Hace treinta años el historiador y autor de cinco libros del Titanic, Charles Haas, fue invitado por primera vez a sumergirse en las profundidades del océano para ver de cerca los restos del emblemático barco. Así lo hizo, a pesar de conocer los riesgos que implicaba el viaje hacia el lugar que describió como «un pueblo fantasma bajo el agua».
«No es como bucear desde la costa de Jersey 50 o 100 pies (…) Es un esfuerzo muy, muy peligroso. No es un ambiente donde los seres humanos son bienvenidos», dijo la noche del lunes 19 de junio.
Haas dijo sentirse desconsolado tras conocer el caso del submarino que desapareció el domingo por la noche y que transportaba a cinco personas hacia lo profundo del Océano Atlántico. Aseguró que desde que se enteró ha seguido la noticia muy de cerca.
El viaje dirigido por la empresa de exploración de aguas profundas OceanGate, con sede en Washington, inició el domingo por la mañana con un suministro de oxígeno de 96 horas. Horas después, cuando se le perdió el rastro, comenzaron las operaciones de rescate en la ubicación remota de 900 millas al este de Cape Cod y 13,000 pies de profundidad.
El viaje de Haas en 1993
En el año 1993, cuando Hass recibió la invitación para abordar el sumergible de investigación francés Nautile, lo dudó en un principio al saber la profundidad que implicaba, por lo que decidió conversarlo en primer lugar con su familia.
«Me dijeron que habría tres toneladas de presión por pulgada cuadrada a la profundidad a la que íbamos. Pero cuando conocí a la tripulación, vi el cuidado meticuloso y la preparación que tomaron para cada inmersión. Me dijeron: ‘También queremos volver a casa para ver a nuestras familias'», comentó Haas, quien actualmente es profesor de historia jubilado.
Sobre su propia experiencia, Haas reseñó que estuvo durante todo el viaje dentro de un pequeño cilindro revestido de titanio acompañado por el resto de la tripulación. El traslado duró tres horas para ir y regresar, más seis horas cerca del fondo del océano para la exploración.
Detalló que tenía seis capas de ropa, pues a esa profundidad la temperatura del agua está cerca del punto de congelación. Entretanto, el vapor de agua de la respiración de los tripulantes se condensaba en el techo y goteaba sobre sus hombros.
Aún así, Haas aseguró que las incomodidades valieron la pena al ver a través de la pequeña escotilla al barco que por tanto tiempo había investigado. «Estaba acosado por múltiples emociones: alegría de ver a un viejo amigo, tristeza por la condición en la que estaba y tristeza por aquellos que perdieron la vida. Había una tremenda sensación de melancolía», dijo.
Haas se convirtió así en el primer maestro de escuela en hacer el peligroso viaje. Hoy en día, se mantiene atento a los medios de comunicación esperando recibir buenas noticias.
«Estoy muy desconsolado y angustiado por esto. Solo puedo esperar y rezar para que sean rescatados«, sostuvo.
Redacción Maduradas con información USA Today
Lea también: Rescatistas detectan sonidos de “golpes” durante la búsqueda del submarino Titán