La crisis venezolana es más compleja de lo que siquiera imaginamos. Y es que hasta en el trabajo de los camioneros se refleja, pues estos transportistas ahora tiemblan o simplemente se niegan a llevar cargamentos de productos básicos o regulados, es decir, de aquellos que escasean en los anaqueles de los mercados y se han convertido en presa de cacería de los consumidores venezolanos.
En un mes han saqueado 12 camiones. Leche, pollo, pañales, cerveza o cauchos se han convertido en un botín y son la mercancía más temida por los choferes, que ahora deben lidiar con las turbas que vacían los contenedores. A medida que la escasez y la inflación avanzan se multiplican los saqueos. Especialistas advierten que la impunidad y el discurso de la “guerra económica” también empujan a la gente a apropiarse de lo que no consigue.
Piedras y palos tronaron contra el metal de la gandola de 25 toneladas. Las armas primitivas bastaron para abollar la carrocería del vehículo, destrozarle los vidrios y abrir el contenedor para apoderarse de su contenido. No importó que la carga estuviese escoltada por funcionarios de la Guardia Nacional Bolivariana. Más pudo el poblado de Los Guayabones –ubicado a 30 minutos de El Vigía, en el estado Mérida– que aprovechó una falla mecánica que detuvo la unidad durante horas en la carretera para saquear 760 sacos de leche en polvo el pasado 12 de julio.
La mercancía era enviada por la Corporación CASA hasta la planta de Parmalat ubicada en El Vigía. El producto salió de Puerto Cabello y al llegar a la alcabala de El Pinar, a las 6:00 am, los funcionarios de guardia detuvieron el recorrido por inconsistencias en la documentación del producto. Harswing Rodríguez, dueño de la gandola, explicó que al mediodía los funcionarios decidieron enviar el vehículo al comando rural de Los Guayabones, pero la estrechez e inclinación de la carretera causaron el fallo. La gandola se detuvo a las 2:00 pm y alrededor de las 6:00 pm comenzó el ataque del que el conductor se salvó al esconderse en una casa.
Entre los gandoleros hay una certeza: “Si te accidentas cerca de un poblado hay 99% de posibilidades de que te roben o saqueen”. A Rodríguez, además, casi le queman la gandola: “Lanzaron hasta cauchos encendidos. Si no es porque llegan los refuerzos de la guardia se hubiesen llevado toda la leche y los daños habrían sido peores”.
La gandola transportaba 1.000 sacos de leche, de 25 kilos cada uno; los saqueadores se hicieron con 76% del producto. Cuando la guardia logró contener a la multitud también retuvo la gandola, que permaneció 10 días en la Fiscalía por investigaciones.
De enero a junio de 2015 en el país ocurrieron 56 saqueos y hubo 76 intentos, de acuerdo con las estadísticas suministradas por el Observatorio Venezolano de Conflictividad Social –OVCS–. Estas cifras todavía no incluyen lo que ocurrió en el mes de julio, cuando saquearon la gandola de Rodríguez, ni los 15 detenidos por el saqueo de un galpón de Pdval en Monagas, ni el asalto a la gandola de refrescos que se volteó en Tazón o los hechos violentos ocurridos en San Félix, estado Bolívar, que dejaron un muerto y 86 detenidos. Tampoco están contabilizados en el reporte los incidentes de esta semana en que la que la crispación del saqueo y sus amenazas corrió como pólvora.
Nada más el pasado martes reportaron intentos de saqueo en el Makro de Valencia y en supermercados de Maracaibo y Guárico. Ese día también hubo una situación irregular en el Bicentenario de Palo Verde, cuando un policía nacional disparó al aire para tratar de contener a las personas que estaban en la cola e intentaban entrar al establecimiento. El miércoles saquearon en Valera un camión que transportaba cerveza y otro con alimentos. En La Guajira atacaron la sede de la alcaldía y saquearon cuatro camiones cava cuando pasaban por el puente del río Limón rumbo a Colombia, cargados de alimentos.
En medio de una marcada escasez que mantiene anaqueles vacíos y largas colas en los supermercados, los vehículos de carga pesada son vistos como un botín, explica Marco Antonio Ponce, coordinador general del OVCS. “A principios de año los intentos se enfocaban en sedes de locales comerciales o almacenes; luego cambiaron a los transportes de alimentos o insumos porque las autoridades reforzaron la seguridad de los locales, pero los camiones no tienen seguridad”, señala. Los reportes de las redes sociales indican que en el último mes ocurrieron 12 saqueos a gandolas.
