El siguiente texto, publicado por Mariana Anillo de Cerdeira, una emigrante venezolana que actualmente reside en Puerto Rico, en su cuenta de Facebook personal se ha hecho viral dentro de esa red social y hoy la compartimos aquí para todos nuestros lectores. A continuación el texto original:
Hace un semana regresé de mi tierra Venezuela después de una visita de 5 días donde el principal propósito fue renovar mi pasaporte.
La decisión de salir de mi casa actual y emprender ese viaje no fue fácil, con mucho miedo tome mis maletas y me encomendé a Dios. Mucha emociones encontradas, pero siempre tratando de ser optimista.
Al aterrizar en Caracas a las 2:30am, aún dentro del avión, escucho una señora al fondo decir “los que suben a Caracas a esta hora que Dios los guarde y lo que se quedan en el aeropuerto también”.
Mi cuerpo se me estremeció y mi mente comenzó a pregúntame: “Será que subo? O me quedo a esperar que amanezca en el suelo frío del aeropuerto como muchos hacen por miedo a la inseguridad?”
Pero esperar no era una opción, pues ya había coordinado con una persona que siempre me busca, y sabía que el estaría esperando. Yo ya había olvidado su rostro pero sabía que cuando lo viera lo reconocería.
Antes de salir, mientras esperaba mis maletas, se me acerca un joven que trabaja en el aeropuerto y me deja saber que si tenía intención de botar un envase con agua que traía en mi mano que lo iba necesitar porque tenía estas tapas que se pueden rehusar – apenas me dice eso yo sé lo doy y enseguida pensé así están las cosas? Nunca nadie me había pedido algo.
Espero mi equipaje… llevaba muchas cosas. Llevaba medicinas, ropa que no utilizaba, y además llevaba café y lentejas – cosas básicas y de primera necesidad pero no se consiguen allá.
Cuando paso por seguridad el oficial me pregunta porque tantas maletas y mi mente pensó decir muchas cosas, pero al mismo tiempo, por miedo, no quería decirle que no vivía en Venezuela, pero ese momento duró y le dije “Vine de visita”; me dijo bienvenida a su país”.
Solamente pude darle una sonrisa, pero dentro de mi sentí ese miedo, miedo de que él fuera comunicarse con alguien y decir que yo estaba de visita, y al salir me secuestrarían, o me robarían. Pensé que necesitaba hacer algo para despistar, así que me quité la camisa que tenía me quedé con otra de otro color.
Al salir veo Emanuel, la persona que siempre nos presta su servicio. En ese momento me entra una calma, sin embargo él lo sentí nervioso y le pregunto si es seguro subir a esta ahora y él me responde “Mariana en ningún lugar de Venezuela ahorita es seguro, solamente vamos a encomendarnos a Dios» y así lo hice.
Fue cuestión de segundos montar la maleta, entra a la camioneta y arrancar.
En el camino vuelvo y le pregunto porque estás trabajando a esta hora si es no es seguro, y él me dice que es por necesidad – ese es su trabajo.
A llegar al hotel me sentí más tranquila.
Ustedes se preguntaran porque no me quede en casa de mi familia, y la verdad es que un primo me dijo que no era seguro para mí y que además que hay apagones de luz y no me iba sentir tan cómoda.”
En Caracas hay una sequía muy fuerte y por eso todos los días esta quemando el Ávila o algún cerro cercano… el olor a humo me mareaba por falta de costumbre.
Al día siguiente me levanté bien temprano y con ganas de ver a mis padres y mis hermanos. Salimos a sacar el pasaporte y en todo el tiempo que lleva la revolución, 17 años, nunca me habían tratado tan bien como lo hicieron en el SAIME – se merecen un aplauso.
Visitar a la familia es una alegría pero al llegar a la casa de ellos fue una calamidad. El tráfico, las motos, ver cómo le robaban la moto a un señor que ni se resistió – solo se dio la media vuelta y salió caminando en la autopista, a escasos metros unos policías que se hicieron de la vista gorda. Yo preocupada y angustiada y mi padre me decía “Cálmate eso es el pan nuestro de cada Día”.
A al estar reunida con mi familia, todos comenzaron a regalarse entre ellos mismos un desodorante, una bolsa de café, arroz (se lo trajo una tía que estuvo en Argentina), jabón de lavar ropa y ellos felices como si todo fuera un súper regalo! Y dentro de mi solo pensaba “hasta dónde hemos llegado”!
Cada vez que llegaba al hotel era una tranquilidad.
Aproveché la oportunidad para ver a mis amigos, los poco que quedan allá. No era fácil iniciar una conversación y ver sus expresiones de descontento y preocupación diciendo no sabemos a dónde irá a parar esto viéndolo desahuciado y sin ganas – eso me daba mucho dolor – así como recordar la finca de unos de mis mejores amigos y después escuchar que después de tener 736 vacas solo le quedan 26 pues todas se están muriendo por falta de agua y comida.
Mi hermano menor llega al hotel asustado y me comenta que no pudo llegar temprano porque no podía salir del colegio. Resulta que una banda con armar largas llegó arremetiendo en los alrededores para robar a todos que se aparecían por el medio. Ellos tuvieron que resguardar hasta que la directora los saco por la parte de atrás de la escuela.
Mientras eso pasaba, la vida en el hotel era una vida de lujo, donde vi muchos enchufados y gente con mucho dinero. Allí no pasaba nada, pero al salir y meterme a los barrios y darme cuenta que la gente está comiendo Arepa con mantequilla porque no tienen más para comer eso fue horrible.
Cuando fui buscar mi pasaporte veo que hay un supermercado y le dije a mami “mama no hay cola, y que tanto la gente se queja de las colas?” Mi madre me dijo “vamos y véalo por tus propios ojos”.
En verdad lloré de angustia y desesperación cuando entro veo que la cola la hacen dentro del supermercado. La fila daba vuelta y vueltas allá dentro y muchas de las personas lo que tenían eran solo dos envases de mayonesa! Por solamente dos envases vi a una señora mayor, como de +75 años haciendo su cola sin tener ninguna prioridad. Al ver esa señora no aguante más y con lagrimas en los ojos hablé en voz alta “Como es posible que esto esté pasando? Es inhumano lo que están haciendo! Que te pasó Venezuela?”, y pronto escucho a mi papá decir “Cállate que te van a llevar presa, tú estás loca!”
Amigos y familiares que están en Venezuela, ya está bueno de tanto sufrimiento ver desangrar a nuestro país por algunos que solo se han robado el dinero y siguen robando.
Solo puedo decir que llegó la hora de regresar. Después de encontrar ese desastre – un país sin ley donde reina la anarquía, la miseria, él hambre y la inseguridad – lo que queda es tomar foto oficial de la partida: El piso del aeropuerto. Ese piso es una obra de arte espectacular, creado por el artista plástico cinético Cruz D. Pero mientras estaba ahí, parada en ese piso, lo que sentí fue dolor y decepción. Vi a padres despedir a sus hijos buscado un destino mejor, lejos de su tierra, lejos de su familia y seguro preguntándose si algún día lo volverán a ver.
Al regresar a mi casa, a una tierra que me acogió, me doy cuenta que va a ser por un largo periodo donde mis hijas no tendrán la oportunidad de ver a sus primos, tíos y conocer a toda su familia.
Si te ha gustado el artículo, por favor compártelo, ayuda a que más personas lo puedan leer.
Publicado en InmigrantesEnMadrid