El barrio La Parada en Cúcuta, Colombia, dejó de ser el hogar de 2.500 personas para albergar a casi 38.000 habitantes que cada día se encuentran en medio de la inseguridad y el caos de las calles, así como de los servicios públicos.
Durante las mañanas un grupo de venezolanos lavan la ropa en un canal que recibe agua del río Táchira, mientras otros se ocultan de la policía nacional entre los árboles para lograr bañarse sin ser descubiertos, pues está prohibido.
“¡Doña, saque el niño de esa agua, no se puede bañar allí! Le lanza la advertencia el policía a la mujer que le tiene metido los pies en el caño al bebé, de apenas tres meses, y que no deja de llorar. Al mayor, de unos 4 años, ya lo terminó de asear con el agua helada del riachuelo”, cita La Opinión.
No muy lejos de ahí, otro grupo de migrantes venezolanos se protege del sol improvisando techos de sábanas. A unos 50 metros hacia delante, se encuentra una cancha de fútbol con una cola de más de 400 personas que tratan de acceder al comedor de la Divina Providencia de la Iglesia católica, lugar por el que pasan diariamente más de 4.000 inmigrantes para recibir un plato de comida en la mañana y al mediodía.
Justo detrás del comedor, se encuentra una multitud de vendedores ambulantes que se apoderaron de las aceras y calles para exhibir sus mercancías como mejor les parezca, sin tomar en cuenta medidas de salubridad.
“Según los números que maneja la Alcaldía de Villa del Rosario, unos 3.000 comerciantes informales convergen en el sector: el 80% por ciento son venezolanos, y los restantes, colombianos. En dos oportunidades, este año, la Secretaría de Gobierno con la Policía Nacional hizo desalojos, pero más tardaron en sacarlos que volvieran a ocupar los mismos espacios públicos del barrio”, reseña el medio colombiano.
Redacción Maduradas con información de La Opinión.
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