Que un camión se accidente no es la única causa que lo expone a un saqueo. Las estadísticas del OVCS y representantes del gremio de transportistas de carga pesada aseguran que en algunas vías colocan obstáculos para obligarlos a detenerse. Hace dos meses a Francisco Gómez le lanzaron piedras en la carretera a oriente, los impactos rompieron las ventanas y el parabrisas, pero Gómez no se detuvo hasta que llegó a la siguiente alcabala.
Otro transportista, que prefirió no identificarse, contó que al descargar productos de higiene personal en Barcelona la gente, desesperada, se subió al vehículo y se llevó la mitad de la mercancía: “Eso ahora pasa todo el tiempo”.
Giovanni Lupi, presidente de la Cámara de Transporte del Centro, precisa que en el país hay alrededor de 30.000 vehículos de carga pesada, aunque agrega que 40% de la flota está afectada por falta de repuestos: “Como ahora hay poca carga, no se ve alterada la distribución”. Pero el desespero porque los camiones lleguen con algo, y la oportunidad que ha abierto la creciente escasez para los bachaqueros, han convertido esta actividad en un oficio de mayor riesgo.
La situación pudiera empeorar. La Cámara Venezolana de la Industria de Alimentos reportó una caída en la producción de 4,5% en 2014 y de 2,4% en los dos primeros meses de 2015. Cavidea alerta que están trabajando por debajo de su capacidad instalada porque no pueden adquirir insumos para producir, debido a que el gobierno no liquida las divisas necesarias. Las importaciones de alimentos en Venezuela no son suficientes para abastecer comercios públicos y privados y, por lo tanto, no satisfacen la demanda de la población. Tampoco hay divisas para pagarlas.
En el informe elaborado por el Observatorio Venezolano de la Salud, la Fundación Bengoa y el Centro de Investigaciones Agroalimentarias, presentado en junio ante el Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales de las Naciones Unidas, se señala que la tendencia de las importaciones agroalimentarias fue creciente entre 2011 y 2013. En ese período las importaciones pasaron de 5,13 millardos de dólares a 9,75: “Crecieron en promedio 12,3% interanual, lo que pone en evidencia la acentuación de la dependencia externa del país”. Sin embargo, el texto agrega que, de acuerdo con cálculos propios, para 2014 las importaciones se ubicaron en 9,04 millardos de dólares, “lo que representa una caída muy fuerte, debida en gran medida a la merma de los precios internacionales del petróleo”.
La escasez encabeza la principal preocupación del venezolano, seguida por la inseguridad y la inflación, según la encuesta de Venebarómetro realizada en junio. A medida que los anaqueles de los supermercados van quedando vacíos se incrementan los incidentes violentos contra camioneros y abastos.
Inseguros. Los ataques en carretera han obligado a reducir los horarios de viaje de los transportistas. Además, siempre viajan con el tanque lleno de combustible, solo se detienen en lugares donde hay presencia de la GNB y evitan descargar productos en lugares donde hay personas en cola. Pese a las precauciones, Lupi afirma que están a expensas de la gente fuera de control: “Las autoridades no actúan; si el conductor se opone, lo golpean. Por ahora podemos decir que ocurren 2 o 3 casos de saqueo al mes, este todavía no es un número alto si se considera que diariamente circulan unas 4.000 gandolas”. Sin embargo, el dueño de un transporte de carga pesada, que se reservó su nombre, asegura que este año sus unidades han sido víctimas de por lo menos 15 saqueos.
Rodríguez, después del suceso en Mérida, prefirió cambiar de rubro: “No hay autoridad que nos resguarde, estamos a la intemperie. No vale la pena trabajar en estas condiciones de inseguridad. Tengo cinco gandolas y prefiero tenerlas paradas que continuar pasando por esto”. El transportista tiene su base de operaciones en Puerto Cabello –principal puerto del país, por el que llegan 40% de las importaciones–, ahora se dedica a la venta de legumbres. Agrega que para retomar su oficio debe haber compromiso real del gobierno en cuanto al pago de los fletes y a la seguridad.
