Existen pocas naciones en el mundo que han optado por no tener un banco central entre sus instituciones, y casi todos son micropaíses como Kiribati, Tuvalu, Andorra, Islas Marshall, Isla de Man, Mónaco, Nauru, Micronesia, Palaos y el pequeño Principado de Liechtenstein, ubicado en el corazón de Europa.
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Panamá es la única nación en esta lista con una población que se cuenta por millones y, al igual que el resto, utiliza una moneda extranjera como moneda de curso legal, en este caso, el dólar.
La propuesta del recién presidente electo de Argentina, Javier Milei, de “dinamitar” el Banco Central de la República ha planteado la cuestión de cómo vive un país que no tiene este organismo.
Una nación sin un banco central pierde la capacidad de tener una política monetaria soberana individual. No puede establecer los tipos de interés, ni el tipo de cambio contra divisas internacionales. Tampoco puede imprimir dinero ni financiar el gasto público del Estado.
Además, el banco central se encarga de supervisar a los bancos comerciales y de los medios de pago, ya que es el responsable de regular el sistema financiero para que sea sólido y confiable. También tiene la potestad de administrar las reservas internacionales.
Por lo tanto, si un país opta por reemplazar su moneda nacional por una divisa extranjera -como Panamá con el dólar o Mónaco con el euro- las principales competencias de un banco central dejan de tener sentido, reseñó BBC Mundo.
Esto implica que una economía que utiliza el dólar estará sujeta a las decisiones tomadas por la Reserva Federal de Estados Unidos, mientras que una que opera con el euro dependerá del Banco Central Europeo.
La ventaja para los territorios que adoptan la política monetaria de otra moneda es que eliminan la incertidumbre del tipo de cambio, lo que facilita la exportación de sus productos en los mercados internacionales.
“Siendo países tan pequeños, el comercio internacional es muy importante para su economía. Para ellos, el beneficio de no tener incertidumbre en el tipo de cambio es mucho más amplio que cualquier beneficio de controlar la economía doméstica a través de la política monetaria”, explica Omar Rachedi, profesor titular del Departamento de Economía, Finanzas y Contabilidad en Esade.
Pero “incluso en los países dolarizados todavía se necesita una autoridad de control, como por ejemplo en Panamá. No hay un banco central oficial, pero hay una autoridad de supervisión financiera que se encarga de vigilar a los bancos comerciales y de las regulaciones macroprudenciales”, señala Eileen Gavin, analista del equipo financiero de Verisk Maplecroft, a BBC Mundo.
Rachedi enfatiza que para que una economía continúe funcionando, hay tareas que alguien debe seguir realizando.
“Puede llevarla a cabo el banco central o un organismo que lo sustituya como podría ser el Ministerio de Economía. Se puede llegar a eliminar el organismo, pero no eliminar todas las tareas”, indica.
La meta principal de la mayoría de los bancos centrales alrededor del mundo es mantener el valor de su moneda y asegurar un nivel de inflación bajo.
En términos generales, un banco central es un organismo que se encarga de frenar una economía sobrecalentada cuando hay inflación, aumentando los tipos de interés, o de reactivar la economía cuando se enfría, haciendo justo lo contrario: bajando las tasas. Unos tipos bajos permiten a las empresas y a los ciudadanos acceder a crédito para comprar cosas.
Durante la pandemia de covid, los bancos centrales de países como México, Perú, Brasil y Chile ganaron reconocimiento internacional por su gestión proactiva de las tasas de interés, anticipándose a los problemas futuros.
Son vistas como instituciones profesionales y autónomas de los gobiernos, lo cual resulta atractivo para los inversores extranjeros.
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Redacción Maduradas con información de BBC Mundo.
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