Una venezolana de 67 años de edad, identificada con el nombre de Norma Mujica, brindó detalles sobre cómo es su vida, viviendo con apenas $1.3 al mes, lo cual sería apenas un sueldo mínimo y que correspondería con el pago de las pensiones.
Aseveró a BBC que lo que obtiene por el beneficio que otorga el régimen, así como por los bonos que le caen por la plataforma patria, lo usa, casi en su totalidad, para costear sus pastillas para la tensión, mal que le ocasionó un accidente cerebrovacular en su juventud y que le valió tener que dejar su trabajo en el Instituto de Previsión y Asistencia Social del Ministerio de Educación.
Norma aseguró que, con la pensión que le dieron cuando dejó de trabajar, lo cual equivalía a $172 mensuales, cubría todas sus necesidades. Sin embargo, ahora afirma que “pasa hambre”.
«Hace mucho tiempo que no como carne, pollo, leche; nunca pensé que pasaría hambre en mi vejez y no soy yo sola, muchos en el barrio están igual«, agregó.
A pesar de que su único hijo intenta ayudarla, ella misma afirma que este tiene muchas responsabilidades: “Tiene 25 años, está casado y tiene dos hijos. Hasta hace poco estaba trabajando en un restaurante, donde le pagaban sueldo mínimo, pero con lo de la pandemia tuvo que dejarlo; para poder comer está haciendo tortas con su esposa».
Para alimentarse, escasamente, sobrevive gracias a la caja de alimentos del Comité Locales de Abastecimiento y Producción (CLAP) que llegan al 23 de Enero, comunidad de Caracas, cada mes y medio.
«La caja llega cada mes y medio. La última vino con dos kilos de arroz, dos paquetes de harina para hacer arepas, dos kilos de pasta, unos paquetes de garbanzos y café. Esta vez no trajo azúcar (…). Hoy me voy a comer de desayuno un bollito de harina, algo de café y un huevo que me regalaron. Al mediodía, garbanzos con algo de arroz y en la noche otra vez garbanzos. Me la paso mareada«, comentó.
Servicios públicos
Norma comentó que atesora una lavadora que aún tiene y que funciona, así como la nevera y un televisor que le sirve para distraerse. Sin embargo, teme que, por los constantes bajones de luz, los aparatos se dañen. Ya le habría ocurrido otro tanto con el microondas.
Además, indicó que al menos dos días a la semana no tiene agua y que su única ayuda, en ese sentido, es que, en su juventud, su difunto esposo compró un tanque de plástico. Aun así, se ve en la obligación de hervir el agua, ya que esta sale sucia.
Sobre el tema político, Norma se mantuvo recelosa. Sin embargo, asomó su resignación: “Ya no espero nada bueno, siempre todo es peor”.
Redacción Maduradas con información de BBC
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