El 18 de marzo de 2015 el gobierno publicó una resolución que regula las tarifas de fletes de carga del transporte terrestre de bienes de primera necesidad o estratégicos. La decisión aparece en la Gaceta Oficial 40.623.
El documento fija las tarifas según el recorrido y tipo de carga. Los 1.400 kilómetros, ida y vuelta, que hay entre Valencia y Puerto Cabello cuestan 156.401,92 boívares; que es lo mismo que le cuesta a un transportista reparar la carrocería, los vidrios laterales y el parabrisas en caso de que lo apedreen.
El presidente de Catracentro indica que el flete puede costar lo mismo que los escoltas que en algunos casos acompañan la mercancía, lo que influye en el encarecimiento de los productos. “Por lo general se utilizaban escoltas para llevar artículos de alto valor, pero ahora todo es caro: línea blanca, artículos de higiene personal, licores, tabaco, alimentos, cauchos; pero en casos de saqueo los escoltas no pueden hacer nada”, afirma Lupi.
Los productos de la cesta básica se han convertido en artículos de lujo. Bien sea por el precio que hay que pagar por algunos de ellos o por lo que cuesta conseguirlos. La comida está en la mira. Los transportistas afirman que hay productos que les da temor trasladar. “Nadie quiere llevar leche, azúcar o café”, asevera Francisco Gómez.
La burocracia que ha impuesto el Estado para controlar toda la cadena de distribución de productos en el país también puede ser una traba en el camino. Este año, a un transportista le decomisaron uno de sus camiones durante tres meses por salirse de la ruta marcada en la guía de movilización, donde se indica la cantidad de productos y el destino de la mercancía. “Era un camión que llevaba cauchos. Íbamos a descargarlo en un almacén y nos avisaron que en los alrededores del sitio había gente con actitud violenta. Decidimos desviarnos, por temor a que nos saquearan, y entregar la mercancía en otro depósito del mismo cliente. Un vecino hizo la denuncia de que estábamos ocultando la carga y terminamos con el camión confiscado”.
Por qué se saquea. Hay condiciones del contexto actual que propician este comportamiento, explica Yorelis Acosta, psicólogo social. La especialista en conflictos políticos subraya que saquear es un delito que aparece por la situación de desabastecimiento que se ha prolongado durante años: “Al principio desaparecía un producto, pero este año la situación de escasez se ha agravado al punto de que hay casi ausencia total de algunos alimentos o insumos, a esto se suma la elevada inflación que hace que el salario se diluya”.
Las horas de cola son otro detonante, sobre todo si al lograr entrar al establecimiento la respuesta que recibe el consumidor es que se acabó el producto. Acosta asegura que esto hace que el venezolano se cargue de emociones negativas: desespero, desencanto, irritabilidad, molestia por la escasez, más la preocupación por la insuficiencia de los salarios y la posibilidad de quedarse sin comida.
“Casi todos los días observamos pequeños estallidos de violencia. Esto ocurre porque el ciudadano no cree en las leyes, las autoridades ni en las instituciones; se tiene la certeza de que la autoridad no va a actuar ni a imponer la sanción que corresponde. La impunidad es la regla y hay una baja moralidad sobre el ser venezolano, que incentiva el comportamiento para delinquir, porque saquear no es mal visto, por el contrario la gente siente que hay que aprovecharse de la situación, de la viveza”, señala Acosta.
En San Félix lo que comenzó como una protesta por las fallas en el transporte y la escasez terminó en una ola de saqueos. Cuando Jesús Miguel Hernández llegó a la parada conocida como La Económica a las 6:15 am del 31 de julio, el último autobús había pasado hacía más de una hora. 15 minutos después la siguiente unidad en llegar fue un Transbolívar –sistema de transporte estatal– cuyo conductor en lugar de cobrar los 10 bolívares que marca la tarifa quería cobrar 80. Al mismo tiempo que quienes estaban en esa cola protestaban por los abusos del transportista, en frente, en el mercado municipal de Chirica un camión descargaba pasta y arroz. “Las amenazas de saqueo comenzaron porque los comerciantes querían vender el arroz en 300 bolívares y la pasta en 600”, afirma Hernández.
Los ataques al mercado municipal tuvieron una pausa: a pocos metros pasó una gandola cargada con cereal y arroz.
