El pasado 12 de octubre, el gobierno de Joe Biden aprobó una nueva política migratoria de para los venezolanos, que consiste en un programa que da estatus legal por dos años a quienes llegan en avión a Estados Unidos, y en la expulsión inmediata de aquellos que cruzan la frontera terrestre desde México, que coincide con el plan miles de personas que dejaron el país en busca del denominado “sueño americano”.
Las autoridades norteamericanas aceptarán en un principio a 24.000 personas que demuestren contar con un patrocinador con estatus migratorio legal y que pueda acreditar que tiene los recursos financieros por el periodo de tiempo que los migrantes vayan a residir en el país.
Estefanía es unas de las miles de migrantes que quedaron varadas en la frontera entre México y Estados Unidos, tras la decisión adoptada por el gobierno de Biden.
Ella dejó a Toby, el pitbull que la acompañó durante cinco años en Colombia, donde vivió después de abandonar a Venezuela. Su madre falleció cuando tenía 12 años de edad y la última vez que vio a su padre fue cuando se fue de Caracas.
La venezolana de 26 años de edad decidió emprender la travesía por tierra hacia Estados Unidos, que incluye la peligrosa ruta de la selva del Darién, con un grupo de 21 personas. Solo 4 migrantes pudieron llegar a Ciudad Juárez.
La BBC la encontró en un campamento improvisado de migrantes en Ciudad Juárez, donde llegó dos semanas después de que la Administración de Biden anunciara el cierre de la frontera con México para los venezolanos, con la intención de “abordar la migración irregular más aguda y ayudar a aliviar la presión sobre las ciudades y estados que reciben a estas personas”.
Vestida con un jean y un delgado suéter de algodón rosado que encontró en las donaciones que realizan organizaciones y residentes de Ciudad Juárez desde que los venezolanos se instalaron en las márgenes del Río Bravo, Estefanía superó la primera noche a la intemperie, a 4 grados centígrados.
Esa localidad de México es uno de los cinco puntos de la frontera de ese país que recibe a los venezolanos expulsados por las autoridades estadounidenses desde el miércoles 12 de octubre.
A la joven le regalaron una carpa para que se resguardara del viento y el polvo. Además, desplegó sobre ella una pesada lona azul que halló en la calle para hacerla más cálida, tomó un par de cobijas gruesas del puesto de donativos y pudo dormir.
Estefanía no es la única, ya que familias incluso de seis integrantes se acomodaron en carpas para dos, aprovechando el calor corporal para lograr dormir.
La joven tenía que pagar 5 pesos cada vez que utilizara el baño en la tienda de neumáticos situada al otro lado del camino. Si reducía las visitas al lavabo, podría ahorrar algo de dinero para costear su turno para cargar la batería del celular en el mismo comercio.
“¿Quién te mandó a salir de tu país?”, le dijo un agente cuando reclamó porque la comida tenía gusanos.
Cuando fue entrevistada por BBC, evitaba atravesar el Río Bravo y entregarse a las autoridades migratorias de Estados Unidos hasta que se celebraran las elecciones del 8 de noviembre. “Tenemos la esperanza de que el presidente Joe Biden recapacite la decisión que tomó y nos dé una oportunidad a los que estamos aquí. Tengo el temor de que, si cruzo, tenga esa mancha y eso me impida cumplir mi sueño”, señaló.
Por su cabeza no pasa regresar a Venezuela, porque el país que ella dejó “ya no existe”.
BBC precisa que en Tijuana existen 30 refugios para migrantes en el extremo occidental de México.
El medio reveló que una semana después de conversar con Estefanía, fue expulsada de Estados Unidos a través de la ciudad de Piedras Negras y fue trasladada en autobús hasta la ciudad mexicana de Villahermosa, cerca de la frontera con Guatemala.
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Redacción Maduradas con información de BBC.
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