Un artículo de Javier Antonio Vivas Santana, publicado en el portal Aporrea, desnuda una a una las fallas del gobierno revolucionario que lo llevarían al escenario actual, donde la popularidad de Nicolás Maduro está por los suelos y donde sería derrotado si se enfrentara a un referendo revocatorio como lo espera la oposición.
El artículo es contundente y deja clara una teoría con la que coinciden otros analistas y algunas voces críticas del chavismo, la renuncia de Maduro es un hecho.
A continuación el artículo íntegro tomado de Aporrea:
Desde el comienzo de 2016, hemos dicho que no habrá referendo revocatorio, y aunque al momento de redactar estas líneas la oposición estaría «validando» las firmas para activar la entrega de planillas, con el propósito de buscar el 20% de potenciales votantes quienes con su rúbrica se sumarían para la convocatoria de la ultramencionada referencia «constitucional y electoral»; en honor a la verdad se ha perdido un tiempo muy valioso que en nada contribuyó a disminuir las tensiones políticas y sociales, sino por el contrario, generó que Maduro y sus zascandiles abandonarán sus funciones de gobernar agravando la crisis económica, y con ello el hambre y las necesidades de los venezolanos.
La oposición ha sido torpe en el manejo de su agenda política. Si desde el comienzo se hubiese apostado por el llamado a la Asamblea Nacional Constituyente, hoy ni siquiera se estaría jugando contra el tiempo, y sólo se necesitaría el 15% de las firmas para convocar tal escenario constitucional. Pero, ¿por qué la oposición se empecinó en el revocatorio? La respuesta es simple. Muchos de ellos también serían barridos por el pueblo, porque en esencia la gente no votaría por cúpulas sino por nombre y apellidos. Las maquinarias acostumbradas a efectuar un modelo retrógrado de selección de candidatos por lista, en este caso, los líderes comunitarios, sociales, profesionales y de espacios heterogéneos de la sociedad acabarían derrumbando los acuerdos de cúpulas que tanto daño le han hecho al país, con un saldo de una nación empobrecida, llena de violentos en las calles y con alto grado de corrupción.
El país lentamente avanza hacia la hecatombe. Los saqueos sobre camiones o comercios de alimentos se realizan diariamente, mientras el gobierno aumenta la represión enviando mayor número de efectivos militares, olvidando que muchos de esos «milicianos», guardias nacionales o policías viven las mismas penurias, lo cual equivale a decir que ante una alteración social, también se convertirán en parte de la historia, como pudo verse en imágenes de «El Cumanazo». Salvo uno que otro fanático, jefe de grupos bachaqueros, o parte de mafias políticas, quienes sean obligados a «dispersar» protestas sociales no podrán detener a un pueblo que enfurecido en sus sentimientos, y porque no decirlo, con una alta carga de frustración, desesperanza y hasta venganza, arrasará cualquier vestigio de legalidad política y jurídica.
El gobierno lanza anuncios para tratar de calmar la situación. Inventan los llamados Comités Locales de Abastecimiento y Producción (Clap) para tratar de llevar bolsas de comidas, convertidas en mendigos a los sectores más pobres, pero tal acción no tiene logística, y peor, casi es un hecho que esa forma de «distribución», además de ser excluyente en lo político y social, lo cual termina por generar mayor rechazo sobre Maduro, es casi seguro que las mafias bachaqueras ya se han apoderado de su comercialización; es decir, es una acción que murió al nacer.
Igualmente, el ministro de energía eléctrica dice que se «acerca» el fin del racionamiento de tan vital servicio, pero no hablan en cuáles términos, así como tampoco qué pasará con centros comerciales, hoteles y las pocas industrias que se mantienen sobre el suministro energético. En otras palabras, son sólo palabras porque en la praxis, los apagones van a continuar, aunque ya no hablen de «El Niño». Es una estrategia de confrontación para volver a decir que las próximas interrupciones serán culpa de «la iguana», «los paramilitares» o hasta de «Godzila». Por ello, anuncian fin del «racionamiento» eléctrico.
En el medio de esta barbarie, la delincuencia, la corrupción, la inflación y la escasez siguen a sus anchas. La ausencia de alimentos y medicinas es tan preocupante que el gobierno pretende realizar comparaciones con las hambrunas y muertes por enfermedades de África o Asia en el siglo XX. En un país como el nuestro no es que vayamos a ver seres esqueléticos como en aquellos tiempos. Es una neohambruna y una neocrisis asistencial que ha derivado en liquidación social de la población. Está claro el objetivo del gobierno al negar la crisis humanitaria; pero ciega está la oposición quien no encuentra espacio para explicar la dimensión de la podredumbre que estamos viviendo.
Ante ello, se aproxima un escenario de absoluta ingobernabilidad que Maduro no podrá contener. Ni siquiera abren la frontera para tratar de mejorar en algo el suministro de bienes esenciales, como por ejemplo, los medicamentos. Maduro está en los últimos días de su gobierno. Sólo juega a la ruleta rusa, esperando si ese desenlace pudiera voltearse a su favor. Está equivocado. Está llevando al país hasta el peor de los escenarios. Tanto hablar de guerras, y finalmente vamos hacia la guerra final; verbigracia, la guerra civil. Maduro ante esa inminente explosión social se vería forzado a renunciar. Lo demás, como lo dicen los médicos, es de pronóstico reservado.
La realidad está conjugada. La suerte está echada. Maduro lo sabe. Su renuncia de la presidencia de la República hacia finales de 2016 está en el ambiente. Sería lo mejor para Venezuela. A propósito de ser ciego. Quien tenga ojos que vea.
Por: Javier Antonio Vivas Santana / Aporrea.