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¡SE LO CONTAMOS! «Me llaman papá José»: El venezolano que asesora a estudiantes latinoamericanos en una universidad de Siberia

A más de 2.000 kilómetros de Moscú y con un frío extremo se encuentra José Tovar, un venezolano que es director de del Centro para América Latina y el Caribe de la Universidad Estatal de Tiumén. Allí, se encarga de asesorar un programa que recibe a estudiantes latinoamericanos para instruirlos en diversas aéreas.

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«Hay alrededor de 80 estudiantes de Colombia, Brasil, Venezuela, México y El Salvador»…Este año esperamos extendernos a Cuba, Haití, Ecuador y Perú», declara a Efe.

La posibilidad de estudiar aquí, casi en «el fin del mundo», resulta atractiva para muchos latinoamericanos, sostiene, ya que ofrece «una educación de alta calidad y precios más económicos» que en sus países.

Los estudiantes le llaman cariñosamente «Papá José», porque siempre vela por su bienestar, les da ánimos y les aconseja.

«Yo sé que muchos llegan acá un poco perdidos, no están seguros de qué quieren hacer con su vida y siempre les digo que piensen en lo que les hace felices a la hora de escoger sus carreras», comenta.

Se trata de un consejo que se alinea con las políticas docentes de la UET, que rompe con la metodología clásica de los programas universitarios rusos y promueve desde hace poco menos de un lustro lo que llama «trayectoria educativa individual».

Modelos educativos flexibles

La universidad propone modelos educativos flexibles y personalizados en base a los intereses y talentos de cada estudiante.

«Me gusta conocer diferentes puntos de vista sobre las cosas», dice a Efe Laura Sofía Perico, estudiante colombiana de lingüística. Menos de la mitad de las asignaturas cursadas durante su primer año fueron parte del módulo básico, obligatorio para todos.

Sin embargo, el resto de las asignaturas son opcionales y elegidas con apoyo de tutores, gracias a lo cual cada estudiante se gradúa, tras cursar un paquete de materias único, en base a su aptitud e inclinaciones.

Andrés Guzmán, estudiante colombiano de Biología, sueña con prolongar la vida humana, pero también con estudiar astronomía, ciencias que a primera vista parecen difíciles de compaginar. Desde un principio, asumió que tendría muchos retos por vencer.

«Me pareció que sería algo interesante. Entonces dije, okey, voy a Rusia. Mi madre me preguntó varias veces si estaba seguro y dije que sí», comenta a Efe.

Todo le resulta nuevo aquí, desde el frío, que combate vistiendo «más de cinco kilogramos de ropa», hasta los hábitos alimentarios.

«No es que la comida rusa no sea rica, pero es muy diferente a la que estamos acostumbrados, y por eso nos parece simple», relata, mientras se queja de que incluso el maíz es distinto al de Colombia.

Laura Sofía Perico admite que tuvo que madurar a toda prisa, puesto que llegó con 16 años y antes, todo se lo «hacían en la casa».

«Pero aquí todo depende de ti. Te vuelves autónomo. Si comes, si cocinas, cómo administras tu dinero, si vas a clases. No está tu papá diciéndote qué hacer», añade.

Choque de culturas

Lo más importante, según Jollalemos, es «romper la barrera» con los estudiantes rusos con los que comparten aula, que son muy «cerrados».

«Ellos no son como nosotros, que cinco segundos después de conocernos somos los mejores amigos. Con ellos hay que escalar una pared para llegar a esa amistad y es algo que hay que hacer desde el inicio», reflexiona, al señalar que «la integración del extranjero en Rusia es una cosa bien complicada».

Sin embargo, niega de plano que exista algún tipo de xenofobia y asegura no haber sentido jamás «ningún tipo de discriminación».

Eso sí, reconoce que la vida de un estudiante latinoamericano en Rusia no es «color de rosa».

«No hay un extranjero en Rusia que no se haya tirado a llorar en algún momento diciendo ‘me quiero ir’. Son momentos de desesperación. Aquí es difícil estudiar. Porque no es nuestro idioma nativo y nunca lo va a ser. Siempre tenemos que estar estudiando, prácticamente, el doble», señala.

A ello se suma, explica, que «la carga académica es muy diferente a la de América Latina. Aquí en Rusia uno lleva de once a trece materias por semestre y a un nivel mucho más alto».

Sin embargo, sueña con continuar su preparación en Rusia cuando concluya su carrera y está satisfecho de haber ido a Tiumén.

«Al final es una gran experiencia estudiar en el extranjero, no me arrepiento. Son cosas que impulsan el crecimiento personal», concluye.

EFE

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