Los viajes clandestinos hacia Aruba pueden costar hasta 600 dólares por pasajero, saliendo desde la Península de Paraguaná, en el estado Falcón, aunque se trata de viajes riesgosos sin ningún tipo de garantía y prueba de ello son los 66 venezolanos que se encuentran detenidos en la isla a la espera de su deportación.
Crónicas del Caribe
Dos embarcaciones sin nombre ni matrícula fueron interceptadas por la Guardia Costera del Caribe, la primera fue el 27 de septiembre donde viajaban 28 hombres y la segunda fue el 2 de octubre con 38 personas a bordo.
Una tercera embarcación fue interceptada cuando se dirigía a Curazao con 19 personas agudas de las cuales siete eran mujeres, siete hombres y cinco niños.
Las investigaciones han determinado que las personas que viajan solos de manera clandestina pagan 600 dólares y quiénes consiguen viajar con otro pasajero pagan 500 dólares.
Quienes toman la decisión de viajar consiguen el dinero vendiendo sus bienes como sus motocicletas o carros, algunos reciben ayudas de sus familiares que ya viven en Aruba.
El viaje se planifica cerca de cuatro semanas antes pero los organizadores acostumbran a cambiar la fecha en varias oportunidades para que no se filtre la información y evitar la detención en Venezuela.
“Muchas veces nos dicen que vamos a salir y uno se lleva el celular, los papeles que tenga y ya. La mayoría viaja sin maleta porque al lanzarte al mar, hay que estar con lo menos posible porque es un oleaje fuerte. Yo pagué 500 dólares porque conseguí un pasajero. Vendí la moto y mi hermana que tiene años en la isla me ayudó. En Venezuela estamos pasando muchas necesidades, tengo tres hijos y necesito salir adelante. En el pueblo no hay ni agua, estamos hasta 20 horas sin luz, por más que uno lo intenta no sale adelante”, manifestó un falconiano de 31 años, que espera salir hacia Aruba en los próximos días.
Al ser consultado sobre los miedos que siente al viajar de manera clandestina, respondió: “Más miedo me da que mis hijos se mueran de hambre. Tengo que sacarlos del pueblo porque ni la escuela sirve, hay pocos maestros y el año escolar parece no comenzar. Con mucho sacrificio hicimos nuestra casita, pero definitivamente en el pueblo no hay vida. Ya uno no haya que inventar para vivir el día a día. La mayoría de las veces no alcanza ni para comer, nos estamos muriendo de hambre y hay que buscar salir a buscar otro camino”.
Redacción Maduradas con información de Crónicas del Caribe.
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