Urimare Capote se pregunta a diario “¿quién puede vivir con 3,5 dólares?”: el monto equivale a la pensión que recibe cada mes, invariable desde hace dos años e insuficiente en un país donde la canasta básica supera los 500 dólares.
Decenas de pensionados se congregaron frente a la sede de Naciones Unidas en Venezuela para pedir que intermedie con Nicolás Maduro, que decretó a partir de este martes el inicio de la temporada navideña.
“La Navidad se acabó hace unos cuantos años”, responde Capote, abogada de 62 y representante del Comité para la defensa de jubilados y pensionados.
“Es una burla miserable del presidente hacia nosotros”, dice a la AFP Eduardo Martínez, profesor de 71 años. “No tenemos real (dinero) ni para comprar una leche y vamos a tener para comprar lo de los festejos navideños”.
La pensión en Venezuela es de 130 bolívares desde 2022. En ese momento equivalía a 30 dólares, hoy son 3,50 dólares frente a la canasta básica que se ubica en 539 dólares, según estimaciones privadas.
Maduro insiste en que la precariedad de los salarios son consecuencia de las sanciones de Estados Unidos contra el país, mientras que analistas lo atribuyen a años de medidas económicas desacertadas que aniquilaron la moneda local en medio de una profunda recesión.
El representante chavista fue proclamado reelecto en julio para un tercer mandato seguido de seis años, entre denuncias de fraude de la oposición y el desconocimiento por parte de Estados Unidos, la Unión Europea y varios países de América Latina.
Protestas en contra de su reelección terminaron con saldo de 27 muertos, casi 200 heridos y más de 2.400 detenidos, incluidos menores de edad. Y en ese contexto, Maduro decretó el inicio de la Navidad para el 1 de octubre. El lunes dijo en su programa semanal que la temporada se extenderá hasta el 15 de enero.
“Al haber un adelanto de la Navidad estamos llamando a la paz, a la fraternidad”, celebra Jesús López, un médico de 52 años mientras fotografía a sus hijas en una plaza caraqueña.
“Nada conectada”
Comercios en Caracas ya iniciaron la venta de adornos, árboles, luces
y pesebres… En algunos se mezcla la nueva mercancía con la de Halloween, una fiesta que muchos venezolanos adoptaron y se ha hecho popular.
Centros comerciales tienen días iluminados y las plazas, adornadas,
incluida la neurálgica Plaza Bolívar.
Un pino artificial supera los 100 dólares y puede llegar a 900. La hallaca, platillo estrella en las cenas navideñas, también requiere un presupuesto alto, entre carne de res, pollo, cerdo, aceitunas, alcaparras y demás aliños.
Deilyn Peña toma fotos de su hijo de 5 años en una plaza en el barrio comercial Las Mercedes, adornada con dos osos gigantes, uno con gorro navideño y el otro con un sombrero de copa rojo. Hay un trencito al lado.
“No estoy totalmente de acuerdo”, pero “hay que igual tener espíritu navideño, más que todo por los niños”, asegura.
“No me siento nada, nada conectada”, expresa por su parte Valeria Ponce, instructora de gimnasio de 22 años. “Siento que es una forma de distraernos un poco de lo que está pasando y sencillamente es darnos un motivo de celebración”.
Evita, como la mayoría en Venezuela, referirse directamente a la situación política del país, en medio de un pánico generalizado a terminar preso por decir algo que pueda molestar al chavismo.
“Exterminio”
Los pensionados en la protesta hablan de “exterminio” y “genocidio” con el ingreso que perciben. Reclaman el destino de la recaudación de un tributo especial para mejorar las pensiones aprobado en mayo por el Parlamento.
“¿Dónde están esos recursos? ¿Quién los ha auditado?”, cuestiona Capote.
“Los adultos mayores están viviendo uno de los peores momentos de la historia (…). Están abandonados no solo por el Estado, sino por sus familias que se tuvieron que ir de Venezuela”, prosigue en referencia a los casi 8 millones de venezolanos que, según la ONU, migraron en medio de la brutal crisis económica.
Y en ese sentido, hablar de Navidad es difícil. “En la Navidad la familia está unida, y la familia venezolana está totalmente deshecha, regada por el mundo”, lamenta Capote.
“Mientras no haya salario digno, no puede haber una Navidad digna”, insiste por su parte Arturo Morgado, de 68 años y jubilado de la empresa de teléfonos CANTV. “El año pasado no la celebré, hoy está todo peor”.
AFP
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