Descarga las aplicaciones para Android o iOS (iPhone/iPad). Únete al canal de Telegram.

¡NO SE LO PIERDA! “Lo mataba y después me mataba yo”: La desgarradora historia del sufrimiento de una mujer que vio a su esposo vivir “encadenado dentro de su propio cuerpo”

María Cristina Mazacane Henales contó su experiencia de vida sobre cómo fue ver a su esposo «encadenado dentro de su propio cuerpo».

Infobae

«Éramos una familia ensamblada. Nosotros dos y los cuatro chicos. No sé cómo serán otras familias ensambladas pero nosotros vivíamos todos juntos, teníamos una familia súper feliz. Por ahí a otras personas les importa más comprar cosas materiales, nosotros queríamos viajar, ese era nuestro lema de vida. A veces nos íbamos solos, otras con los chicos. A veces me iba yo con una amiga y otras él se iba a pescar con un amigo, como ese último viaje, donde ocurrió la desgracia. Y bueno, de un día para el otro todo se transformó. Pasamos de tener una vida hermosa a una vida de sufrimiento«, describió durante una entrevista ofrecida a Infobae.

Reconoció que vivieron momentos muy difíciles que la llevaron a pensar en buscar soluciones extremas.

«Llegó un momento en que yo ya era un esqueleto vestido, me estaba muriendo con él. Te digo sinceramente: si no hubiera tenido a los chicos, yo compraba un arma, lo mataba y después me mataba yo… A él porque ya no lo podía ver más sufrir así, más cuando lo único que pedía era morir. A mí porque si no iba a terminar en la cárcel», explicó.

Ella habla de su esposo Horacio Brassi, a quien conoció en 1983, ambos eran abogados, divorciados y cada uno tenía un hijo. Tres años después se fueron a vivir juntos en Mar del Plata.

«Un tiempo después construimos unas cabañas en Villa La Angostura porque Horacio estaba cansado de la profesión y quería probar otra cosa. Pasábamos la mitad del tiempo en Mar del Plata y la otra mitad allá, para poder alquilarlas en temporada alta y porque a él le encantaba pescar», explicó.

Destacó que su pasión por la pesca era tal que en 2001 organizó un viaje con un amigo a Los Roques, en Venezuela, donde probarían con un pez llamado bonefish.

«Horacio era muy buen cocinero, comía mucho, fumaba. Y siempre que le decías ‘cuídate’ él contestaba: ‘¿Pero qué me va a pasar?’. Y esto que te voy a decir ahora te lo juro por los chicos, porque lo tengo acá, no me lo voy a olvidar más», dijo la mujer.

«El día anterior a su viaje fuimos a despedir a una tía que era como su mamá, que también estaba en Mar del Plata. Y él se mareó. Y yo le dije ‘ay, Horacio, por favor, a ver si te agarra algo…’. Y me contestó: ‘Si alguna vez me pasara algo, agarro la silla de ruedas y me tiro al mar’. Te lo juro, lo tengo acá porque después le pasó lo que le pasó y no podía mover… un dedo podía mover, uno solo, y los ojos. Así que de haber querido tirarse al mar no habría podido», relata Mazacane.

El hombre era buzo, y sabía que no podía subir a un avión, pero su viaje de regreso desde Venezuela se adelantó debido a unas huelgas, y terminó en un avión. Sin embargo, cuando llegó a Ezeiza, se desplomó en la rampa de salida.

«Me dijeron que había tenido un ACV, no qué tipo de ACV y enseguida salí para capital», comenta al detallar que su esposo fue llevado al Hospital de Ezeiza donde le hicieron una resonancia.

«Se le había formado un trombo en la arteria basilar, que es la que está atrás de la cabeza, en la unión de las vértebras. Era muy grave, es un tipo de accidente cerebrovascular con una tasa de mortalidad muy alta. Él no había muerto pero el trombo ya había afectado el cerebelo y el tronco encefálico», detalló.

