Los venezolanos han emigrado en búsqueda de una mejor vida, y cuando llegan a los países de destino descubren que la cosa no es tan sencilla. Muchos se dedican a la mala vida y otro tanto ha sido deportado.
Jean Carlos Porteles vende limonada en una calle de República Dominicana. Ezra Fieser Bloomberg
Edgar León, que votó por la revolución socialista de Hugo Chávez en Venezuela, ahora vende arepas y limonada en República Dominicana para mantener a su mujer y a sus hijos que se quedaron en Venezuela.
“Somos una nación rica”, dijo León. “Esto es una vergüenza. Nunca quise salir de mi país”.
En un trabajo de Erza Freiser, del Nuevo Herald, se reflejan las historias de los que emigraron. Muchos de ellos están en las calles de Santo Domingo realizando los trabajos que hacen los haitianos. Otro tanto -con carreras universitarias- están en ventas y actividades minoritarias.
Los recién llegados compiten en la economía informal con los inmigrantes de Haití, el país más pobre del continente. “En 1980, Venezuela tenía el segundo mayor ingreso per cápita de Sudamérica, casi el triple del de República Dominicana y 20 veces el de Haití”.
El trabajo completo se encuentra en el Nuevo Herald
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