La caída del régimen apunta en medio de la peor ruina conocida desde la guerra de Independencia. Trillones de dólares robados y dilapidados por ladrones de cuello blanco y rojo que nos restriegan sus lujos alrededor del mundo, mientras asistimos al suicidio de un país.
La economía destrozada está en manos de un pedófilo que parece más preocupado por el tamaño de las prótesis con las cuales satisfacer sus fantasías, mientras las reservas del oro de la nación son rematadas en Alemania para palear la inmoral deuda con la que los venezolanos tenemos que pagar todo lo que se han robado.
Mientras tanto, el zika, dengue y chikungunya resurgen invencibles en la arruinada Venezuela socialista, los servicios públicos han llegado a un nivel tal de emergencia que servirán como detonante final de un régimen que no termina de definir su renuncia, exigida, incluso, por quienes dentro del PSUV quieren evitar un nuevo proceso electoral que saben perdido. Como ocurrió semanas antes del suicidio de Salvador Allende, Santiago de Chile sufrió el colapso de los servicios públicos. ¡Sin agua ni electricidad!, como pasa en Caracas y en toda Venezuela, donde el colapso eléctrico es inminente.
En abril de 2013, cuando Jesse Chacón -asesino del vigilante del canal 8, 27 de noviembre de 1992- fue designado como ministro de Energía Eléctrica, prometió renunciar a los 100 días si no aliviaba la crisis eléctrica (duró mucho más de 600 días) y no solo salió de ahí con las tablas en la cabeza, directo como embajador en Austria, sino que en su gestión se enriqueció de forma obscena uno de los grupos más corruptos del socialismo del siglo XXI: “los bolichicos” -Leopoldo Alejandro Betancourt López y Pedro Trebbau López, entre otros-, que vendieron plantas chatarras compradas desde Tanzania hasta Argentina, por miles de millones de dólares.
Todos ellos son responsables del colapso eléctrico, sobre todo Hugo Chávez, que aprobó la compra de las prehistóricas plantas diesel y de fuel oil, vendidas como nuevas por Fidel y Raúl, con más de 25 y 30 años de uso, para que sorteáramos los apagones que ellos mismos no pudieron evitar en Cuba durante más de 50 años.
En 2009, Chávez anunció la emergencia eléctrica, que le sirvió de excusa para traer al cerebro de la inteligencia cubana, Ramiro Valdés -“el príncipe del terror”- para que comandara a los cubanos en el país, si intentaban sacarlo del poder como consecuencia de los efectos devastadores de la crisis eléctrica.
Ese mismo año, antes de su inauguración, Chávez ordenó la expropiación del centro comercial Sambil de Candelaria porque sabía que Caracas no podía soportar la carga eléctrica que generaría su funcionamiento. A partir de hoy, los muy irresponsables obligan a los centros comerciales a operar por turnos de tres horas cuando saben muy bien que no cuentan sino con plantas para emergencias muy puntuales.
Eso significa no solo la quiebra inminente de comercios, sino la paralización de actividades bancarias, de oficinas privadas y públicas -como las notarías y registros-, servicios de salud, consultorios, despachos de abogados, hotelería, cines, centros culturales, de recreación infantil, restaurantes y un largo etcétera que aumentará los preocupantes niveles de desempleo en toda Venezuela.
Los ciudadanos hacen vida en los centros comerciales donde tienen menos riesgo de inseguridad; en penumbras están obligados a recluirse en sus casas, lo cual equivale a un toque de queda como los ordenados por los pranes de las cárceles que también se apoderaron de las calles. El gobierno estimula el caos y la anarquía como único escenario para permanecer en el poder. A través de un autogolpe.