El esposo estuvo casi un mes hospitalizado en un hospital especializado en neurología, luego lo llevaron a un hospital privado en Mar del Plata, antes del traslado el médico que lo había tratado se dirigió a la esposa y le dijo: «‘Señora, ruegue que no se salve, por él y por toda la familia’. En ese momento yo todavía pensaba que Horacio iba a salir adelante, era muy joven. Después entendí que había sido un comentario muy humano de su parte».

En Mar del Plata les informaron que estaba en estado vegetativo, pero la mujer sabía que él entendía todo y se propuso demostrarlo: llevó a su hija menor vestida con una camiseta del River, su equipo favorito, entonces Horacio comenzó a llorar.

«Sin parar: lloraba, lloraba, lloraba. Estaba vivo pero había quedado con algo que se llama ‘síndrome de enclaustramiento’. ¿Qué es? Quedás totalmente consciente pero no te podés mover, hablar, comer, nada. Estás encadenado dentro de tu propio cuerpo, muerto en vida», señaló.

Esta condición también se conoce como «síndrome de encerramiento» y se caracteriza por mantener intacto el estado de conciencia, pero tiene anartria (no puede emitir sonidos) y tetraplejia (cuerpo paralizado). Horacio solo podia mover verticalmente sus ojos y parpadear.

Debido a la condición de su esposo, la mujer decidió que no lo llevaría a un asilo: «Tuvimos que vender la casa y mudarnos a otra con más espacio y entrada independiente. Armamos un minihospital, venían los kinesiólogos, tenía enfermeros 24 horas que lo cuidaban como a un padre, con un amor… tenía una médica que era una de mis mejores amigas y a la que adoro. Bueno, todo lo que se podía hacer lo hicimos».

Además se le proporcionó un software para que se comunicara, con el cual miraba una letra y pestañeaba, de esta manera armaba una palabra.

«Lo único que escribió durante esos dos años fue ‘morir’, siempre la misma palabra: ‘morir’, ‘morir’, ‘morir’. Y una vez escribió ‘perdón’. Me acuerdo un día en que la médica le preguntó: ‘Horacio, ¿vos estás bien con vivir así?’, y él contestó: ‘No, morir’», recordó.

Pese a esto, la eutanasia no es legal en Argentina, por lo que la familia no pudo cumplirle el deseo a Horacio.

«Lo llevamos a una cámara de ozono, una de mis hijas fue a una curandera, lo que se te ocurra lo hicimos. Mi mamá, que tuvo que venir a instalarse conmigo para ayudarme con él y con los chicos, iba a pedir por él a la iglesia, hacía procesiones pidiendo por él», destacó.

«Yo le leía, le contaba cómo estaban los chicos, lo sentaba en una silla corporal que le sostenía la cabeza para que mirara los partidos de River, pero él lloraba, constantemente lloraba. Yo le decía a los chicos ‘¿por qué no permiten que una persona pueda morir dignamente?, ¿por qué?’. Una persona tan activa, tan solidaria, Horacio no merecía eso. Todos los chicos estaban de acuerdo», consideró.

Recuerda que del hombre que era no quedó nada, estaba delgado, tenía que usar pañales y recibir ayuda de todo tipo.

En ese momento, la esposa pensó en comprar un arma de fuego y ponerle fin al sufrimiento de su esposo.

Luego de 724 días en ese estado, el 4 de diciembre de 2003, Horacio falleció: «Estaba con los ojos abiertos, no daba más. Y le dije ‘Horacio, dormite, yo voy a cuidar a los chicos’. Y lo abracé. Y ahí cerró los ojos y falleció. Es como que necesitaba descansar«.

Reconoce que justo después de ese duro momento todos sintieron paz porque sabían que su allegado ya no estaba sufriendo.

Redacción Maduradas con información de Infobae.

Lea también:
¡TERRIBLE! Reportan la muerte de 2 militares y otros 9 heridos tras accidente con un mortero ruso en Apure

Top