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¡IMPACTANTE! Se enamoró locamente de su “príncipe azul italiano”, viajó para sorprenderlo y descubrió una imperdonable verdad

Valeria M. aceptó acompañar a una amiga en una cita con dos empresarios italianos en un restaurante costoso de Buenos Aires, Argentina.

Infobae.

La joven recuerda que no disfrutó mucho al acompañante de su amiga y les dijo que debía levantarse temprano al día siguiente para poder ponerle fin a la salida.

En ese momento tenía 28 años y trabajaba en una importante agencia de publicidad, donde estaba cuando recibió luna llamada de Paolo, el empresario italiano de la noche anterior, amigo del acompañante de su amiga que ella no había soportado.

El hombre le dijo que cerró un negocio importante y quería ir a festejar, pero no tenía con quién, por eso la invitó a comer esa noche, ella aceptó. El pasó a buscarla y fueron caminando hasta el restaurante, luego de comer fueron a un bar, él se portó muy caballeroso con ella, esa noche ella se dio cuenta que se sentía muy cómoda con ese hombre de 41 años.

Al día siguiente Paolo volvió a llamarla, le dijo que cambió su vuelo para dos días después, volvieron a salir y ella terminó quedándose con él esas dos noches.

«Estaba en una nube, nadie en mi vida me había tratado así. Nos reíamos y hacíamos programas increíbles», señaló Valeria.

Paolo le contó que se casó y se divorció muy joven, que trabajaba en una multinacional de insumos energéticos y que viajaba a Buenos Aires todos los meses.

«Me llevaba 13 años, lo mismo que le llevaba mi papá a mí mamá. Quizá por eso no me pareció mucha la diferencia. Paolo me dijo que hacía años que no se sentía así con alguien. Me aseguró que antes de conocerme tenía una vida gris», recordó la joven.

En su regreso a Italia, Paolo la llamaba a diario, pasaban horas de conversaciones desde cualquier parte del mundo donde se encontrara.

Paolo regresó en abril y Valeria quiso sorprenderlo: «Jamás había cocinado en mi vida, pero en ese mes tomé un curso intensivo y aprendí un montón. Lo esperé con una buena lasaña. Él me había contado de la que hacía su abuela en Italia cuando era chico… Así que quería impactarlo».

Todo salió muy bien, él disfrutó la lasaña, después él la llevó a varios restaurantes costosos y esta vez él pasó más tiempo en el departamento de Valeria que en su hotel.

Los viajes de Paolo siguieron dándose con regularidad: «Yo me enamoré de verdad. Profundamente. Paolo tenía un carácter fantástico, siempre estaba de buen humor y me trataba como a una reina. Yo lo veía muy enamorado también. Jamás una discusión».

Las amigas de Valeria que lo conocían quedaban encantadas, aunque Paolo no se mostraba tan apresurado para conocer a sus padres y hermanos, pero finalmente se organizó la presentación en el departamento de la familia.

después de un año de relación, Valeria decidió que quería ir con Paolo a Italia, quería conocer a su madre viuda, él le había dicho que era hijo único, ellos acordaron fechas y ella pidió vacaciones en su trabajo.

«Yo trabajaba en relación de dependencia y tenía que planificar las vacaciones. Pero ahí empezaron los problemas. Él empezó a retrasar las fechas. Las cambiaba todo el tiempo y no me dejaba emitir el pasaje. Una vez, dos veces, tres veces. Cada vez que poníamos un día, resulta que salía un contrato impostergable en Hong Kong o un viaje relámpago a Nueva York o reuniones imposibles de evitar… Empecé a estresarme con los cambios porque pedía los días y tenía que volver a negociar con los demás para cambiarlos. Lo curioso es que una vez me dijo que por qué no íbamos al Caribe, era más divertido ir a la playa… A mí no me divertía nada lo que estaba pasando», explicó Valeria.

Ella comenzó a dudar por la actitud de su amado y se obsesionó con el viaje.

Un día Valeria se empeñó en ver el pasaporte de Paolo, cuando finalmente logró abrirlo vio que decía soltero, se alivió, pero notó que en la foto lucía más joven y que el año de su nacimiento no coincidía con su edad, en realidad había nacido 10 años antes de lo que decía, tenía 52 años y ella 29.

«Cómo es que tenés veintitrés años más ¿cómo me mentís así? Yo creía que eras una persona y resulta que sos otra…», lo cuestionó, a lo que él respondió: «Si yo te hubiera dicho que tenía más de veinte años más que vos… ¿hubieras salido conmigo? ¡Es una verdadera pavada! Te mentí el primer día porque tenía miedo de que no quisieras salir con un señor anciano como yo… Después nunca más hablamos del tema. Siempre pago y ves cuando me piden y doy mi documento… ¡jamás te escondí nada!».

La relación continuó, aunque la desconfianza de Valeria siguió alimentándose.

«Tenía una sensación amarga, horrible. No pude volver a la sensación de absoluta felicidad de antes», reconoció.

Después de que ella descubriera la verdadera edad de Paolo él le propuso vivir juntos asegurando que la empresa lo destinaría a Argentina, ella comenzó a buscar departamentos como él se lo pidió, aunque cuando conseguía algo que se ajustaba a su presupuesto él decía que surgía algo y no concretaba el negocio.

El viaje a Italia se postergó una vez más, esta vez ella no soportó la rabia, comenzó a planear un viaje sola y llegar de sorpresa, ya tenían dos años y medio saliendo, consideró que era suficiente como para visitarlo.

