Congelado y sin resultados. Ese es el estado del proceso de diálogo que el Gobierno y la Mesa de la Unidad Democrática iniciaron hace dos meses. El 10 de abril los venezolanos fueron testigos de un hecho que, visto lo ocurrido en estos 15 años de revolución, se calificó como excepcional: representantes del chavismo, encabezados por el presidente Nicolás Maduro, y de la oposición discutieron en cadena nacional por más de cinco horas.
De aquel primer encuentro, que se celebró en el palacio de Miraflores, surgieron una serie de propuestas y la promesa de instalar equipos de trabajo.
La suerte de estos acercamientos cambiaría un martes 13. Ese día de mayo el secretario ejecutivo de la MUD, Ramón Guillermo Aveledo, anunció la suspensión de los contactos hasta que el Gobierno ofreciera “hechos concretos” y su disposición a sellar acuerdos.
“Yo no me voy a parar de la mesa de diálogo, espero que ellos tampoco se paren”, respondió Maduro al día siguiente; sin embargo, las partes no han vuelto a verse las caras.
El abogado constitucionalista y profesor de Estudios Políticos de la UCV, Jesús Silva, estima que “el saldo de este proceso de diálogo es negativo debido a las posiciones intransigentes de factores radicales en ambos bandos”.
Silva, quien simpatiza con la revolución, opina que Maduro “ha sido asesorado de manera equivocada” en el tema de las medidas humanitarias, “al plantearle que asuma a título personal el no otorgamiento de estos beneficios”. A su juicio, el mandatario pudo ordenar “un estudio más profundo de cada expediente” o, en su defecto, dejar que se pronunciaran los tribunales y el Parlamento.
A su vez, cuestiona las expresiones de “personajes fundamentalistas como María Corina Machado y Leopoldo López”, cuyos planteamientos “radicales” torpedearían el proceso.
Pasados estos dos meses, Silva apunta que “se ha profundizado la crisis política y la incredulidad de los ciudadanos frente a las instituciones. Ningún dirigente ha capitalizado un efecto favorable y la política venezolana está entrampada en un proceso de desgaste”.
Las conversaciones se han congelado por decisión del sector opositor agrupado en la Mesa de la Unidad Democrática, que alegó “falta de resultados”, pero el politólogo y experto en temas internacionales, Carlos Romero, considera que “Unasur no ha abandonado el diálogo”.
Romero dice que el bloque regional “ha dicho que está haciendo todo los posible para que se den las condiciones para que se vuelva a tomar el diálogo. Es un tema de carácter principista, porque para Unasur esa es la única posibilidad de evitar en Venezuela una situación que afecte a la vía democrática del país”.
El politólogo asegura que la cancillerías de Brasil, Colombia y Ecuador, de manera bilateral están haciendo sus propias diligencias y procurando un ambiente favorable para retomar las conversaciones entre los sectores.
Más crítico con la posición de la comisión de cancilleres de Unasur, el embajador retirado Milos Alcalay, acepta que la participación del bloque “tuvo un aporte significativo en el sentido de marcar que la única posibilidad de salir de esto (de la crisis) es el diálogo”, pera destaca que la misión diplomática “no está cumpliendo su papel”.
Añade que en la medida que la radicalización (del Gobierno) se va dando con su prepotencia, cada vez se va demostrando que esa mediación no fue tal, que fue una solidaridad con Maduro”.
Para el exdiplomático “lo que hacían (Brasil Colombia y Ecuador) era defenderse de las críticas que los medios de comunicación les hacían en sus países”.
Alcalay cree que esta es una ocasión para “realmente colocar el diálogo en la verdadera dimensión de búsqueda de solución al drama que estamos viviendo” y en ese sentido recomendó que “lo inteligente es poner a Unasur en la responsabilidad de sumarse a otros sujetos de derecho internacional que ayuden con una posición más firme”, reseñó el portal del El Universal.