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¡QUÉ MIEDO! La aterradora experiencia que vivió un vigilante durante atraco a conjunto residencial: “Me quedé esperando el tiro. Ya me daba por muerto”

El pasado martes 18 de agosto el vigilante del Conjunto Residencial Las Terrazas II, ubicado en Tacarigua, Barlovento, estado Miranda, fue víctima de un atraco.

El Universal

Un sujeto lo apuntó con un arma de fuego y le dijo: «No le vamos a hacer nada, pure. Venimos por un beta que nos avisaron«.

El vigilante de 66 años explicó que estaba descansando en una de las casas del conjunto cuando vio la luz de una linterna que llevaba un grupo de al menos cinco hombres con el rostro cubierto.

«Estaba descansando, cuando me pegaron una linterna en la cara. Volteé y alcancé a ver como a cinco muchachos. No sé si eran cinco, pudieron haber sido más, pero yo calculé a esos cinco. Uno me apuntó con una escopeta y me pidió que saliera. Entonces bajé e inmediatamente me dijeron que bajara la cara para que no los viera, pero pude alcanzar a ver que uno tenía una escopeta calibre 1 s2 y otro como un revólver. No era una pistola tipo 9mm, sino parecido a un .38”, señaló en una entrevista ofrecida al periodista Jesús Herrera para El Universal.

Los sujetos amarraron al vigilante en la silla donde estaba sentado y lo dejaron allí junto a uno de los delincuentes que se encargaba de vigilarlo.

«Estuve un rato ahí. Vi que el hombre daba vueltas, le sentía los pasos, pero todo eso estaba oscuro. Ellos tenían el rostro tapado y usaban gorras. Todos eran jóvenes, como de 25 años hacia abajo, no eran maduros, eran unos adolescentes, casi», describió.

Luego de que pasara cerca de una hora sin escuchar ruido, decidió salir para ver cómo estaba uno de los hombres que reside en el lugar con su hijo. Caminó con problemas porque seguía amarrado a la silla, pero en ese momento uno de los antisociales salió con una escopeta.

“Yo me quedé esperando el tiro. Ya me daba por muerto”, dijo el vigilante.

Sin embargo, el delincuente solo le gritó: «Bueno, ¿yo no te dije que no te movieras? Camina pa’ esa vaina. Dale pa’ allá, donde está el otro viejo».

En ese momento lo condujeron a la casa de su amigo: «Cuando llegué, estaban las puertas abiertas. Alcancé a ver con la luz de la luna que en la cama estaba el niño acostado y en el piso estaba el señor Guillermo desnudo y boca abajo”.

Los dos hombres y el niño permanecieron retenidos dentro de la propiedad durante largo rato.

«Calculando como a las 3:00 a.m., le dije al señor Guillermo que creía que esa gente se había ido. Entonces comenzamos a forcejear para soltarnos de las amarras. No lo habíamos hecho antes porque temíamos que nos agredieran. Cuando estábamos sueltos, habíamos dado por hecho que se habían ido, incluso el señor prendió una luz, pero por un momento. Cuando estamos ahí hablando, yo le digo al señor que iba a asomarme. Cuando intenté salir, ni siquiera me dio chance, vi el reflejo de la linterna que cruzó por uno de los techos y le avisé al señor Guillermo que todavía seguían ahí. Entonces nos colocamos en las posiciones como estábamos», señaló.

Recordó que al poco tiempo llegó el sujeto preguntando «¿Qué pasa aquí?», y el vigilante le respondió: «Nada vale, estamos aquí, tranquilos».

Finalmente esperaron tranquilos en la casa sin intentar salir por temor a que los hombres siguieran dentro del conjunto residencial, y a la mañana siguiente con ayuda de otro vigilante, directivos del lugar y vecinos revisaron las viviendas.

«Lo que encontramos fue destrozos. Destrozaron las ventanas con las patas de cabra. Sacaron hasta neveras de las casas, me daba a pensar que había vehículos, pero no escuché ninguno. No había huellas de las ruedas, y tampoco había manera de entrar», explicó.

Los robos en este conjunto residencial ocurren con frecuencia, pero esta es la primera vez que la vida de los ocupantes se ve amenazada.

Emigdio Terán, propietario de uno de los Town House del conjunto, recordó que en su casa han ingresado los delincuentes en tres oportunidades:

“En la primera ocasión se llevaron un freezer, un taladro, una caja de herramientas, mangueras, una olla sancochera, candados, horno microondas. En la segunda incursión se llevaron un aire acondicionado de ventana, tres ventiladores, una licuadora, dos bombonas de gas, dos cámaras DVR, ropa, comida, un filtro de agua y el botellón y en la tercera incursión, un aire de 12 mil BTU”.

Redacción Maduradas con información de El Universal

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