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¡UN TRAGEDIA! La familia venezolana que intentó huir de la crisis en una lancha y desapareció en el mar

Un taxi dejó a Maroly Bastardo Gil y a sus dos hijos pequeños cerca de un cementerio, no lejos de la costa del noreste de Venezuela. Todavía estaba a tiempo de cambiar de opinión.

Foto: Reuters

Embarazada de ocho meses, enfrentó duras decisiones en una nación cuya economía colapsó. O daba a luz en Venezuela, donde los recién nacidos están muriendo a tasas alarmantes en salas de maternidad afectadas por la escasez, o subía a bordo de un barco de contrabandistas con destino a Trinidad, la mayor de las dos islas que conforman la nación caribeña de Trinidad y Tobago.

Su esposo, Kennier Berra, había llegado allí en febrero, encontró trabajo y le pidió reunirse de nuevo. La madre de Maroly, Carolina, le suplicó que se quedara.

Ni Bastardo ni sus hijos sabían nadar. Apenas tres semanas antes, 27 personas desaparecieron después de que una lancha se hundió en el angosto tramo de agua que separa Venezuela de Trinidad. El estrecho de 20 kilómetros, famoso por sus traicioneras corrientes, es apodado “La Boca del Dragón”.

Sin embargo, la peluquera de 19 años estaba decidida.

El 16 de mayo se embarcó junto a los niños en un viejo barco pesquero junto con otras 31 personas, incluidos tres familiares de su esposo. Tomaron fotos con sus teléfonos celulares desde la costa cercana a la ciudad portuaria de Güiria, desde donde han partido miles de venezolanos en los últimos años, y se despidieron de sus seres queridos.

La lancha, de nombre Ana María, nunca llegó. No se han encontrado ni a los migrantes ni los restos de la nave.

Un hombre que se cree era el piloto del barco, un venezolano de 25 años llamado Alberto Abreu, fue sacado del mar el 17 de mayo por un pescador y trasladado a la cercana Granada.

Abreu le dijo a su salvador que la Ana María se había hundido la noche anterior en las turbulentas aguas. Huyó antes de que la policía pudiera completar su investigación, dijeron las autoridades de Granada y no ha sido visto desde entonces.

La angustiada madre de Bastardo, Carolina, se aferra a la esperanza de que tal vez haya ocurrido una tragedia menor a su hija y sus nietos. Reza porque los traficantes los mantengan como rehenes a cambio de más dinero y llamen cualquier día pidiendo el rescate.

La desaparición de Bastardo, cinco familiares y su hijo nonato subraya los riesgos cada vez más peligrosos que toman los venezolanos para escapar de una nación que está en caída libre.

Redacción Maduradas con información de Reuters

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