Lublanc Prieto es una abogada venezolana que trabajaba como jefa de despacho de la coordinación de Vigilancia y Disciplina de la Defensa Pública. Tuvo que emigrar del país puesto que se le dificultaba mucho conseguir insulina para su tratamiento para controlar la diabetes.
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Foto: Héctor F. Zamora / El Tiempo
De acuerdo con lo reseñado por El Tiempo, Prieto comenzó en la Defensoría de la mano del ex alcalde de Caracas Antonio Ledezma.
Lublanc duró en su primer cargo nueve meses, pero gracias a que un familiar trabajaba en Petróleos de Venezuela (PDVSA), pudo ingresar a trabajar en esta empresa del Estado.
“En la última entrevista para entrar a PDVSA me preguntaron que qué tendencia política tenía, y dije que no tenía sino que era profesional y responsable; creo que eso les gustó”, contó.
Asimismo, recordó que tiempo después de estar en PDVSA fue presionada para salir a marchas promovidas chavistas, además de tener que barrer las instalaciones para “que la gente viera que nosotros, así fuéramos profesionales y trabajáramos con el Estado, íbamos en la lucha de la revolución”.
En el año 2015, con una carrera y un puesto envidiable, Lublanc Rosmary Prieto Dávila, con 30 años, decidió salir del Gobierno de Nicolás Maduro y del país.
“Fue la presión política del momento ya que cada vez mis principios no estaban de acuerdo con lo que estaba sucediendo. Nunca me permití hacer cosas que no quería, pero me presionaban para tener que hacerlo, pero nunca firmé algo que no quisiera firmar”, contó.
Llegó a Bogotá donde vive un hermano de ella, y luego, tras tocar varias puertas logró convalidar su carrera de abogada en la Universidad Javeriana. Prieto trabaja ahora como consultora de un proyecto de participación virtual en una empresa de publicidad.
Su nuevo cargo no está relacionado con investigaciones disciplinarias ni asuntos constitucionales, pero ha podido mantenerse a sí misma y ayudar a sus compatriotas venezolanos.
“Yo soy diabética y ahora estoy ayudando. Pero para llevar la insulina que nos donan para niños de mi país que lo necesitan no es fácil. Son bebés que no consiguen y su vida depende de ello. Hay niños que pasan dos, tres meses sin la insulina y han fallecido”, dijo.
Redacción Maduradas con información de El Tiempo
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