El pasado 13 de abril una comisión del Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas (Cicpc) rescató a un comerciante que estaba secuestrado desde el 31 de enero.
El hombre estuvo en cautiverio en Filas de Mariche, estado Miranda, y en el procedimiento resultó abatido uno de los antisociales, mientras que otros fueron detenidos y otros, aunque se encuentran en fuga, fueron identificados, informó el director del Cicpc, Douglas Rico.
En otro caso, funcionarios de Polichacao frustraron un secuestro en la torre Onix, donde dos antisociales sometieron a las personas en el lugar, pero un testigo pudo denunciar el hecho ante las autoridades.
Los delincuentes lograron escapar, se desató una persecución y un enfrentamiento.
Estos hechos demuestran que el secuestro ha recobrado fuerza entre los crímenes que ocurren en el país, ese a que este delito disminuyó durante la cuarentena.
Los antisociales suelen estudiar a sus víctimas durante varios días para conocer sus rutinas, y establecer el lugar en el que cometerán el secuestro.
Este tipo de delitos se comete mayormente a altas horas de la noche o las primeras de la mañana, los delincuentes usan entre dos y cuatro vehículos y el algunos casos viste indumentaria de los cueros policiales.
Fuentes policiales han revelado que las víctimas generalmente son comerciantes, empresarios o ganaderos por su poder adquisitivo.
Además, se ha incrementado en gran medida la participación de policías en estas estructuras delincuenciales, mayormente pertenecientes a la Policía Nacional Bolivariana (PNB) o de las Fuerzas de Acciones Especiales (FAES). Estos podrían estar recurriendo a estos delitos para ganar dinero extra tomando en cuenta los bajos salarios que perciben.
Otras hipótesis sugieren que los delincuentes necesitan asesoría y por esto se apoyan de los funcionarios.
Redacción Maduradas con información de 2001.
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