«Me iban a lanzar del tanque, pero dijeron mejor violemóslo». Jóvenes detenidos en Bolívar relataron en sede judicial los abusos que sufrieron.
La noticia de que a un grupo de estudiantes detenidos la semana pasada en Puerto Ordaz (Bolívar) sus captores, efectivos de la Guardia Nacional (GN), los habrían obligado a comer sustancias fétidas durante su encarcelamiento no solo generó revuelo en la opinión pública, sino que hizo saltar las alarmas dentro del Poder Judicial.
Al menos esta es la conclusión a la que se arriba al revisar extractos del acta que el Tribunal 2 de Control de la ciudad bolivarense emitió con motivo de la presentación de los afectados, seis jóvenes, entre ellos una menor de edad; y a los que tuvo acceso El Universal.
Durante el acto los fiscales Jairo Chacón y Eurenis López solicitaron al juez Eduardo Fernández que ordenara que se le practicara a los detenidos, a los que se señala de participar en disturbios, una endoscopia para verificar la denuncia.
Asimismo, durante el careo, se le preguntó a cada uno si sus captores los forzaron a ingerir a alguna sustancia «tal como excremento».
Aunque cuatro lo negaron, uno, identificado como Joaquín Pérez Valdez, estudiante de la Universidad Católica Andrés Bello de Puerto Ordaz, relató: «Me daban comida como descompuesta (…) porque olía mal». Otra, una menor de edad que no es identificada, aseveró que un militar tomó un pote «que tenía una sustancia de color marrón» y le dijo: «como eres sifrina come sardina y me echó en la boca y me entró por la nariz (…) como pude escupí (…) al principio tenía olor a sardina, luego de escupir me dio olor a basura».
Testimonios del horror
En lo que sí coincidieron todos los detenidos fue en asegurarle al juez y a los fiscales que fueron aprehendidos en la calle, sin estar en las protestas o disturbios y sobre todo en relatarles los malos tratos que sufrieron en poder de la GN, cuyos miembros los tuvieron durante horas en vehículos blindados sin permitirles comunicarse con ningún familiar e incluso como los vendaron.
«A la altura de la Cruz del Papa se me para una tanqueta y me montan de una vez, allí me golpearon, me insultaron, me desnudaron y que porque tenía micrófonos. Me dijeron que bajara la cabeza y como no podía porque soy lisiado de la columna me dijeron que no les interesaba. Me pasaban bombas molotov por la camisa, una fémina me daba con un rollo, 530 bolívares me los quitaron y ví como se los estaban repartiendo. Me quitaron el teléfono, mi novia me mandó un SMS (mensaje de texto) y le respondieron que yo estaba en la guarimba (…) me metieron las bombas en el bolso», relató Pérez Valdez.
Por su parte, el también estudiante de la UCAB, Luis Marco Ramos, aseveró que fue capturado cuando iba caminando hacía la oficina de su mamá.
«Me dijeron que me tirara al piso, un funcionario de la GN me golpeó con su mano por la espalda, caí y me lesioné. Me levanté e intenté defenderme para resguardar mi integridad física (…) Uno de ellos me tomó por el cuello (…) y el otro se paró frente de mí y me apuntó con el arma».
Georgi Mantilla Pérez relató en el tribunal que al tratar de llegar a pie a casa de su novia, en la urbanización Los Saltos, unos guardias que iban en un blindado lo detuvieron y allí comenzó su suplicio.
«Me meten en la tanqueta. Una persona me lanza una camisa roja, me empiezan a patear y a pisar y dos mujeres decían bájenle los pantalones (…) me iban a lanzar de la tanqueta pero después dijeron no, mejor vamos a violarlo», aseveró.
Sin embargo, el testimonio de la adolescente que relató lo de la sustancia «olor a basura» fue aún más duro, pues no solo contó a los jueces y fiscales que los militares que la aprehendieron, incluidas funcionarias, la golpearon sino que trataron de desvestirla y la amenazaron.
«Estuvimos un rato dando vueltas, primero hicimos una parada en Los Olivos (un puesto policial) y mientras iba en el trayecto escuchaba que decían lo que le hacían a las mujeres en la cárcel y lo que podían hacer ellas. Me decían que me iban a violar, que había lesbianas, que usarían vibradores conmigo», declaró la joven, quien aunque dijo que no vio las identificaciones de los uniformados, sí sus caras, y podría reconocerlos.