Crisis humanitaria no define a plenitud la precaria situación del sector salud en Venezuela, donde las bolsas de infusión para alimentar a los niños vía sonda son recicladas, producto de la falta de insumos en los hospitales del país.
Las bolsas que sirven para la alimentación de los infantes por sondas deben ser cambiadas cada 72 horas por razones sanitarias, sin embargo, la escasez de las mismas ha obligado a reutilizarlas para garantizar que los niños internados en el Hospital de Niños J. M. de los Ríos, en Caracas, puedan comer.
Aunado a esto, desde hace un mes los niños lactantes o que necesitan solo consumir líquidos por alguna patología no han tenido su tetero porque no hay la leche ni los alimentos que requieren.
El jueves en la noche fue un día más en que en Sala de Fórmulas Lácteas desfilaban padres para entregar un envase de compota con una pequeña porción de leche que les donaron; algunos encontraron una fórmula láctea “bachaqueada en Petare” y otros solicitaban que, por esa noche, las auxiliares de dietética les pudieran solucionar de alguna manera que sus hijos no pasaran hambre. De 38 niños solo 8 cenaron.
Una madre con un hijo de tres años diagnosticado con esofagitis cáustica –inflamación crónica en el esófago, por lo cual solo puede ingerir líquidos– apeló esa noche a la leche que compraron las dietistas con su propio dinero para no dejar sin comer a niños cuyos padres están en una situación económica crítica.
Las dietistas Doris Pompa, Janete Quintana y Mery Lozada denunciaron que hasta el 1° de febrero solo les llegaban las fórmulas denominadas Inicio, para niños de entre 0 y 6 meses de edad, mientras que los pacientes mayores de 12 meses, con indicaciones de una leche completa con cereal solo tomaban el alimento de lactantes menores que no tienen los nutrientes adecuados. Este año el hospital simplemente dejó proveer el alimento por primera vez.
Las dietistas denunciaron que la directora del Hospital de Niños J. M. de los Ríos, Mayra Oviedo, y la administradora, Carelys Rodríguez, “se negaron a seguir acudiendo al supermercado Bicentenario para adquirir los alimentos” y gestionar el abastecimiento del hospital para los lactantes que se alimentan cada tres horas en la noche.
Además, no había agua potable, sino un tobo con agua almacenada de hacía varios días. Tampoco jabón para lavar utensilios, reseñó El Nacional.
El agua de chorro se hirvió para hacer cada uno de los teteros de los pacientes a quienes sus padres les llevaron el alimento servido en vasos plásticos a falta de biberones; los taparon con papel plástico y sellaron con tirro quirúrgico que buscaron previamente en algún piso del hospital para evitar que alguna bacteria entrara en los alimentos mientras se trasladaban.