El convoy de guardaespaldas que lo acompañaban al desplazarse por Caracas con cinco teléfonos celulares repletos de contactos claves confirmaba la reputación de que Manuel Cristopher Figuera fue un soldado leal que tras su infancia en una casucha de bahareque llegó a ser el jefe de la inteligencia venezolana.
Sin embargo, a medida que Nicolás Maduro comenzó a solicitarle que se encargara del trabajo sucio –-encarcelar a opositores y víctimas de tortura, según declaró– el oficial de inteligencia entrenado en Cuba y Bielorrusia comenzó a perder la fe. En abril pasado, en una demostración de audacia, el musculoso general de 55 años traicionó al líder con el que se reunía casi a diario y en secreto planificó un fallido alzamiento militar que –asegura– estuvo increíblemente cerca de derrocar a Maduro.
Ahora, uno de los grandes desertores del partido socialista que ha gobernado Venezuela durante dos décadas ha venido a Washington para vengarse de quien fuera su jefe, por lo que busca ayuda del mismo “imperio” estadounidense al que había aprendido a odiar para investigar actos de corrupción y violaciones de derechos humanos.
“Yo estoy como el soldado que iza la bandera al revés, que es una señal de auxilio universal”, dijo el general a The Associated Press. “Mi misión es buscar auxilio para que me ayuden a liberar a mi país de la desgracia que está viviendo”.
El martes se reunió con el enviado especial estadounidense para Venezuela, Elliott Abrams. Queda por ver si Cristopher Figuera aún ejerce influencia dentro de la estructura gubernamental y si puede reunir evidencias para sustentar sus denuncias.
Durante una entrevista que duró siete horas en la suite presidencial de un hotel en Washington, Manuel Cristopher Figuera relató por primera vez detalles de lo que describió como órdenes directas de Maduro para cometer abusos, incluyendo detenciones arbitrarias y siembra de evidencias para inculpar a opositores.
Las acusaciones –que AP no pudo verificar– surgen a medida que aumenta el escrutinio sobre el respeto del gobierno cuestionado de Maduro a los derechos humanos. El capitán de corbeta Rafael Acosta Arévalo falleció la semana pasada después de ser arrestado con síntomas posibles de haber sufrido torturas.
Primero como subdirector de la Dirección de Contrainteligencia Militar (DGCIM) y luego director del temido Servicio de Inteligencia Bolivariana (SEBIN), Cristopher Figuera permaneció junto a Maduro mientras la situación en Venezuela seguía deteriorándose. Durante la profundización de la crisis, dijo haber presenciado y jugado un papel en la consumación de abusos, tales como constatar indicios muy probables de torturas practicadas por terceros a varios prisioneros y no haber evitado la detención de Luis Carlos Díaz, un prominente periodista.
No obstante, el general aseveró que la orden más arbitraria fue la de perturbar el entorno íntimo de Juan Guaidó para quebrar la moral del líder opositor.
Inicialmente, dijo, Maduro quería arrestar a la madre de Guaidó. Cuando Cristopher Figuera le comentó que padecía cáncer entonces pensaron en Roberto Marrero, un estrecho colaborador de Guaidó arrestado desde marzo por presuntamente encabezar una “célula terrorista” dedicada a perpetrar asesinatos.
“¿Qué hago para meterlo preso?”, recordó el general haber preguntado a Maduro durante una tensa reunión celebrada en Fuerte Tiuna menos de 72 horas antes de la detención de Marrero. “Me dijo: ‘Eso no es mi problema. Mételo preso, siémbrale armas. Ve qué haces’”.
Redacción Maduradas con información de AP
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