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¡DEMENCIA ROJITA! Cientos de personas se han tatuado la firma del «SUPREMO» ¿Sabes por qué?

Johanna Carrillo inclinó su cuello ante las agujas de una máquina de tatuajes, tres días después de la muerte de Hugo Chávez, el 8 de marzo de 2013. Desde entonces lleva en la nuca la firma del presidente fallecido. La célebre “rabo e’ cochino”, como solía llamarla el mandatario, aparece remarcada en su piel con finos trazos negros. Al lado izquierdo de la firma tiene una pálida rosa que Johanna nunca puede ver, sino haciendo maromas con dos espejos.

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Según el psicoanalista Fernando Yurman, los tatuajes están relacionados con antiguos registros culturales donde es absolutamente normal marcarse la piel, como pasa en las islas de Polinesia, en Nueva Zelanda, en China y en muchas tribus indígenas. Sin embargo, el especialista establece una diferencia con los tatuajes contemporáneos: “Lo primero que aparece en los tatuajes actuales es la importancia desmesurada que tiene la mirada del otro en esa persona. Ellos son para el otro, se definen a partir de lo que el otro mira, porque el tatuaje está hecho para ser exhibido. Sólo tiene sentido si es mirado por otro que pueda leer, en ese cuerpo, su identidad”.

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 Poco podía imaginarse Johanna que, 510 días después de marcarse la nuca, ayudaría a organizar una serie de actos que conmemoraron los 60 años del nacimiento de Hugo Chávez Frías con múltiples actos culturales y una jornada gratuita de tatuajes, para todo aquel que quisiera marcarse la firma del líder revolucionario.

Desde las 10 de la mañana del 30 de julio, frente a la sede del Ministerio del Poder Popular para la Educación Universitaria, dos tatuadores ocuparon unos toldos en la calle para signar a más de 40 voluntarios que hicieron cola desde muy temprano. “Decidí tatuarme porque es un comandante eterno y es algo que tenemos que llevar con nosotros, es un recuerdo de un sentimiento”, dice Norbelys Durán con los ojos llorosos después de pasar por las agujas.

30072014 Norbelys Durán, 28 años 033

 Poco después ocupó su lugar César Díaz, un fornido joven moreno quien sudaba mientras la piel le vibraba bajo las máquinas. Al enumerar las razones de su tatuaje, decía emocionado: “Chávez, para mí, ha sido un líder indiscutible no sólo en Venezuela y América Latina sino que en el mundo. Políticamente crecí con este proceso”.

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 Mark Celano, investigador de Yale University, se ha especializado en las implicaciones psicológicas de las “modificaciones visibles del cuerpo”. Ha dirigido estudios que muestran la presencia de tatuajes en adolescentes y adultos estadounidenses, en porcentajes que van del 14 al 36%, dependiendo de la zona geográfica. Lo obsesionan las motivaciones y signos de pertenencia tras la cultura de los tatuajes, piercings y todo el universo del body modification: “Estoy interesado en lo que motivar a ciertos individuos a involucrarse en estas prácticas que están estigmatizadas. También me interesan los posibles beneficios psicológicos e interpersonales que pueden obtener de estas modificaciones. En particular, investigo cómo la gente usa la modificación del cuerpo para documentar eventos importantes de sus vidas, la estructura de sus identidades sociales, y superar las difíciles experiencias pasadas”.

Yurman coincide con parte de la visión de Celano, y añade: “Lo primero que uno advierte es que hay un déficit identificatorio, la persona no tiene suficiente referencias internas para saber sobre sí mismo, para leerse como son y lo que les pasa, por lo cambiante que puede haber en sus vidas. Usan el exterior para afirmarse. En el caso de la intencionalidad, tiene mucho que ver con que la política actual no tiene argumentación, está basada en afirmaciones ideológicas identificatorias, pero no existe un ordenamiento lógico discursivo. El cuerpo que es lo más íntimo y enigmático para una persona, se convierte en algo aparentemente fácil de entender por la lectura, se convierte en un cartel. Todo luto implica el encuentro real con la pérdida, mientras que la afirmación del tatuaje es un encubrimiento de la pérdida y convierte a la persona en una suerte de referencia, de aviso”.

Ni el sol fuerte de la mañana ni la lluvia que cayó en toda Caracas esa tarde del 30 de marzo, disuadió a quienes llevaban varias horas en la cola frente al ministerio. Cuando el agua arreció poco después de las dos de la tarde y las máquinas de tatuaje comenzaron a apagarse, todos se mudaron al interior del edificio. El rito de marcarse continuó.

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 “Desde que Chávez se murió he tatuado más de 150 veces su firma, si la fuera a cobrar no costaría menos de 700-800 bolos. Hoy ya llevo más de 18 personas y tengo la mano un poco cansada”, advierte Uncas Montilla, caricaturista, pintor y tatuador que pertenece al colectivo Irreversibilidad Revolucionaria. Recuerda que lo que más le impresionó fue atender a Pilar Rodríguez, una mujer de 76 años de edad, quien le dijo que no le importaba el dolor de la marca “que lo que le dolía era no tener a Chávez vivo”.

30072014     Brayan González, tatuador  24 años 042

Su compañero en la larga jornada fue Brayan González, otro artista dedicado al tatuaje quien pese a haber grabado la firma de Chávez decenas de veces, aún no se lo ha hecho: “Para hacerlo tengo que pensarlo muy bien. A la hora de tatuarse algo tan importante uno tiene que sentarse con calma y analizar, porque es una marca que vas a tener toda tu vida. Puede que al momentico te la tatúes con gusto y después te arrepientas. Soy revolucionario y soy del partido, pero eso es algo que uno se tiene que sentar a analizar”.

30072014  Johanna Carrillo, 24 años  030

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Roger Rafael Blanco, 40 años de edad: “El motivo por el que estoy aquí haciéndome el tatuaje es recordando a nuestro presidente Hugo Chávez Frías. Y, bueno, ¿qué te puedo decir? Yo lo di todo por él. Soy revolucionario y sigo con el proceso con nuestro presidente Nicolás Maduro”.

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Brayan González, tatuador de 24 años de edad: “Para hacerme este tatuaje tengo que pensarlo muy bien. A la hora de tatuarse algo tan importante uno tiene que sentarse con calma y analizar, porque es una marca que vas a tener toda tu vida. Puede que al momentico te la tatúes con gusto y después te arrepientas. Soy revolucionario y soy del partido, pero eso es algo que uno se tiene que sentar a analizar”

Fuente: Prodavinci

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