Un migrante venezolano residenciado en Shenzhen, China, relató en un artículo publicado en Analítica cómo han sido sus últimos días en lo que se convirtió en la segunda ciudad con el mayor índice de infectados por el coronavirus.
Alexis Gutiérrez, de 27 años de edad, tiene apenas algunos meses residenciados en esa ciudad china y aseguró que quien no esté en el país asiático no puede entender la tensión que se está viviendo.
El joven contó que, en un principio, comenzaron a tomar las recomendaciones dadas por las entidades encargadas, como lavarse las manos constantemente, usar mascarillas y evitar lugares muy concurridos.
«Pero al ver que el número de infectados y fallecidos iba incrementado, las medidas de protección fueron escalando a otro nivel: usar un tipo de mascarilla especial, evitar salir de casa y evitar tocarse la cara sin antes lavarse las manos», expresó.
Gutiérrez aseguró que desde que vio las noticias y supo de la aparición del virus, como buen venezolano hizo un gran mercado porque no sabía lo que se estaba enfrentando y que optó principalmente por agua y alimentos no perecederos.
«En ese momento, los supermercados tenían sus anaqueles repletos, la gente compraba lo necesario. Más bien sentía que yo estaba exagerando, ya que ellos al ver mi carrito full de comida reaccionaban asombrados. Pero el pasado sábado por la noche, luego de ver que los números de fallecidos e infectados estaba subiendo de una manera alarmante, decidí salir de mi casa para comprar más alimentos, usando mascarilla y evitando cualquier tipo de contacto con otros», dijo.
La sorpresa del migrante venezolano fue que, según aseguró, se encontró un escenario inesperado: solo un supermercado permanecía abierto, las calles estaban solas, nadie caminaba, nadie conducía, el ambiente estaba impregnado de un silencio incómodo.
«Decidí entrar al único lugar abierto en la zona para toparme con anaqueles casi vacíos y con mucha gente. Los carritos de compras estaban llenos a reventar, grandes filas para pagar, mucha gente tratando de llenar sus despensas. Me di cuenta de que las compras nerviosas no es algo que solo pasa en mi país, pasa en cualquier otro lugar cuando sientes que tu vida está en peligro«, manifestó.
Sin embargo, el joven no pudo comprar lo que necesitaba y solo tomó algunas fotografías del lugar.
«Tengo días sin salir de casa y les confieso que realmente no tengo ánimos para hacerlo. He empleado este tiempo en estudiar, leer y escribir. Nadie sabe cuánto tiempo puede durar esto y cuándo volveremos a la rutina que teníamos antes de este virus», agregó.
Redacción Maduradas con información de Analítica
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