Hace más de seis meses, se produjo la invasión de Rusia a Ucrania y, desde entonces, los esfuerzos de muchos países se han centrado en imponer sanciones económicas que, a largo plazo, puedan disuadir a Rusia y a cualquier otro país de atacar, de este modo, a otra nación.
En ese sentido, desde febrero, Estados Unidos, Europa y sus aliados han desencadenado un gran número de prohibiciones sin precedentes que afectan a miles de empresas e individuos rusos. La consecuencia más visible es que la mitad de los $580,000 millones de las reservas de divisas de Rusia están congeladas y la mayoría de sus grandes bancos están aislados del sistema de pagos mundial. Así mismo, Estados Unidos ya no compra petróleo ruso y el embargo europeo entrará en vigor en febrero y las empresas rusas tienen prohibido comprar insumos.
Estiman que todo este conjunto de acciones podría, en unos tres a cinco años, causar estragos en Rusia. Se estima que, en 2025, una quinta parte de los aviones civiles podrían estar en tierra por falta de repuestos. También se verán afectadas las redes de telecomunicaciones, que ya se están retrasando en materia de actualizaciones. Además, Rusia estaría perdiendo a algunos de sus talentos más destacados en medio de la realidad que es la dictadura y de la posibilidad de que la nación se convierta en una suerte de «gasolinera» para China.
De acuerdo con Infobae, el problema que ya muchos notan es que el golpe de gracia no se ha materializado. El FMI estima que el PIB de Rusia se reducirá un 6% en 2022, mucho menos que la caída del 15% que muchos esperaban en marzo, o el desplome de Venezuela.
Además, las ventas de energía generarán un superávit por cuenta corriente de $265,000 millones solo en 2022, el segundo mayor del mundo después de China.
Lo cierto es que, después de una crisis, el sistema financiero ruso se ha «estabilizado» y el país está encontrando nuevos proveedores para algunas importaciones, incluida China.
En ese sentido, se afirma que el «arma2 de las sanciones tiene «fallos», entre los que se cuenta el desfase temporal que se evidencia en el hecho de que el bloqueo del acceso a la tecnología que Occidente monopoliza tarda años en hacer efecto, lo cual es fácilmente superado por las autocracias que, rápidamente, recaudan recursos y se recuperan del golpe inicial.
Redacción Maduradas con información de Infobae
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