Si en algunos ingenuos duda quedaba sobre la ominosa subordinación del TSJ (minúsculas adrede) a las conveniencias de este gobierno en fase de dilución, todo quedó despejado con los tres discursos pronunciados en el acto de apertura del año judicial el 29 de enero, expresó el presidente de la Asamblea Nacional, Henry Ramos Allup en su artículo publicado en el diario El Nuevo País.
Debo aclarar, primero, por qué no asistí, no obstante ser Presidente de la AN, el único poder autónomo nacional electo por sufragio popular abrumador: No fui formalmente invitado. Se envió a la AN una invitación genérica e innominada igual a la enviada a los parientes, adláteres y amigos de los que allí se congregaron para vitorear a coro los discursos pronunciados por el presidente Maduro, por la presidenta del tribunal y por la señora designada como oradora de orden para el evento.
Un día antes, la comisión de diputados que concurrió al TSJ a participar la instalación de la AN para el período 2016-2021, no fue recibida por ninguno de los directivos.
Ese mismo día, amigos del TSJ me informaron que en el presídium del acto del viernes 29 habría sólo dos asientos, uno para Maduro y otro para la presidenta del TSJ, y que a los demás poderes (Legislativo, CNE y Contraloría que siempre han tenido asiento protocolar en el presídium, como lo tuvieron en la AN cuando Maduro rindió su mensaje anual) tendrían que sentarse entre las barras en el puesto que hallaran a su llegada.
La pequeña humillación, venganza minúscula de mediocres, estaba dirigida contra mí más que contra el Presidente de la AN. Se trataba de sentarme “abajo” para disminuirme, mientras la dupla ejecutivo- judicial se sentaba “arriba” en señal de “superioridad”. Querían cobrarme en su casa lo que le dije en su cara al TSJ cuando Maduro rindió su informe a la AN.
Yo, tan plebeyo como los que ahora desde el poder transitorio tienen ínfulas de grandeza pero pronto encararán la verdadera justicia cuando sane de sus actuales gangrenas, no caí en la emboscada. Sabía que en los sucesivos discursos, en unos de manera expresa y en otros en el lenguaje oblicuo de los arrastrados, me maltratarían sin derecho a réplica. Defectos tendré, pero bolsa no soy.
Maduro, cuyas ofensas me enaltecen, me calificó de Herodes y lamentó mi ausencia, pues, de haber estado presente, según él, me habría enterado de unos tales principios proclamados por las voceras de un poder que en vez de enjuiciar debería sentarse en el banquillo. Razón tuvo en elogiar los discursos de las señoras, puesto que debía gratificar a uno de los dos soportes que aún lo medio sostienen: el otro es el alto mando militar.
La triple proclama discursiva ratificó que burocracia judicial mata voto popular; que el TSJ es un superpoder que puede violar impunemente (por ahora) la Constitución sin que nadie contraríe sus desafueros y sin que ninguno de sus perpetradores deba responder por sus tropelías; que declararán inconstitucional todas las decisiones de la AN; que la sala (anti) constitucional puede aplastar las decisiones de las otras salas que al caso valen menos que cero; que seguirán sentenciando a más y peor sólo lo que convenga al ejecutivo y que no cejarán en su propósito de impedir que la AN electa por el voto popular cumpla autónomamente sus funciones; que seguirán administrando “Justicia” mediante una red de jueces provisorios que conservarán sus cargos siempre y cuando sentencien conforme a las órdenes de la superioridad, no importa que operen en la práctica como reductos de la más descarada corrupción.
Con información de El Cooperante / El Nuevo País.