Sin tener en cuenta la religiosidad procedente de su figura, Jesús fue un condenado político.
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“El Jesús histórico ha conocido una muerte política. La religión y la política están muy unidas, sobre todo cuando se trata de un liderazgo popular”, dijo el historiador André Leonardo Chevitarese, autor de, entre otros, Jesús de Nazaré: Uma História História.
El profesor del programa de posgrado en Historia Comparada del Instituto de Historia de la Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ) explica que “no hay forma de separar las andanzas [de Jesús] como algo solo político o simplemente religioso. Las fronteras no están claramente definidas. Y eso termina siendo clave para entender el movimiento de Jesús con aquel Jesús [aún vivo] y el movimiento de Jesús sin Jesús [después de su muerte, con la predicación de los primeros seguidores]”.
En la antigua roma había tres formas de ejecutar a un convicto. De acuerdo con el historiador, un objetivo los unía: no permitir la conversación de huellas de la memoria, es decir, imposibilitar la sepultura de los restos mortales, reseña BBC News.
Habitualmente, los criminales soportaban barbaries hasta la muerte: sus restos era devorados por los insectos. Otra forma de ejecución era el fuego, que tampoco dejaba muchos residuos.
La crucifixión era el castigo para los esclavos que atentaban contra la vida de sus amos, los que participaban en rebeliones y todos aquellos que no eran ciudadanos romanos, como Jesús.
“Aún en vida, en la cruz, las rapaces ya empezaban a comerse a los condenados. Tres o cuatro días después, la carne de este individuo, pudriéndose, caía de la cruz y los perros y otros animales terminaban de hacer el trabajo”, indica Chevitarese.
El médico forense estadounidense Frederick Thomas Zugibe (1928-2013), profesor de la Universidad de Columbia y expatólogo jefe del Instituto Médico Legal, hizo a comienzos de la década de 2000 una serie de experimentos con voluntarios para controlar los efectos que tendría una crucifixión en el cuerpo del ser humano.
En el libro The Crucifixion of Jesus: A Forensic Inquiry (La crucifixión de Jesús: una investigación forense, en español), fueron publicados los resultados de esos experimentos.
Cruces de madera de 2,34 metros de altura y 2 metros horizontalmente fueron usadas para realizar esos estudios. Los individuos, adultos jóvenes en sus 30 años de edad, fueron suspendidos en ellas y sus reacciones estaban monitoreadas de forma electrónicamente, con electrocardiogramas, midiendo el pulso y la presión arterial.
Los voluntarios, quienes estaban atados, no podrían apoyar la espalda contra la cruz y reportaron fuertes calambres causados por la incomodidad de la postura, así como un constante hormigueo en los muslos y pantorrillas.
En la época de Jesús se emplearon varias formas de cruces en las ejecuciones. Las principales tenían forma de T o de daga. No existe consenso entre los investigadores sobre cuál habría sido usada para Jesús. Aunque Ferrara cree que la segunda.
“Los detalles del castigo están confirmados por las costumbres romanas y por documentos históricos: los condenados eran atados o clavados al andamio con los brazos extendidos y levantados sobre el mástil vertical ya fijado”, precisa el politólogo, historiador especializado en Medio Oriente y escritor italiano Gerardo Ferrara.
El doctor Zugibe señala que Jesús llevó, de camino al lugar de ejecución, la parte horizontal de la cruz. Aseguró que la estaca vertical solía guardarse en el sitio de las crucifixiones fuera de la ciudad.
Se basó en que la parte horizontal pesaba unos 22 kilos, mientras la suma de ambas partes era de entre 80 y 90 kilos, con lo que hubiera sido imposible realizar una caminata larga que, en el caso de Jesús, habría sido de 8 kilómetros, según sus estudios.
“Los pies fueron atados o clavados, por otro lado, al poste vertical, sobre el cual sobresalía una especie de asiento de apoyo a la altura de las nalgas. La muerte fue lenta, muy lenta, y acompañada de un sufrimiento terrible. La víctima, levantada del suelo a no más de medio metro, estaba completamente desnuda y podía quedar colgada durante horas, sino días, sacudida por espasmos de dolor, náuseas y la imposibilidad de respirar adecuadamente, ya que la sangre no podía ni siquiera fluir a las extremidades que estaban tensas hasta el punto del agotamiento”, añadió Ferrara.
Los investigadores coinciden, de forma casi unánime, que los clavos fueron clavados en las muñecas, no en las palmas; debido a la complexión ósea, las manos “se rasgarían” con el peso del cuerpo.
“La estructura de las manos y la ausencia de huesos importantes impedirían el soporte de un peso tan pesado y la carne de las manos se desgarraría”, asevera Ferrara.
Zugibe indicó que los clavos tenían 12,5 centímetros de largo y puntualizó que Jesús había sido clavado en las manos, pero no en el centro de la palma, sino debajo del pulgar.
El doctor expresó que los pies de Jesús, quien estaba suspendido en la cruz, también se encontraban fijados con clavos uno al lado del otro, y no superpuestos como el imaginario consagrado. Esas perforaciones, habrían provocado un dolor insoportable y continuo por llegar a nervios importantes.
“¿Cuánto tiempo tarda un individuo en morir así? Muere de calambres, que atrofian sus músculos y le hacen morir por falta de aire, con muchos dolores, dolores tremendos en todo el cuerpo”, relata Chevitarese.
Ferrara añadió que Jesús murió de un infarto de miocardio, producto del esfuerzo agotador.
A su vez, Zugibe estudió las tres hipótesis más aceptadas sobre la muerte de Jesús: asfixia, infarto y shock hemorrágico. Su conclusión es que tuvo un paro cardíaco por hipovolemia, es decir, la considerable del volumen sanguíneo luego de todas las torturas y las horas clavado en la cruz. Por consecuente, habría fallecido de un shock hemorrágico.
“[La muerte en la cruz] es una muerte de absurda violencia física. El tiempo dependía de las condiciones físicas en las que se encontraba el crucificado. Si la tortura anterior había sido muy intensa, esto de alguna manera podría haberlo hecho morir más rápido”, dijo Chevitarese.
Ferrara, por su parte, cree que “la agonía de Jesús no duró más de unas pocas horas, quizás menos de dos, probablemente debido a la enorme pérdida de sangre por la flagelación [anterior]”.
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Redacción Maduradas con información de BBC News.
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