Antony José Piña López tenía de 29 años cuando arribó a Perú en la búsqueda de sueños y una vida mejor. Sin embargo, sus anhelos le fueron arrebatados al coincidir con tres delincuentes de ese país, quienes llegaron al restaurante donde se encontraba laborando, situado en Villa, El Salvador.
Era su primer día de trabajo, para su mala suerte, los sujetos llegaron a bordo de un vehículo para robar a los comensales, pasaron por cada mesa y despojaron a los clientes de sus carteras, celulares y dinero. Incluso, trascendió que una mesera fue agredida y arrastrada por el piso, fue entonces cuando Piña, de nacionalidad venezolana, quiso ayudarla y salió afectado.
Su peor error fue haber enfrentado a los asaltantes. Tras el robo, los ladrones iban de salida y Piña intentó “corretearlos” con una silla. Al cabo de pocos segundos, uno de los sujetos le propinó dos impactos de bala en la espalda, según testigos.
El joven era oriundo de Puerto Cabello, estado Carabobo. Se graduó de bachiller en el Liceo Nacional Miguel Peña y era mormón. No tenía parientes en Perú.
Este terrible suceso se suma al caso de Susjes Díaz, quien fue asesinada en Santiago de Chile el pasado 4 de noviembre. El 26 de ese mismo mes, fue atacada Génesis Gibson, una muchacha venezolana que tenía días desaparecida en México y fue localizada muerta en un hotel en Ciudad de México.
El mismo destino le tocó a Verónica Raga, quien fue encontrada sin vida en el Norte de Santander, en Colombia. Otro lamentable caso es el de la periodista venezolana Wendy Bandera, asesinada en Miami.
Redacción Maduradas con información de Panorama
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