Definitivamente, el régimen continúa negado a admitir la monumental derrota electoral y su enorme fracaso económico y social que fue su causa directa. Está claro que no creen en la democracia y que quieren imponerse a una mayoría que los está repudiando, y que crece cada día más.
Quedan aún muchas batallas políticas por librar, antes de que el nefasto gobierno que padecemos se marche por donde vino. Y si las cosas marchan bien, pareciera que esto se podría lograr dentro de no mucho tiempo.
A última hora del año dieron un zarpazo en materia de leyes, ahondando más con ellas el desastre que han creado. La respuesta de los sectores democráticos no debe hacerse esperar, porque son graves sus contenidos, particularmente en materia económica. Debe ponerse un acelerador allí, no vaya a ser que la debacle se profundice.
Por más que se quiera evitar, en estas materias la colisión entre poderes está asegurada, y será el sino que marcará en lo sucesivo la política nacional.
Los llamados a la sensatez y el diálogo necesario con vista a la gobernabilidad, que han sido formulados desde dentro y fuera del país, parecen no tener eco en los líderes chavistas, que siguen, de manera absurda, exhibiendo una conducta suicida.
La reacción de Maduro ante las declaraciones de Ramos Allup y otros líderes trasluce que se quiere ir.
Al retar a la oposición democrática a la realización de un referéndum revocatorio de su mandato confiesa que es ése su deseo más íntimo. Sabe que lo perderá, de calle.
Se ha dado cuenta de que no puede con la carga, le quedó muy grande el gobierno, y ésa sería su salida más “elegante”.
Pero tiene razón cuando dice que en la sesión del 5E, dos posiciones, dos modelos, dos discursos, se enfrentaron.
Ciertamente, uno, el de ellos, a mi juicio, oxidado, oloroso a naftalina, anclado sesenta y más años atrás, sin propuestas viables, impregnado de resentimientos históricos, fuera de la realidad presente, fracasado, y otro, el de los sectores democráticos, que representan una nueva Venezuela que se proyecta al futuro, abierta al mundo, pacífica, con un programa realista para la solución de los problemas del país, cuyo objetivo es la prosperidad para todos y el reencuentro nacional.
La oposición se ha dado seis meses para definir qué hacer respecto de cómo salir constitucional y democráticamente del gobierno, y así evitar caer al barranco.
Confiamos en el tino y la responsabilidad de la dirigencia opositora de la nueva Asamblea Nacional, la cual, estoy seguro, no nos defraudará y sabrá poner las prioridades por delante, sin desviarse de los objetivos, sin embarcarse en aventuras a las que son muy dados los impacientes.
Con información de El Nacional / Por Emilio Nouel.