Mucho se conoce sobre los lujos y excentricidades del sanguinario Capo del cartel de Medellín Pablo Escobar y también sobre la debilidad de este por sus hijos Manuela y Juan Pablo. Quienes conocieron a Pablo aseguran que este era capaz de gastar millones de dólares para complacer los deseos de su pequeña princesa.
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Pablo Escobar y la pequeña Manuela (Victoria Eugenia Henao – Editorial Planeta)
Cada Noche Buena Escobar se empeñaba en cumplir los deseos de Manuela. La carta de la niña a Papá Noel era un mandato para él. Si su hija quería un nuevo animal para el zoológico de la Hacienda Nápoles, él lo conseguía aunque tuviera que mandarlo a traer desde África en un avión privado. Si su hijita pedía conocer a un cantante o una figura de la televisión, él organizaba una fiesta para que la estrella actuara solo para la familia.
El mismo Juan Pablo Escobar, hijo mayor de Pablo, explicó la devoción que sentía su padre por su hermanita con un revelador recuerdo: en una de las guaridas Manuela tiritaba de frío y no había modo de calentar la habitación. Entonces, su padre tomó lo único que tenía a mano para hacer una hoguera y calentar a la niña: un saco repleto de dólares. En esa oportunidad quemó dos millones.
“Bajo la almohada de su hija ponía fajos de billetes del ratoncito Pérez por cada diente que se le caía. A los cinco o seis años, su padre le explicaba que tenían tanto dinero porque ellos eran mágicos, poseían un don que les hacía ganar decenas de millones en la lotería”, rememoró para El Mundo de España José Alejandro Castaño, autor del único libro dedicado a Manuela Escobar (Cierra los ojos, princesa).
Una vez la pequeña dijo que le gustaban los arbolitos navideños con nieve, como veía en la televisión. Y Escobar trasladó a la Hacienda Nápoles la máquina que hacía el hielo en su pista de patinaje en Medellín. En esa oportunidad tuvieron su Blanca Navidad.
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Pablo Escobar junto a sus hijos Manuela y Juan Pablo, y a su esposa Victoria Henao en el cumpleaños de la pequeña (Victoria Eugenia Henao – Editorial Planeta)
Ligado a esta “locura” del padre por su hija, a quien llenaba de regalos cada vez que debían separarse, llegó el cuento del unicornio.
“Papá, quiero un unicornio”, le habría dicho la pequeña Manuela a Pablo Escobar Gaviria en vísperas de la Navidad.
De acuerdo con el relato de John Jairo Velásquez Vásquez, alias Popeye, lugarteniente y jefe de sicarios de Escobar Gaviria, el capo ordenó comprar un caballo blanco, hermoso, de pura raza. Solo faltaba convertirlo en el preciado animal mitológico. Así, le hizo incrustar brutalmente un cuerno de toro en la cabeza y le pusieron alas de papel, pegadas sobre su cuerpo.
Según contó Popeye desde su canal de YouTube, el animal murió por una infección generalizada a los pocos días.
“El pobre animal murió por la infección y lo tóxico del pegamento para las alas”, dijo.
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El caballo para Manuela en su cumpleaños número cinco (Victoria Eugenia Henao – Editorial Planeta)
La viuda del capo narco, Victoria Henao, permaneció en silencio durante años mientras la leyenda crecía. Pero en 2018, con la publicación del libro Mi Vida y Mi Cárcel con Pablo Escobar (Editorial Planeta), contó la verdad sobre aquel día en Medellín donde nació el mito del unicornio.
No fue para una Navidad, sino para el cumpleaños número cinco de Manuela que la versión comenzó a circular. Para la familia, ese rumor tuvo como objetivo mostrar dos caras del jefe narco: por un lado, su obsesión por su hija; por otro, su crueldad.
Victoria Henao aseguró que todo fue una gran mentira. Así lo escribió:
“Cuando Manuela cumplió cinco años, en 1989, le celebramos el cumpleaños en la Hacienda Nápoles. Ese día, Pablo asistió durante un rato y le regaló una yegua y su cría de color negro, pero la niña nunca los pudo disfrutar porque siempre había que correr a esconderse. De ese cumpleaños surgió una historia mentirosa que ha trascendido en el imaginario y al día de hoy muchos asumen que fue cierta”.
“Me refiero al famoso unicornio que dicen que Pablo le regaló a su hija. Qué locura. Llegaron a afirmar que Pablo ordenó que le clavaran un cacho (cuerno) en la frente a un caballo blanco y que le pegaran alas con grapas para que pareciera un unicornio. También dijeron que el animal había muerto por la infección que le causaron las heridas. No sé de dónde salió ese cuento atroz, pero lo cierto es que jamás sucedió”.
Para probarlo, Henao publicó en el libro una fotografía de aquel cumpleaños. En ella puede verse a una angelical Manuela, vestida absolutamente de blanco, arriba de una yegua. El animal no tiene un cuerno, ni mucho menos alas.
Con información de Infobae.