Cerca de siete millones de desplazados han huido de Ucrania desde el inicio de la invasión militar rusa, muchos de ellos han llegado a la sede de la Cruz Roja de Odessa, y comparan la situación de su ciudad Mariupol con la masacre de Bucha.
Un capitán de una empresa naviera que transporta contenedores en todo el mundo que logró huir junto a sus mujer y sus tres hijos no quiso ser identificado, utilizó el seudónimo de Serguei, el capitán contó que tiene miedo porque logró escapar vivo de Mariupol, la ciudad mártir, símbolo de la devastación provocada por la salvaje ofensiva rusa, que pese a estar destruida en un 90%, sigue resistiendo.
El capitán explicó que desde el año 2014, el acceso a Mariupol era rigurosamente controlado por las fuerzas prorrusas de la ciudad de Donetsk y tiene la esperanza de volver algún día a su ciudad.
“A nadie nunca le importó nada de Mariupol… Ahora todo el mundo habla de los horrores de Bucha, pero en Mariupol lo que pasó y pasa es lo mismo o peor”, denuncio.
Serguei cuenta que la situación en lo que era el principal puerto de Ucrania sobre el Mar de Azov es infernal, hay demasiados cuerpos en las calles y los perros se han tenido que comer los cadáveres ante la falta de alimentos.
“Como en Bucha, también ahí hay decenas de cuerpos tirados por las calles, es imposible enterrar los cadáveres en medio de los combates, caen más de 100 bombas por día y hasta se ven perros que se comen los restos humanos”, afirmó.
“Hay mucha gente bajo tierra, atrapada y no hay asistencia”, agregó.
El desplazado contó que se encuentra seguro en Odessa, pero no cuenta con trabajo por culpa de la guerra.
“Ahora estamos viviendo en un departamento que nos prestaron unos amigos acá, en Odessa, donde hay muchos otros marinos como yo… Estamos sin trabajo, sin dinero, por eso venimos a pedir ayuda, comida, a la Cruz Roja. Estamos esperando que esta locura termine y que vuelvan a abrir las fronteras para los marinos, que queremos seguir trabajando”, explicó.
Gracias a los testimonios y a las imágenes de drones y fotos satelitales se sabe que Mariupol, la ciudad de María, el segundo puerto más importante de Ucrania después de Odessa, ya no existe.
Olga Anosova, su marido Alexander y su hijito Kirill, son otros desplazados ucranianos, aseguran haber tenido “mucha suerte”. Lograron irse de Mariupol el 23 de marzo, después de pagar 100 dólares por un taxi que los llevó hasta un checkpoint desde el cual caminaron hasta la localidad de Berdyansk. De allí fueron evacuados en ómnibus hasta Zaporiyia.
“Sabemos que hubo gente que debió pagar 1000 dólares para conseguir un auto, así que fuimos afortunados”, dice Olga.
Su familia, que es judía, se aloja en un hotel repleto de desplazados y, gracias a la ayuda de una organización de la comunidad, el jueves se va del país. Primero cruzarán a Rumania y, de allí, volarán a Israel.
“Ya no hay edificios en Mariupol, ya no hay ciudad”, aseguro.
“Nos escapamos de Donetsk hace ocho años y ahora tuvimos que escaparnos de Mariupol, donde vivíamos en un edificio de nueve pisos que el 18 de marzo fue destruido”, relató.
Olga contó que había muchos cadáveres en todos lados de la ciudad, los habitantes han improvisado tumbas para poder enterrarlos.
“Como se vio en las imágenes llegadas de Bucha, había cadáveres por todos lados, en las calles, pero también dentro de las escaleras de los edificios. Si había posibilidad, se envolvían los muertos en alfombras o se enterraban en tumbas improvisadas, como pasó con mi mamá… Ella ya estaba enferma, con Alzheimer y murió por causas naturales… Mi padrastro la enterró en el patio donde Kirill solía jugar mientras los rusos bombardeaban y los tanques pasaban por Mariupol como si se tratara de colectivos”, cuenta Olga.
La mujer explicó que su hijo Kirili ha sido muy fuerte, luego de vivir y ver los ataques perpetrados por el ejército ruso.
“Cuando estuvimos siete días en un refugio con otras 50 personas, hacinados, sin comida, él le daba ánimo a los demás. No sé, no entendía la situación, por suerte no se daba cuenta. Kirill solo se puso a llorar cuando llegamos a Odessa y se dio cuenta que su abuela ya no está”, dijo.
Olga relato detalles escalofriantes sobre los continuos bombardeos que acecharon la ciudad de Mariupol y luego de varios días comenzaron acostumbrarse a vivir en situación de guerra.
“Siempre caían bombas, era terrible, siempre había bombardeos, no paraban nunca”, evocó.
“En el refugio había una mujer que tenía una beba de cinco meses, junto a su abuela. Como se habían olvidado en su departamento la leche especial para la beba, la abuela fue a buscarla… Y nunca volvió”, relata.
“Al final, nos habíamos acostumbrado al horror de la guerra”.
Redacción Maduradas con información de La Nación