El colombiano Pablo Escobar estuvo detrás del atentado con más muertos en la historia del narcotráfico. Ninguna de las 110 personas que viajaban en 1989 en el Boeing-727 de Avianca sobrevivió luego de que la aeronave estallara en el aire tan solo cinco minutos después de haber despegado del aeropuerto de Bogotá.
«Vi que el avión botaba un chorro de humo y al momento se produjo una explosión. Fue como si hubiera sido una bomba. Se partió. O mejor dicho, voló en pedazos«, dijo un empleado de la empresa que estaba cerca del lugar en ese momento.
Los restos de la aeronave y los cuerpos de las víctimas quedaron esparcidos en un radio de cinco kilómetros sobre el cerro Canoas, en el municipio de Soacha, al suroccidente de la capital colombiana, publica ABC.
Ahí surgió una de la primeras preguntas que ponían en duda la tesis oficial y que defendió hace tres años precisamente el periódico El espectador, dinamitado por los narcos: la identidad de las víctimas.
Dos días después de la explosión llegaron al lugar de la tragedia investigadores de la Junta Nacional de Seguridad en el Transporte, de la Administración Federal de Aviación y del FBI, así como observadores de la compañía Boeing, fabricantes del aparato, y de la compañía Pratt and Whitney, constructores de los motores.
Una semana después, el director de la Aeronáutica Civil, Yesid Castaño González, aseguró que se trataba de una bomba portada por un miembro del cartel que había sido engañado: Alberto Prieto. Un sujeto cuya misión consistía grabar la conversación de los «sapos» que viajaban delante de su asiento.
Lo que no sabía Prieto es que lo que activó no era una grabadora, sino la bomba. Pero, ¿si la bomba fue puesta en el avión por un suicida engañado por el Cartel de Medellín, por qué nunca apareció su cadáver?
En una investigación sobre accidentes aéreos, la identificación de las víctimas siempre es prioridad. En el caso del vuelo 203 de Avianca, sin embargo, nadie tiene clara la lista de fallecidos tres décadas después.
No solo el del autor oficial del atentado, cuyo cuerpo nunca se llegó a identificar, también las de otros pasajeros.
Hace tres años, la esposa de Jaime Alejandro Vanegas, un exitoso empresario de Bogotá que murió en el avión, reveló un secreto que había guardado desde entonces: el Instituto de Medicina Legal sepultó dos veces a su marido por equivocación. Uno era el verdadero, mientras que el otro cadáver nadie lo reclamó.
Redacción Maduradas con información de ABC
Lea también: