Los comerciantes y contrabandistas de la frontera colombo-venezolana sostienen que la Guardia Nacional suele ser, en el ámbito de la corrupción, más organizada que la Policía Nacional de Colombia.
“Usted le paga a un mando de la Guardia una determinada cantidad por un contrabando de cualquier cosa y él le informa a todos los colegas que están en la ruta para que ninguno le haga un segundo cobro hasta llegar a la frontera”, contó un funcionario de la Cámara de Comercio de Cúcuta.
“Apenas un contrabandista ingresa a Colombia, los policías le aplican tarifas fijas en los puestos de control pero no garantizan que 300 metros adelante no haya otro retén recién instalado cobrando su propia mordida. Nadie sabe cuánto le va a costar cada día el tránsito por Colombia pero sí por Venezuela”, concluyó.
La frontera terrestre de Colombia con Venezuela tiene una extensión de 2.219 kilómetros y es la más convulsionada de América después de la de Estados Unidos con México, de acuerdo con las Naciones Unidas.
El fragor comercial, lícito e ilícito, entre los dos países sudamericanos tiene su zona más caliente en la parte que divide al estado Táchira del departamento colombiano de Norte de Santander. En este sector, el puesto de paso principal está en el puente Simón Bolívar, entre las ciudades de Cúcuta y San Antonio. La corrupción generalizada de las autoridades militares y de la policía de los dos países llega al punto de que los mandos bajos y medios pagan coimas fijas a sus superiores para poder mantenerse en las rentables plazas de “control” a las que han sido asignados y les permiten obtener utilidades muchas veces más altas que sus sueldos reglamentarios. De no ser así, no habría cómo explicar por qué la gasolina que entra a Colombia de contrabando desde Venezuela muchas veces logra llegar hasta 600 kilómetros adentro a mercados como Medellín y Bogotá en las estaciones de servicio.
Un litro de gasolina en Venezuela cuesta $0,01 (el precio más barato del mundo) mientras en Colombia es de $1,15. La diferencia permite que el contrabando hacia Colombia sea hoy día mejor negocio que el mismo tráfico de cocaína, que también fluye como agua hacia Venezuela en busca de puestos de embarque y rutas de distribución de las que, igualmente, se lucran las autoridades.
Llenar el tanque de gasolina de una camioneta de 70 litros cuesta en Colombia alrededor de 170.000 pesos. En Venezuela, en cambio, es de apenas 150,5 pesos (un caramelo en cualquier tienda colombiana vale alrededor de 200 pesos).
Las autoridades y la corrupción
Militares y policías de ambos países son los únicos encargados de impedir el contrabando de mercancías lícitas y el tráfico de productos ilícitos. No obstante, son parte de las redes de corrupción. Fuentes consultadas en San Cristóbal contaron que los guardias nacionales aplican una tarifa de 100 bolívares (2.500 pesos) por cada bolsa de comida de contrabando que dejan pasar a Colombia.
El Gobierno de Venezuela pareciera ignorar que el contrabando sale de su país como consecuencia de la corrupción, pues desde hace dos meses lo combate cerrando la frontera en las noches y, obviamente, el problema continúa. Es el viejo truco de vender el sofá para impedir que la esposa siga siendo infiel.
Un taxista explicó que el contrabando fluye a torrentes durante el día y en las noches pasa por trochas abiertas entre las breñas fronterizas. Como regimientos de hormigas provistas de linternas de mano, millares de personas cargan los alijos sobre sus espaldas mientras los pasos fronterizos formales permanecen cerrados.
El taxista contó que no solamente transporta pasajeros desde Táchira hasta Cúcuta sino que aprovecha cada viaje para introducir gasolina a Colombia y regresa con el combustible estrictamente necesario para volver a llenar el tanque cuya capacidad fue agrandada artesanalmente.
Otro taxista aseguró que cuando los militares venezolanos no exigen mordida para dejar pasar la mercancía, es porque simplemente se la roban. “Los militares son parte de la mafia y mantienen el negocio del contrabando”, puntualizó.
Una de las organizaciones más poderosas de la cocaína en Venezuela la conforman generales y es conocida como El Cartel de los Soles.
Hay quienes empiezan vendiendo gasolina con una moto. Invierten menos de 50 pesos para llenar una cantina mediana, pasan a Colombia y regresan con 4.300 pesos. Esta operación la repiten varias veces al día y el negocio es tan rentable que da para sobornar guardias nacionales y policías en todas las áreas de control. Con una inversión tan baja, las ganancias, obviamente, superan las de la cocaína.
El presidente del Concejo de San Cristóbal, Eduardo Delgado, expuso que cada camión cargado con contrabando tiene asignada una tarifa para pasar dependiendo de si lleva alimentos, gasolina o materiales de construcción. Las tarifas se cobran en los puestos fijos de control, llamados alcabalas en Venezuela.
“Las cuotas se dividen entre los altos jerarcas gubernamentales que en su mayoría están relacionados con las fuerzas armadas. No es un secreto, es algo que funciona de manera abierta y ellos son los que realmente se están beneficiando de la política de controles y del deterioro de la economía venezolana”, aseguró Delgado.
Como la gasolina venezolana es subsidiada, la inversión es mínima, comparada con los beneficios que deja su venta de contrabando en Colombia. Por ejemplo, un tracto-camión con 30 toneladas de gasolina se llena en la planta de PDVSA con 32.500 pesos, lo que valen seis cajetillas de cigarrillos. Con solo pasar la frontera y ser llevado a venderlo en el interior de Colombia su precio sube a 47.250.000 pesos. La rentabilidad es de 10.000%, indicó Delgado.
Cabe aclarar que los precios varían dependiendo del valor del bolívar en Cúcuta, pero las ganancias siguen siendo exorbitantes. Sin embargo, Delgado agregó que si el Estado venezolano le vendiera legalmente la gasolina a Colombia como estrategia de un intercambio comercial sano, podría generar cerca de 100 millones de dólares al año.
Un contrabandista de compotas que conversó con esta periodista, contó que con el paso de productos en la frontera en un día todos los guardias nacionales diseminados para “controlar” pueden ganar alrededor de 30 millones de pesos. “Ya conozco a todos los policías y cuando paso por los puestos de control me hablan en clave para pasar mis cosas con tranquilidad”, aseguró.
En carro, a pie o en moto, la gente pasa por la frontera productos de todo tipo. Las ganancias se multiplican hasta 10 o 20 veces sobre el valor del artículo. El negocio es de tal magnitud que una nueva forma de contrabando consiste en adherirse los artículos al cuerpo con el uso de fajas y así pasarlos sin ningún tipo de revisión.
El colapso económico y la disparidad cambiaria que hay entre Colombia y Venezuela reflejan la debilidad creciente del bolívar y de las políticas públicas que llevaron a la ruina al país de la “revolución bolivariana”, explicó Delgado.
“La disparidad cambiaria es tan alta que la gente prefiere llevar cuatro vasos, dos champús, tres jabones y venderlos en Colombia, que trabajar normalmente dentro de los cánones establecidos en la economía venezolana”, agregó.
Por su parte, Ómar Hernández, presidente del Consejo Legislativo del Táchira, imagina que son las casas de cambio de moneda de Cúcuta las que determinan el valor universal del bolívar en función del dólar callejero, paralelo al que controla el Gobierno mediante precio ficticio impuesto por decreto.