En medio de la crisis que azota a Ucrania por la invasión de Rusia, un francotirador de élite madrileño de 42 años de edad, que llegó al país y que ha servido como apoyo en el traslado de recursos humanitarios para los ciudadanos que permanecen en la nación, comentó cómo se manejan en el territorio en pleno conflicto armado.
La Razon
El aludido, identificado simplemente como J.L.C, aseguró que empresas internacionales, entre las que destacan las de origen polaco, sueco, danés y, especialmente, estadounidenses, contratan soldados para diversas tareas.
«Aquí no he visto milicias de civiles armados. Lo que hay son empresas militares de muchos países, incluida Ucrania. Te hacen una entrevista un mando, te conocen, te hacen fotografías. Ven todo lo que eres y has sido (…). Ellos montan equipos de seis personas y, si eres la carta de la baraja que les falta, te contratan. Tengo entendido que el número cuatro de Zelenski es quien se encarga de coordinar las operaciones con los mandos, que en su mayoría son estadounidenses. Son los que mueven el cotarro», comentó en entrevista brindada a La Razón.
Aunque no indicó el origen de la empresa que lo contrató, sí detalló que, cada quince días, le depositan dinero en una cuenta ucraniana. Además, comentó que los pagos varían según las misiones que se les asignan y el rol que desempeñan.
Sin embargo, a su juicio, en general, todos los implicados actúan de manera «inhumana», sin dar importancia al hecho de que hay civiles de por medio.
Aprovechó la oportunidad para revelar que, en este conflicto, ha sentido más «peligro» que en otros. En apenas dos semanas, se mira en el espejo y se ve más viejo, más delgado y con más canas:
«Miedo tienes siempre, claro, desde el primer día que llegas. Te estás jugando la vida. Además, aquí estoy solo, con compañeros que no conozco y que no hablan mi idioma. Te sientes inseguro el 100 por 100 del tiempo. Calculo que mis probabilidades de salir vivo de aquí son del 50%», aseguró.
De hecho, confesó que, en varias oportunidades, le han llamado atención por descuidar su propia protección y su seguridad. En una oportunidad, habría bajado la guardia más de la cuenta.
«Me salió del alma, me acerqué a una niña rubia, de tres o cuatro años, que estaba con su madre. Preciosa. Saqué de mi mochila una tableta de chocolate Nestlé, me he traído un montón, y le di una. Los compañeros me llamaron la atención por ese gesto. Estoy para lo que estoy, pero me sale. No pude evitarlo aunque tenían razón. Quizá es un instinto que me sale por no haber sido padre, algo que me habría gustado», sentenció.
Redacción Maduradas con información de La Razón
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