’ (sic). Nosotros sí. Así le demostramos a la muerte lo mucho que vale la persona que ahora está con ella”. El sociólogo Arturo Sosa, advierte en su artículo «El Malandro: ni héroe ni villano», publicado en la revista SIC número 557: “la expresión de fiesta que se vive en los homenajes es lo que más denota su nexo con la canalización de la muerte y por ello lo que más contrasta con los rituales tradicionales donde la relación con la muerte se torna solemnemente lastimosa. Esto no quiere decir que esa apariencia gozosa anule o sustituya completamente el dolor y la tristeza, sino que la misma calidad de sentimientos encuentra formas opuestas de manifestaciones debido a diferencias socioculturales”