Valeria compro un boleto para mayo: «Me mordí los labios durante diez días para que no se me escapara con él. Tenía que ser una sorpresa total. Me daba miedo de que se enterara y terminara boicoteando mi viaje como siempre lograba hacer».

El regresó a Italia un miércoles, ella le siguió los pasos una semana después.

«Me dolió la panza durante todo el vuelo. Sabía que él no iba a estar de acuerdo con lo que estaba haciendo. Pero yo estaba tan enamorada que necesitaba certezas. No aguantaba más mis dudas. ¿Qué tenía que esconder Paolo? ¿Por qué era tan fácil pasear por el mundo lejano a Europa y no cerca de donde él vivía? Imaginé que a lo mejor tenía una novia, dos novias, tres novias… no podía entender qué era lo que pasaba. Era un misterio. En el pasaporte había leído claramente la palabra soltero… Ya hasta desconfiaba de lo que había leído. Estaba loca de ansiedad. En el aire, a diez mil metros de altura, la cabeza me estallaba», manifestó.

Sobre su llegada, explicó: «Llegué a Milán organizada. Luiggi, el amigo de una íntima amiga argentina mía, me fue a buscar al aeropuerto. Mi amiga le había contado mi historia y el por qué de mi viaje. Igual se lo volví a contar en detalle y Luiggi fue súper macanudo. Se comprometió con mi problema y se ofreció a llevarme hasta el barrio donde vivía Paolo. Era bastante cerca del aeropuerto de Linate. Fuimos directo, con mi valija en el baúl. A todo esto, Paolo me llamaba todos los días y yo le mentía sobre dónde estaba y qué estaba haciendo. Luiggi me dijo que mejor ir acompañada a algo así, por cualquier cosa. Llegamos a las 16.52 de un día de semana, no me olvido más la hora, a un grupo de edificios claros rodeados por un jardín y una reja gris».

Valeria llamó por el intercomunicador del edificio y nadie respondió, en ese momento salía un joven y le preguntó a qué edificio se dirigía, ella le indicó que al segundo, en eso el joven le preguntó: «Vas a lo de Giovanni… Acaba de salir con su moto»; ella le dijo: «¿¿Giovanni?? No, no, no. Voy a lo de Paolo», a lo que el italiano indicó: «¡¡Ah!! El padre. No sé si estará viajando. El otro hijo está en el colegio. Soy amigo de los chicos. Esperá a Giovanni que seguro vuelve enseguida y le preguntás».

Ella dudosa le preguntó al joven por la madre, y el chico respondió: «¿La madre? No, no vive acá. ¿Querés esperarlo acá adentro en el jardín?».

Valeria se quedó esperando en el jardín, mientras tanto se cuestionaba por los hijos de Paolo.

Paolo llegó al edificio distraído, no logró verla a través de las rejas, cuando entró alcanzó a verla, y aunque se notaba sorprendido intentó ocultarlo: «Así que has venido».

Ella se dio cuenta que el hechizo de amor se había roto, la novela rosa de hace 10 días había terminado.

«Su cara fue el peor balde de agua fría. Hubiese sido mejor una puteada, un grito, algo. Sentía que las piernas no me sostenían. Fue tan fuerte la emoción que hasta él se dio cuenta de que podía desmayarme y me ofreció un vaso de agua», explicó.

Al llegar al apartamento él fue por un vaso de agua, mientras ella sin tener el permiso siguió para revisar el lugar, las dos primeras habitaciones eran de adolescentes y la principal le hizo recordar al dormitorio de su abuela con muebles antiguos y olor a viejo, en el closet no había ropa de mujer, solo la mitad estaba ocupada por trajes de hombre impecables.

Aunque él le hablaba, ella no prestaba atención ni respondía, hasta que finalmente soltó: «Nada de lo que digas va a cambiar lo que yo pienso. Nada me va a alcanzar. Tenés dos hijos grandes, con los que convivís, y jamás me hablaste de ellos, como si no existieran… La vida que me contaste no es la que tenés. ¿Y vos decías que te querías casar conmigo? Qué disparate».

Valeria recordó que afuera la esperaba Luiggi, tomó un poco de agua y salió, comenzó a llorar tras cruzar las rejas grises y se subió al carro.

«Ya no tenía dudas de que era el fin de nuestro amor idílico. Esto no tenía solución. En mi vida nunca hubo lugar para la mentira. Yo soy transparente. Empecé a llorar cuando atravesé la reja y seguí llorando hasta que llegué a Buenos Aires. Tenía una mezcla de desilusión, angustia, rabia, vergüenza… era algo indescriptible», contó.

Paolo siguió insistiendo, llamando a diario y buscando el perdón, Valeria se mantuvo firme. Luego de seis meses, en una llamada de Paolo ella quiso hacerle una pregunta.

«No quiero hablar con vos. Solo tengo una pregunta para hacerte y quiero que respondas. ¿Por qué? ¿Por qué me mentiste?«, cuestionó.

Él no le dio una respuesta sino que intentó manipularla de nuevo con más mentiras, casi cae, pero gracias al apoyo de su terapeuta y a conocer a otra persona pudo superarlo.

Valeria se casó con ese nuevo amor, un hombre con una lealtad real, aunque no tan principesco, un empresario chileno joven con quien se fue a vivir a México y tuvo res hijos: Alicia, Valentina y Miguel.

Redacción Maduradas con información de Infobae.

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