Las autoridades españolas desarticularon, recientemente, una organización delictiva que se encargaba de captar a mujeres, principalmente, venezolanas, a través de redes sociales para obligarlas a hurtar prendas de ropa para luego enviarlas por paquetería a Rumania y venderlas allá.
La detención fue realizada en la localidad de Móstoles, en Madrid (España).
Aparentemente, según reseñó Madridiario, la ropa era vendida en una tienda tipo outlet ubicada en Rumania y que era propiedad de la red desmantelada.
La investigación de los funcionarios de la Policía de Madrid inició cuando los agentes detectaron la existencia de un grupo criminal que, supuestamente, se encargaba de la trata de seres humanos. Luego de varias averiguaciones, se determinó el modus operandi de la organización y el perfil de las víctimas: mujeres venezolanas, jóvenes y poco solventes que ni siquiera pudieran alimentarse. Es decir, las seleccionadas estaban en situaciones “altamente vulnerables”.
Era Instagram la red social favorita para captar a las mujeres. Las víctimas eran engañadas, fingiendo que eran seducidas y prometiéndoles una vida mejor en España.
Cuando finalmente eran convencidas y aceptaban, se les planteaba ir a España. El cabecilla de la red se encargaba de que el ingreso al país se realizara de forma regular.
De tal manera que las víctimas ingresaban a España como turistas, con boleto de ida y vuelta, y una reservación de hotel. Sin embargo, cuando se contactaban con los integrantes del grupo delictivo, eran alojadas en una residencia particular en donde las sometían y les indicaban la deuda contraída por el viaje.
Luego, presentaban la forma de saldar los gastos: hurtando para beneficio de la red.
Adicionalmente, las mujeres recibían claras instrucciones sobre el modo, la cantidad y el tipo de prendas que debían robar, las cuales pertenecían siempre a un mismo grupo empresarial. Del mismo modo, se les indicaba el número de prendas que debían tomar a diario con la intención de que, de ser descubiertas, a efectos legales solo fuesen juzgadas por delitos leves.
Debían vestir prendas de ropa que no llamaran la atención y llevaban consigo bolsos forrados de aluminio y ganzúas para poder quitar las alarmas que protegen las prendas de vestir.
La ropa hurtada podía llegar a tener precios de hasta 20 mil euros.
Redacción Maduradas con información de Madridiario
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