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Se bajó del avión en el último minuto y la aeronave estalló en el aire con 107 personas a bordo: esta es la impresionante historia

El 27 de noviembre de 1989 Diego Bermúdez bajó del vuelo 203 de Avianca que cubriría la ruta Bogotá – Cali, en Colombia, y poco después el avión explotó en el aire por una bomba del cartel de Medellín y los restos cayeron en llamas sobre un cerro.

La Nación.

Se trataba de un avión Boeing 727 de la compañía Avianca, con la matrícula HK 1803 que había salido del Puente Aéreo, y estalló en el aire dejando un saldo de seis tripulantes y 101 pasajeros fallecidos.

Bermúdez aún se sorprende de no haber muerto aquel 27 de noviembre, cuando no tenía un vuelo asignado, pero debía estar pendiente. Se encontró con amigos y pensaban en tomarse unos tragos, pero no sabía si podía porque estaba tentativo un posible viaje, llamó a su casa para saber si le habían asignado viajar, pues desde hacía cuatro años trabajaba como auxiliar de vuelo con Avianca, su madre le dijo que no se trasnochara porque debía estar en el vuelo de las 7:00 de la mañana.

Cuando llegó al Puente Aéreo supo que volaría junto a Astrid del Pilar Gómez, llevaban trabajando juntos casi un año y ella estaba preocupada porque le habían informado que la trasladarían a Barranquilla y tenía inconvenientes para moverse con su hija, pues su mamá era quien se la cuidaba.

«Nos fuimos para el avión e hicimos el briefing, que es un tema técnico de aviación de prevuelo de tripulantes, para cuando llegara el piloto. Realizamos el chequeo del equipo, asignamos puertas de emergencia, quiénes iban, todo», recordó.

Él y Astrid se sentaron en las puertas delanteras, comenzaron a hablar sobre la búsqueda del apartamento en la nueva ciudad.

La tripulación se completó con Germán Pereira Torres, el ingeniero Luis Jairo Castiblanco, el capitán José Ignacio Ossa y el copiloto Fernando Pizarro.

Todo estaba listo, solo quedaba empezar la fase de abordaje de los pasajeros, y salir luego de las 7:00 de la mañana para llegar menos de una hora desués al aeropuerto Alfonso Bonilla Aragón.

Sin embargo, en ese momento apareció el supervisor de tierra en el avión junto a la auxiliar de vuelo Rita Elisa Galvis, quien le notificó de forma apresurara a Diego que bajara del avión: «Diego, por favor, bájese. Va Rita para el vuelo».

Él intentó explicar que tenía el vuelo asignado, que aparecía en todos los itinerarios, y que quería estar en el viaje.

La antigüedad de Rita dentro de la compañía era superior a la de Diego, lo que le dio ventaja para tomar la decisión y le explicó la razón por la que necesitaba ser ella quien abordara ese vuelo.

«Me dijo: ‘Te voy a contar la verdad de por qué quiero el vuelo. En diciembre estoy en un viaje larguísimo, salgo a vacaciones más de un mes. Aquí tengo los regalos de Navidad para llevárselos a mi mamá. Se los voy a ir a dejar’”, detalló.

Rita terminaría la ruta nuevamente en el Puente Aéreo y de ahí abordaría otro vuelo como pasajera hasta Cúcuta para ver a su familia.

Diego tuvo que bajar, antes salió a comprarle algo de comer a su compañera Astrid, se la entregó y se despidieron con un abrazo.

Diego continuó su rutina en la plataforma, hizo todo el prcedimiento para preparar un nuevo vuelo hacia Medellín, pero el ingeniero Hernán Cuellar leía el periódico en la silla 1A y Diego estaba cerca de la primera puerta cuando entró repentinamente el piloto Alberto Sarmiento, se ubicó de forma brusca en la cabina, ellos se fueron tras él y este soltó.

«Lo único que nos pudo decir con la voz quebrada fue: ‘bajaron el 1803′”, señaló.

Salió del avión hacia la plataforma y comenzó a escuchar los reportes de última hora donde daban la noticia.

Llamó a su familia para avisar que estaba bien, pues la noticia los sorprendería considerando que ese vuelo se lo habían asignado a él y debía estar a bordo de la aeronave siniestrada; luego se movió hasta la sala de tripulantes y se encontró con varios compañeros, algunos lo miraban sorprendidos porque su nombre aún aparecía en los itinerarios del vuelo y pensaron que estaba en el avión.

«Patricia, mi jefe, me dijo: ‘¿quieres volar?, ¿estás preparado para volar?’ Yo realmente como que no sentía todavía la magnitud de la tragedia. No sé qué me pasó, porque yo debí negarme a volar», recordó.

Aceptó hacerlo pero pidió poder regresar esa misma tarde: «Quería estar con mi gente en la noche, poderme despedir de mis compañeros».

Recnoció que or una decisión ajena a su interés había bajado del avión y estaba vivo, lo que para él parecía un milagro.

«Me empezaron esos nervios en el avión. Cuando ya llegamos a Leticia yo entré como en pánico. Empiezo la reflexión de todo lo que había pasado esa mañana. El capitán me invitó a almorzar, pero yo no tenía apetito», dijo.

Redacción Maduradas con información de La Nación.

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