“La gente se fue contra la gandola, el conductor lo único que pudo hacer fue bajarse, pedirle a la gente que no le rompiera el carro y dejarlos saquear. Cuando terminaron volvieron al mercado y rompieron las santamarías”, relata Hernández.
La mercancía saqueada, en el caso de las gandolas, por lo general corre por cuenta las compañías aseguradoras. Los daños en los vehículos son responsabilidad de las compañías de transporte.
El temor de los choferes de ir hacia los poblados rurales se justifica. La economista Sary Levy explica que la distribución de alimentos prioriza a los centros más poblados y centros urbanos, por lo tanto la escasez se evidencia más en las zonas rurales.
El informe de Conflictividad Social en Venezuela en el primer semestre de 2015 señala que en el país han ocurrido 2.836 protestas en ese período. El tercer motivo para manifestar (luego de los conflictos laborales y la falta de servicios) fue en rechazo a la escasez de alimentos, medicinas y productos de higiene, de los cuales se reportan 502 casos. A mediados de año, este número ya supera las protestas ocurridas durante todo 2014 por esta razón, que fueron 481.
“Los saqueos revelan que hay una política pública deficiente en materia de alimentación, además del desespero de la población y la impunidad”, asegura Ponce.
El reporte de 2015 del OVCS indica que “las movilizaciones de calle han disminuido a medida que crece y se consolida el mercado negro o bachaqueo de alimentos, medicinas y productos de higiene”. El coordinador general del observatorio explica que esto ocurre porque una vez que el ciudadano consigue el producto, aunque sea con sobreprecio, se inhibe de protestar. Pero Levy señala que al haber menos cantidad de productos, como ocurre ahora, disminuye también el número de personas que se pueden beneficiar de esta intermediación, al tiempo que cada vez es más notoria la disminución real del valor del salario, que lleva a una caída del consumo familiar: “El bachaquero pierde mercado porque la gente ya no tiene cómo pagar con sobreprecio”.
A finales de julio, Datanálisis registró un repunte de 2,9% de la escasez en su monitoreo semanal. El indicador, que llevaba 5 semanas con una tendencia a la baja, se ubica ahora en 16,7% en promedio. Leche en polvo, pollo, queso blanco duro, aceite de maíz y vegetal y azúcar –parte de la carga que más temen trasladar los camioneros– están en el rango de escasez significativa con un porcentaje por encima de 22%.
El saqueo redentor
Saquear rompe el orden público, es un círculo vicioso y, para algunos como el sociólogo Tulio Hernández, se trata de un hábito histórico. Hernández recuerda que en el país hubo inmensos saqueos después de la muerte de Juan Vicente Gómez y de la caída de Marcos Pérez Jiménez, especialmente en las viviendas de los afectos a esos regímenes. Luego se repitieron con las manifestaciones estudiantiles de las décadas de los setenta y ochenta, en el Caracazo y los días 12 y 13 abril, durante el golpe de Estado de 2002. Dice que hay una conducta patológica propia de una sociedad que no se expresa de forma clara en lo político, porque ha pasado por largos períodos de pasividad.
Indica que quienes practican el saqueo lo ven con una “venganza” en contra de la propiedad. “Sienten que actúan en el marco de la legalidad y que simplemente ejercen el sentido de la oportunidad, apoyados por el mito populista de que la riqueza es del Estado y el Estado es de la gente. Se considera un acto redentor: si algo escasea yo tengo el derecho de apropiarme de él”. El sociólogo señala que esta conducta ha sido promovida por el gobierno, mediante el discurso de la “guerra económica”.
“Estamos en una sociedad anómica que no tiene canales de expresión, sanción o regulación institucional. La gente se acostumbra a que todo el mundo viole las normas, y la sociedad termina confundiendo lo correcto y lo incorrecto, lo legal y lo ilegal, lo justo y lo injusto”.
Asegura que estos comportamientos ocurren cuando una sociedad vive largos períodos contenida por aparatos represivos o se siente desatendida por el gobierno: “Cuando una sociedad ha sido pasiva durante un largo período, puede terminar estallando de forma violenta. El saqueo es la expresión más salvaje, brutal y colectiva de la ausencia de normas y el descreimiento en las instituciones”.
Hernández concluye que se puede salir de este estado mediante la implementación de políticas públicas de educación ciudadana que promuevan el respeto a las normas y la resolución pacífica de conflictos.
Con información de El Nacional.