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¡ESTREMECEDOR! La historia de tres inmigrantes venezolanos que trabajan en primera línea contra el covid-19 y que fueron vacunados en sus países de residencia

Cuatro migrantes venezolanos recibieron, entre ellos tres que trabajan en primera línea contra la enfermedad, la vacuna contra el covid-19 en sus países de residencia.

Acnur

Edgar Ramírez, de 75 años, tuvo un accidente cuando aún vivía en Venezuela y requería un tipo de cirugía que no se realiza en el país. Por esta razón, viajó a Guyana en barco para someterse a la operación, y estaba recuperándose cuando se desató la pandemia de coronavirus en América Latina.

Como muchas otras personas en el mundo, durante meses Edgar tuvo miedo de contagiarse del virus. Por fortuna, en marzo de este año, se convirtió en una de las primeras personas venezolanas que recibió la vacuna contra el covid-19 en Guyana.

“Es importante que todas las personas reciban la vacuna. Es fantástico que Guyana nos (a refugiados y migrantes) haya dado acceso a la vacuna. Estoy muy agradecido”, dijo Edgar a Acnur, uno de los 23.000 venezolanos que se estima viven actualmente en el país caribeño que ha decidido ampliar la campaña de inmunización para incluir a toda persona mayor de 18 años, sin importar su situación migratoria.

En Ecuador, Javier Moya, un venezolano de 42 años que forma parte del personal hospitalario y que ha estado trabajando en el ala de covid-19 durante más de un año, también recibió la vacuna.

Javier, quien se dedicaba a la venta de dispositivos médicos, salió de Venezuela y, después de una serie de empleos poco usuales en Quito, logró conseguir un trabajo formal como asistente en un hospital local. Moya entró en pánico cuando el ala en la que trabajaba se convirtió en área de covid-19 y le aterraba pensar que, en caso de contagiarse, pondría en riesgo a su familia.

“El virus nos daba mucho miedo, así que quedé atónito cuando nos dijeron que el cuerpo de asistentes tenía que trabajar en esa ala”, recordó.

Javier ha seguido los protocolos de sanidad al pie de la letra y gracias a ello, ha logrado no contagiarse del virus. Cuando recibió la llamada donde le informaron que, como personal de primera línea, era elegible para recibir la vacuna, brincó de alegría.

“Estaba en el supermercado, y salí corriendo al hospital para recibir la primera dosis”, contó. Moya ya recibió ambas dosis y comenta que la inmunización “te da paz mental”.

“Me siento más tranquilo y protegido. No importa que aún debamos utilizar cubrebocas y mantener las medidas de precaución, como evitar lugares concurridos”, dijo.

Añadió que espera que el resto de su familia también pueda recibir la vacuna pronto. “No importa la nacionalidad de una persona; todas deben recibir la vacuna. Es crucial”.

El personal médico y de primera línea que proviene de Venezuela, así como las personas refugiadas de la tercera edad se encuentran entre los grupos prioritarios para recibir la vacuna en Perú.

Gladys Farfán, una médica que trabaja en el hospital de la ciudad de Madre de Dios, en la frontera de la Amazonía, recibió ambas dosis de la vacuna en febrero y marzo respectivamente.

“Todos los días veo gente morir, personas jóvenes y viejas. Es desgastante a nivel psicológico”, dijo Gladys, quien tuvo que abandonar Ciudad Guyana, su ciudad natal, para que su madre pudiera recibir quimioterapia, pues el tratamiento ya no se estaba aplicando en el país.

Al principio, el marco normativo de Perú le impedía desempeñarse como médica, así que encontró un empleo en ventas y luego trabajó en una farmacia. Invirtió todos sus ingresos en la quimioterapia de su madre, quien perdió la batalla contra el cáncer.

A raíz de la pandemia, el gobierno peruano decidió permitir que el personal médico venezolano quedara exento del requisito de validación del colegio de médicos del país para que el personal del sector salud pudiera recibir apoyo de manera urgente. Las circunstancias le dieron a Gladys una oportunidad inesperada.

“El personal médico ha estado trabajando 190 horas al mes; aun así, no hemos logrado satisfacer todas las necesidades que hay”, dijo Gladys, quien añadió que haber recibido la vacuna le permite hacer mejor su trabajo.

“Ahora me siento más segura y, lo que es más importante, siento que estoy más cerca de mis pacientes. Ya puedo darles la atención que merecen, mostrarles mi cariño y brindarles mi apoyo; todo eso es parte de lo que se necesita para sanar”, agregó.

Comentó que está ahorrando para que sus hijos, a quienes tuvo que dejar en Venezuela, puedan viajar Perú. “La vacuna me da esperanza porque puedo cumplir mi sueño, que es ayudar a otras personas”.

Según datos de Acnur, en América Latina y el Caribe se encuentran quince de los países que tienen las tasas de mortalidad por covid-19 más altas del mundo. Esta región es una de las que se ha visto más afectadas por la pandemia, la cual ha causado estragos económicos y aumentado los índices de desempleo.

Redacción Maduradas con información de Acnur

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