Javier Sosa, chef argentino, decidió viajar al Norte de Santander en Colombia para regalar platos de comida a los inmigrantes venezolanos.
Las llamas que quemaron las donaciones que pasarían a Venezuela el 23 de febrero también se vieron en Argentina, donde la combustión hizo mella en el profundo sentir humanitario de Sosa.
“Eso me movilizó y dije: algo tengo que hacer por mis hermanos”, cuenta.
Vendió su camioneta, compró el pasaje y llegó con muy pocos dólares, que incluso invirtió en utensilios de cocina para los refugios, entre ellos, el que es su sitio predilecto: Fundar 1, a 10 minutos de la entrada a Bochalema, en la ruta de los caminantes hacia Pamplona.
“No pensé que iba a ser tan duro esto”, dice, pese a que siempre está sonriente, enérgico y cariñoso entregando abrazos por doquier.
Mientras avasalla con su calidez, coordina la mezcla de aromas y texturas en la pequeña cocina en la que comparte una decena de recetas de campaña. El diminuto espacio de cocción en la casita de guadua, arrullada por el río y rodeada de largos árboles, es una zona de unión y alivio para quienes salen de Venezuela, sin saber a dónde ni a hacer qué.
Redacción Maduradas con información de La Opinión.
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