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¡ENTREVISTA EXCLUSIVA! Rodríguez María Fernanda habla desde las garras: «El miedo se acabó porque con eso no hacemos nada» (+Video)

Lleva la protesta por dentro y proyecta una voz vibrante que le ha valido más de 15 minutos de fama. Su imagen se ha convertido en uno de los stickers favoritos de los usuarios de WhatsApp y ha dado origen a divertidos memes. El 21 de enero de 2019 dejó de ser una de esas venezolanas anónimas que bregan sin descanso y a brazo partido (o a cacerola partida, mejor dicho) por ganarle una batalla diaria al hambre que se traga, día tras día, un pedazo del país.

Foto: Maduradas

El mundo la conoció ese lunes, cuando se propagó por redes sociales un video en el que se le veía agitada y con un particular «bigote» blanco (Maalox contra las lacrimógenas), batiéndose en una protesta. En la mano derecha llevaba un cucharón con el que castigaba sin piedad una tortera roja con negra que sostenía con la mano izquierda.

Se quejaba de que ningún sueldo alcanza y de la pobreza. Animaba a luchar por Venezuela. Vociferaba «somos grandes, un pueblo grande». Pedía protestar para «salir» de un fulano al que llama «coño ‘e madre» y que «está allá metido (suponemos que en Miraflores), bien enconchado, bien gordo como un cochino», mientras los venezolanos mueren de hambre. Qué arrecho.

La voz vibrante de Cotiza se presentó como «Rodríguez María Fernanda» y se unió a quienes apoyaban a los guardias nacionales que, la madrugada del 21 de enero, se sublevaron en un comando de esa popular zona caraqueña contra un hombretón de bigotes que pareciera estar enquistado en la Presidencia de Venezuela.

—Ese día que fui, toqué mi perola y hablé, me sentí tranquila porque dije lo que sentía. Somos venezolanos, tenemos derecho de luchar. Yo tengo derecho de luchar porque soy venezolana y amo a mi país.

—¿Por qué saliste el 21 de enero a protestar y cacerolear?

—Si no salía, ¿qué iba a hacer? Cuando vi el video de los guardias diciendo que saliéramos a la calle, que estaban con nosotros, yo dije ‘es tiempo de reaccionar porque si ellos nos están llamando a la calle es por algo’. Salí por esa gente que está pasando hambre, necesidad, por esos niños que están en la calle pasando hambre, enfermos, desnutridos, por mi mamá, que es una mujer enferma; por esa gente que está afuera pasando trabajo, llevando golpes. Por esa gente yo salí a la calle el 21.

—¿Tuviste miedo?

—El miedo se acabó porque con el miedo no hacemos nada. Tenemos 20 años llevando mierda, coñazo, pela, pisotones, humillaciones, pasando hambre, sufriendo por la falta de medicinas, porque los hospitales no tienen ni medio, porque la educación está por el piso, porque las escuelas están sin profesores (…) Llegó el momento en que tenemos que reaccionar y decir lo que sentimos. Ese día los guardias tuvieron las bolas y las agallas de salir. Nosotros también tenemos el derecho de salir a defendernos, a decir ‘aquí estamos’.

—¿Qué pasó cuando volviste a tu casa después de esa protesta?

—Mi mamá estaba nerviosa preguntándose si me venían a buscar. ‘Bueno, que vengan a buscarme, aquí estoy, pero tienen que echarle pichón para sacarme de mi casa porque yo tengo derecho a hablar como venezolana, a decir lo que siento. Yo estoy tranquila porque salí y peleé. Todavía sigo en la lucha.

—Es decir, volverías a salir a protestar… 

—Si me dicen ‘vamos a salir a la calle a quemar cauchos’, saldremos a la calle a quemar cauchos. Si me dicen ‘vamos a salir a pelear’, vamos a ir a pelear. Si tengo que morir por mi país, muero por mi país. Pero me queda la satisfacción de que hice algo. No me quedé en mi casa con los brazos cruzados. Hay que salir a luchar, a demostrar que somos fuertes (…) Sigamos adelante, salgamos a las calles, no tengamos miedo. A la hora de hablar, hablemos (…) Somos un pueblo grande, un país muy grande como para dejar que un opresor, un dictador, un ladrón, un corrupto, venga a pisarnos la cabeza como una cucaracha. ¿Qué le pasa?

En María Fernanda Rodríguez —aunque ella insista en mencionar primero su apellido— se conjugan el hastío, la rabia y la frustración que sienten los venezolanos que tienen que batallar muy duro para conseguir lo mínimo para subsistir.

—Cuando eres madre y un hijo te dice ‘mamá, tengo hambre’ y no tienes nada que darle de comer, eso duele (…) Tengo una furia tan grande.

Y también mucha energía. Tanta que a veces habla atropelladamente, como si no quisiera que se le escape nada. Lo suyo es hablar, opinar y trabajar —es manicurista profesional— para sacar adelante a su hija de 12 años de edad y a su mamá, una mujer discapacitada de 61 años. Es de las personas que dice «de esta salimos».

