A las 3:30 am el sonido de cacerolas y vidrios rotos comenzó siendo una sospecha en un sueño confuso y terminó siendo una realidad más confusa todavía. Los gritos de los vecinos (y los gritos siempre son peores sin luz) se unían a los otros ruidos. “¡¡¡Guardia, jalabolas!!!”, “¡Váyanse de aquí, asesinos!!!!”, decían con rabia desde las ventanas de los edificios de la primera avenida de Los Palos Grandes.
A media cuadra, en la intersección con la Francisco de Miranda, dos vehículos de la Guardia Nacional Bolivariana y varios funcionarios trancaban la calle. Los hombres eran sombras con casco; soldados de plomo. Contra ellos eran las reacciones de los vecinos que no se atrevían a salir de madrugada y en piyama. Unos pocos insomnes de las redes sociales confirmaron la presunción: los militares estaban desmontando el campamento de los estudiantes frente al PNUD.
La operación nocturna comenzó en la plaza Alfredo Sadel. “Algunos que estaban en el PNUD fueron a apoyarlos. Pero nunca pensaron que los iban a detener a todos”, contó una estudiante de Derecho de la Universidad Santa María. Los procedimientos en los que desmantelaron los cuatro campamentos de protesta instalados en Caracas desde hace más de un mes, en los que pernoctaban más de 500 jóvenes, y el que se instaló hace poco en Los Teques, fueron sigilosos. Los funcionarios de la Policía Nacional Bolivariana y la Guardia Nacional Bolivariana emboscaron desde varios flancos.
Alessandra Serrano, de la Universidad Monteávila, dijo que el miércoles no durmió en el campamento del PNUD para protegerse de la lluvia. Sin embargo, contó la versión que le dieron los compañeros que lograron escapar del operativo. “Los funcionarios de la GN llegaron en sus motos en silencio. Algunos entraron por los estacionamientos de la Torre HP y salieron por Bancrecer. Otros, que no pudieron pasar por las barricadas, saltaron las barandas de la Francisco de Miranda y a los estudiantes que estaban dormidos los arrastraron y golpearon para llevárselos en los autobuses blancos que llevaron. Eran siete aproximadamente”.
Alessandro Talamo, estudiante de la Universidad Santa María, contó que los efectivos rasgaron las carpas con navajas para llevarse a manifestantes. Varios jóvenes que se escondieron en las adyacencias de los campamentos aseguran que los funcionarios mientras realizaron las actuaciones se llevaron celulares, alimentos y objetos de valor que tenían en las carpas, que no fueron parte de la incautación.
Dos horas después las calles estaban abiertas y una lluvia pastosa, que todavía no logra limpiar el aire de estos tres meses, rociaba la mañana. Los alrededores de los campamentos se mantuvieron militarizados hasta las 9:00 am. Luego la PNB pasó a custodiar la zona, en la que la protesta no cesó.
Fuente: EL Nacional.