Ronald Prado, es un médico que viajó más de 30 horas para para retornar a su país de origen a los colombianos que estaban en Wuhan, China, donde han muerto casi 3.000 personas por el coronavirus que encendió las alertas mundiales.
No obstante, en estos momentos se encuentra aislado en una habitación, lejos de su familia y sin contacto con otras personas, con el fin de cumplir con la cuarentena en la Villa Deportiva del Centro de Alto Rendimiento, en Bogotá, que determinará que no está contagiado con el Covid-19.
Cuatro días antes del viaje, el experimentado médico, especialista en psiquiatría y en gerencia de servicio de salud, y actual director ejecutivo de la Cruz Roja, seccional Cundinamarca y Bogotá, comenzó su preparación. Tuvo que utilizar tapabocas y acudir a jornadas para alistarse para la operación de alta exigencia.
“Mi esposa y mis hermanos expresaron temor, pero dijeron que esto es lo que siempre me ha gustado desde adolescente. Mis hijos guardaron silencio como forma de reaccionar a algo que les genera miedo, y yo trataba de explicarles que esto no era una situación de riesgo, que no era como lo pintaban”, indicó a El tiempo.
Con equipaje ligero, la tripulación inició su viaje a las 3:00 de la mañana del sábado 22 de febrero.
“De ida hacia Corea del Sur hicimos dos paradas técnicas. En los dos sitios recibimos una excelente actitud de los norteamericanos. Nos atendieron en el proceso de ingreso y salida. En Seúl, la embajada tuvo muy buena disposición”, narró.
A pesar de que se encontró al otro lado del mundo, en una nación que nunca había pisado, el especialista no tuvo ocasión de conocerlo.
“Estuvimos dos días en Corea del Sur e hicimos un acuerdo de todos de que permaneceríamos dentro del hotel para evitar cualquier riesgo de contagio, y de cualquier enfermedad que pudiera interferir en el trabajo. Fue más una preocupación para que pudiéramos estar en las condiciones óptimas. Allá lo que hicimos fue afinar todos los protocolos, repasarlos, entrenarnos y desarrollamos unas actividades de relajación y físicas. Nos reunimos todo el equipo para ver sus percepciones, sus miedos e hicimos un proceso de intervención entre todo el equipo para generar un ambiente de tranquilidad”, explicó.
Sin embargo, la operación apenas comenzaba. Esa noche partieron hacia Wuhan. “Estábamos con todo el ánimo, mucho entusiasmo y arrancamos con toda la disposición para ir por los pasajeros”.
Aunque el agotamiento ya empezaba a hacer estrago en la tripulación, al arribar a Wuhan la alegría que transmitieron los colombianos los cargó de energía para seguir.
“Muchos expresaron su alegría y sentirse más tranquilos. No era tanto por el miedo a la enfermedad, sino por el tiempo que duraron sometidos a las restricciones establecidos para evitar las transmisiones. Había personas que expresaron que habían estado encerradas hace un mes por miedo a la enfermedad. Vimos cómo expresaban su alegría, de sentirse acogidos, atendidos, de poder ya retornar”, expresó.
En ese instante conocieron que transportarían a ciudadanos de otras nacionalidades. “Lo que decidimos fue que tendríamos todas las medidas de seguridad de todos los que tuvieran contacto con ellos; pero durante el viaje nos aseguramos de que verificaran que todas las personas habían sido objeto de control, de seguimientos previo para evitar que alguien con síntomas de la enfermedad fuera a abordar el avión”.
Ronald Prado indica que lo más complejo fue realizar un viaje tan largo, y agotador, además, también estaba el cambio de horario.
En el trayecto de regreso a Colombia, los pasajeros no pudieron abandonar el avión. “Nadie podía bajar. Solo bajaba el tripulante y hacía el contacto para el tanqueo del avión. En España si hubo necesidad de que bajara parte del equipo para hacer la entrega de los pasajeros españoles”.
En el transcurso de ese tiempo, se les realizaba actividades de control y de relajación a los pasajeros. “Durante el vuelo les hacíamos dinámicas, los levantábamos para hacer ejercicio, actividades físicas, relajación y se iban turnando para que no se mezclaran”.
El médico dijo que los pasajeros se encontraban separados y en cada fila solo había una persona. “Salvo que fueran parejas que convivieran o estuvieran en contacto permanente, ellos sí permanecían juntos”, añadió.
También estuvieron en desinfección permanente. Cada vez que fueran al baño, que tocaran una superficie, que tuviesen que movilizarse en la aeronave se tenían que lavar las manos o poner desinfectante.
Al arribar a Colombia, Prado resaltó que cumplieron todo el protocolo de desembarco. “Cuando llegamos al país, como todos veníamos con los trajes, una vez que bajamos los equipajes y desinfectamos los equipajes, se bajaron los residuos y cada uno pasó por la cabina de espacio retiro de traje para hacer la desinfección y desecharlo”.
Redacción Maduradas con información de El Tiempo.
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