Un venezolano de 30 años de edad llamado José, nombre ficticio que se utilizará para proteger la identidad del paciente por temor a represalias de parte del régimen de Nicolás Maduro, está ingresado en el piso siete del Hospital Universitario de Maracaibo, estado Zulia.
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En ese piso del centro asistencial también se encuentran hospitalizados una docena de pacientes, que al igual que él, arrojaron positivos en las pruebas para coronavirus.
Una envoltura plástica transparente, con sus bordes sujetados con cinta adhesiva marrón, restringe el acceso de enfermos, médicos y enfermeros en la entrada del pasillo.
José solo tiene dos días hospitalizado, pero en lo único que piensa es en su familia. “Hasta a mi perro y a mis dos loros los quiero ver. Los extraño a todos”, expresó en una entrevista concedida a la Voz de América.
Asistió a la emergencia de ese recinto asistencial después de presentar dolores de huesos y cabeza, fiebre y molestias en el nervio óptico durante tres días. Una primera prueba rápida resultó negativa. No obstante, conoció los resultados de otra, la PCR, a las 6:00 de la tarde del domingo pasado 24 de mayo, cuando las autoridades sanitarias le notificaron en una llamada que una ambulancia lo buscaría en su vivienda. Su familia no se contagió, asegura.
“No tengo idea de dónde me contagié. Soy meticuloso con la limpieza”, resaltó.
Con pocas horas ingresado en el Hospital Universitario, José difundió un video grabado la mañana del martes 26 de mayo en el séptimo piso del centro de salud. En el material audiovisual, tres contagiados claman a gritos que les den sus comidas y un mejor trato.
A la 1:16 pm, ni él ni sus compañeros de pasillo han recibido el desayuno. En hospital, prohíben a sus familiares entregarles alimentos.
Tras sus reclamos, las autoridades accedieron a que sus familiares les entreguen recipientes de comida. “Si es por parte del hospital, no estuviera ni bebiendo agua. Aquí no nos dan ni agua fría. Siento que nos han tratado miserablemente”, se lamenta.
Afirma que desde que está recluido no lo han visitado enfermeros ni médicos. Solo cuenta con una sábana para recubrir su cama. Tampoco ha habido agua potable en su piso.
“Esto es miseria total. Me he sentido un leproso. Lo veo (la hospitalización en Maracaibo) como: te tiran, ‘morite ahí’, a ver si aguantáis los 14 días’”, opina.
El miércoles, José amaneció todavía asintomático. Sin embargo, continúa preocupado por la falta de atención médica frecuente a los pacientes positivos por covid-19 en su piso.
“No hay buen trato, ni cuidado. Esto es el olvido para nosotros. El piso siete se volvió como donde está la escoria”, dijo en su red social.
Los días anteriores, llenos de ingestas a deshoras y de absorción de fármacos fuertes como la cloroquina, le han afectado el estómago, indica. La espera es “desesperante”, resalta.
La noche del miércoles y la mañana del jueves fue singularmente estresante para José y los residentes del piso siete del hospital, pues ingresaron a nuevos pacientes. Uno de ellos, una mujer entrada en edad, de acuerdo a José, falleció a las 10:00 pm. Pasadas 12 horas, su cadáver seguía en la habitación.
“No he podido dormir bien. Esto es un martirio. Se me disparó la tensión. Me dio angustia, yo estoy sano”, se explica José.
La valentía del ciudadano de hace dos días, que había asegurado que podían revelar su identidad para este trabajo, se evaporó. Solicitó reservar su nombre. “No quiero más problemas de los que estoy pasando aquí”, alegó.
La comida del hospital llega, pero con el retraso usual: cuatro arepas, un pollo “sin gusto”, arroz con frijoles amarillo.
Reconoce que la atención sanitaria mejoró en comparación con los días anteriores.
“Vinieron más médicos, hay enfermeras más constantemente. Nos examinaron a cada uno. Hay todavía algunas fallas. No todo puede ser perfecto”, concluyó.
Redacción Maduradas
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