A unos cuatro kilómetros del centro de Leipzig, una ciudad ubicada en el este de Alemania, se encuentra un refugio que alberga cientos de migrantes venezolanos.
De acuerdo con lo reseñado por la BBC Mundo, el lugar rodeado por una doble cerca de alambre de más de dos metros y cuenta cámaras de seguridad por doquier y una garita con un vigilante monitoreando la entrada y salida de las personas.
Luisa Granados, de 64 años, oriunda de Maracaibo, estado Zulia, llegó a Alemania hace apenas tres meses, sin un centavo en el bolsillo.
«Unas amigas venezolanas, viendo mi situación económica, me regalaron el pasaje. En 2018 me fui a Estados Unidos, donde ellas viven, estuve un rato en Miami y después me mudé a Monterrey. Pero allá la delincuencia también es grave y estando AMLO en el poder me dio miedo de que las cosas se pusieran como en Venezuela, entonces desistí de quedarme allí», relata.
Por su parte, Eduardo, un solicitante de asilo político, contó que el supermercado más cercano queda a un kilómetro de distancia del refugio.
«Aquí no vive nadie: es como si quisieran ocultarnos y que no nos mezclemos con la civilización», explica.
Eduardo es exmiembro de un partido político en Venezuela y se considera un perseguido político que tuvo que huir de su país con dinero prestado después de que atentaran contra su vida.
Asimismo, Luisa, quien también es zuliana, llegó al centro Max-Liebermann con su hija de 14 años en octubre. Su hermana, que vive en Hamburgo, la alentó a que comenzara el trámite en esa ciudad norteña, pero poco después de enviar su solicitud fue trasladada a Leipzig.
«En la Venezuela actual no hay ningún tipo de oportunidades para salir adelante. Yo nunca pensé que tendría que abandonar mi país, a mi familia y a mi hijo que aún está allá», relata.
Redacción Maduradas con información de BBC Mundo
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