—Esto se va a dar. Yo sé que esto se va a dar. Ya falta poco para que nos libremos de esto (…) Yo ya quiero dormir en paz, saber que estamos libres, liberados. Todos tenemos una furia interna por todo esto que está pasando. Somos personas que estamos siendo vulneradas, manejadas, ultrajadas, porque nos pusieron a depender de una caja, de un bono, y con eso no hacemos nada, ni un kilo de queso compramos.

Foto: Maduradas

—¿Te han amenazado después de aquella protesta?

—Las amenazas que he recibido han sido por los CLAP y la junta comunal de por mi casa, pero no me importa lo que esa gente opine de mí (…) Si me niegan la caja, veré qué comeré. Pero mientras siga pagando la caja, la voy a seguir pidiendo porque no es regalada. Yo pago para que me la den. Hace unos días llegó un combo de huevo y pollo y nos ignoraron. Yo, si por hablar, soy enemiga de ellos, que así sea. No me interesa.

—¿Vivíamos mejor con los adecos y los copeyanos?

—Yo creo que sí. Lo que pasó con este gobierno es que hubo una división… Hay familias que se han dividido porque uno es chavista y el otro es de oposición. Una de las cosas que más me molesta del gobierno es la división que nos ha causado. Todos somos humanos, ninguno come oro. Somos lo mismo. Comemos lo mismo.

—¿Tu familia está divida?

—Sí, ha estado dividida porque algunos son chavistas, otros son de oposición y otros (chavistas) han recapacitado porque han visto lo que ha hecho este gobierno.

No hace falta preguntarle qué es eso «que ha hecho este gobierno». Ella misma precisa: «Nos pusieron a depender de unas cajas de comida. Antes tú ibas a los supermercados y escogías lo que te gustaba».

—¿Tienes algo que agradecerle a este gobierno?

—No tengo nada que agradecerle. Ni las cajas, que son pagadas, no nos las dan gratis.

—¿Y a Chávez?  

—Tampoco. Cuando Chávez se montó en el gobierno yo era una adolescente. Yo ni siquiera voté por él. Después siempre he votado por otros partidos, pero nunca por Chávez.

Para ella votar es un derecho ciudadano irrenunciable. Esta es la herencia que le dejó su papá, a quien asesinaron hace siete años para robarlo. De su casa él era el primero en salir a votar, pues veía en el voto una poderosa herramienta «para poder hablar» y así se lo enseñó a María Fernanda.

—¿Qué le dirías al «coño ‘e madre» que «está allá metido, bien enconchado, bien gordo como un cochino»?

—Que es un desgraciado porque un presidente que dejar morir a su pueblo de hambre o de por falta de medicamentos no es un presidente. Un presidente es el que se preocupa por su país, por su gente. Un presidente que actúe así, al que no le importen la comida, los remedios, que diga que aquí no hace falta nada cuando hace falta todo… ¿Hasta cuándo? Si usted fuera otra persona y tuviera dignidad se fuera con las manos vacías porque aquí no tiene nada ya que llevarse. Váyase, tenga dignidad. Usted es un desgraciado, ni siquiera se puede llamar hombre.

Remata diciendo que el fulano «enconchado» es para este país «como un tumor. Él y su gente».

—Si yo lo tuviera en frente, le diría hasta del mal que se iba a morir.

—¿Qué opinas de Juan Guaidó?

—Es la esperanza para nosotros. Va a ser un buen presidente. Ha demostrado que quiere al pueblo, que está con el pueblo. Él es un hombre que vale y mucho. A la hora de votar por él, votaría con los ojos cerrados. Yo creo en Juan Guaidó.

—¿Qué piensas de los militares?

—Tengo fe en algunos militares. Muchos de ellos están como nosotros y hasta peor. Están ahí flaquitos y son puro uniformes.

—¿Te irías del país?

—Me iría de Venezuela a pasear, a conocer, pero nunca he pensado irme de mi país porque Venezuela se puede recuperar, porque después de salir de esto nos vamos a recuperar. Volveremos a ser la misma Venezuela de antes de que este gobierno se montara. Con esfuerzo, con dedicación (…) Por ahora, si tengo que pasar hambre y trabajo, lo paso aquí en mi país.

María Fernanda tiene 36 años de edad y va a cuanta marcha organiza la oposición en contra del gobierno. Es determinada, de carácter fuerte pero muy amable, bromista y mueve mucho las manos al hablar, como una manera de complementar, majomenos, lo que expresa.

—También soy novelera. Me gusta ver mis novelitas en las tardes. A veces chateo. Me gusta reunirme en familia. Soy cristiana, creo en Dios por sobre todas las cosas, aunque a veces se me sale un poco la grosería por los impulsos. Cuando no estoy en la casa estoy trabajando por mi cuenta todo el día en la calle. Mi vida, con todo y sus problemas, es tranquila.

—¿Y Maduro? 

Esta pregunta no se la hicimos, pero su respuesta sería seguramente la misma en la que ustedes, apreciados lectores, están pensando en estos momentos. 

Redacción Maduradas

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