En el año 2014 fue elaborado un documental que muestra la vida dentro de la cárcel de San Antonio. El material audiovisual lleva por nombre «Meet The Murderers Jailed In Venezuela’s Luxury Prison», bajo la producción estadounidense de Journeyman Pictures. En junio de 2011, The New York Times ya había publicado un reportaje similar en el que mostraba los lujos en este penal.
La polémica originada hace unos días, cuando reos del lugar, dueños de un gran arsenal, dispararon al aire «en honor» a «El Conejo», asesinado el pasado fin de semana a su salida de una fiesta en Porlamar, puso de nuevo en la palestra la crisis de institucionalidad que existe en estos lugares.
La psicóloga Karina Hum explica, a través del documental, el mundo que se vive dentro de la prisión: “Es un paraíso surreal, ellos están más seguros allí que en cualquier otro lugar de la ciudad. Es tan bueno que muchos de ellos no quieren irse. –El conejo- es un famoso y poderoso gánster y el gobierno no controla nada en absoluto”.
Lo que debería ser una cárcel se ha convertido en un lugar para relajarse y desconectarse del exterior; los presos se comportan de una manera excepcional, sus familiares tienen la posibilidad de vivir con ellos, pues todos conviven armoniosamente.
Los reos en este lugar tienen varias piscinas y restaurantes, conexión libre de internet, un campo de beisbol, una gallera, grupos musicales y hasta un DJ que ameniza las fiestas de los fines de semana. Se mecen en hamacas y juegan pool, para ellos es un «resort».
https://www.youtube.com/watch?v=Pi5qIt0N_d4
Los presos se encuentran pagando su condena allí, sintiéndose más seguros; pasándola mejor adentro que en cualquier otro lugar de la Isla.
El reportaje del New York Times lo define así: «Mujeres visitantes lucen sus bikinis mientras retozan al sol del Caribe en una piscina al aire libre. La marihuana riega sus aromas en el humo presente en aire. El ritmo del Reggaetón se escucha en una especie de club para parejas que bailan muy apretaditas. Pinturas con el logo de Playboy adornan el salón de billar. Los presos y sus invitados se empujan para hacer apuestas en la arena de la prisión para las peleas de gallos de riña.»
«Los presos con BlackBerrys y laptops han organizado desde adentro de sus celdas tráfico de drogas, secuestros y asesinatos. La policía dice que es un legado de décadas de corrupción, hacinamiento e insuficiencia de los guardias en los penales.
“Yo estuve en el ejército durante 10 años, he jugado con armas de fuego toda mi vida”, dijo Paul Makin, de 33 años, un británico detenido aquí en Porlamar por el contrabando de cocaína en 2009. “He visto algunas armas aquí que nunca he visto antes. AK-47, AR-15, M-16, Magnum, Potros, Uzis, Ingram. Las que nombres están aquí”.
EL CONEJO
El poder de «el conejo» iba más allá. Reos pintaban el símbolo que lo representaba en todas las paredes. Algunos se tatuaban en honor a Rodríguez Carzola.
La droga era legal. Los reclusos podían consumir las drogas que querían, sin ser prohibidas por el gobierno o la policía.
Sin lucir como una cárcel, las canchas de béisbol, canchas de baloncesto, rings de boxeo, peluquerías, ventas de empanadas, pescado, chucherías, adornaban el penal.
«Las rumbas»
Desde vallenato hasta música electrónica, los reos disfrutan de los sonidos que ambientaban los dj’s y agrupaciones musicales del sitio. Toda la música era reproducida con inmensas cornetas. Al mismo tiempo que los presos bailaban con sus parejas.
Este ambiente no solo se vive dentro del penal margariteño. En la cárcel de Tocorón se encuentra la famosa discoteca Tokio. Un lugar, ahora remodelado y totalmente ambientado para que los presos y los que no formen parte del penal disfruten de las noches de «rumba».
Con información de El Nacional/ The New York Times/ Fotos:Amada Granado / Cargo Collective / Joya Life