Venezolanos residentes en México han construido una red perfectamente estructurada entre ambos países que hace acopio de medicinas para enviar a fundaciones en Venezuela, a cuyo Gobierno piden que declare al país en emergencia humanitaria, reseña Efe.
La organización se conecta con otras fundaciones radicadas en Venezuela, estableciendo así lazos que permiten perpetuar la comunicación y dar seguimiento a los envíos.
“Estamos totalmente en contacto con los organizadores y los trabajadores de las fundaciones”, cuenta a Efe la doctora Omarli Brizeño, quien admite que la clandestinidad de sus acciones es irremediable debido al Gobierno del presidente venezolano, Nicolás Maduro.
El Gobierno “no ha declarado emergencia humanitaria” y, al no hacerlo, no puede recibir ayuda humanitaria, y el país la necesita, señala.
La organización opera desde una parroquia del barrio de San Fernando, en el sur de Ciudad de México. A unos pasos de la capilla, disponen de una sala austera, de desnudas paredes ocre y azulejos granates atestados por maletas.
Mujeres y hombres reciben y clasifican con precisión cirujana las medicinas, para después enviarlas a Venezuela con viajeros anónimos.
Para un mejor control, disponen de sillas identificadas que rodean la paredes y que sirven para clasificar los medicamentos por orden alfabético.
Las donaciones provienen de diferentes ciudades mexicanas, como Monterrey, Querétaro o Pachuca, y llegan a los diferentes aeropuertos de Venezuela.
Cada kilo cuenta, así que recortan con tijeras los envoltorios de las pastillas, tratando de doblar la capacidad de las cajas. Después, todo se cubre de celofán y se introduce en las maletas, ya listas para el envío.
La conexión entre fundaciones consigue que se lleve un presto control de lo que se necesita y lo que se recibe.
Los esfuerzos del Gobierno venezolano por convertir en invisible la situación hacen que, al llegar a las aduanas, se desate el caos.
Marilé Guevara, otra de las organizadoras, dice a Efe que cualquier envío “puede ser retenido por la guardia”, ya que puede ayudar a la oposición.
Sus acciones, en cambio, pretenden trascender la división política del país. “Nuestra intención es ayudar a todos los que necesitan medicinas”, sostiene.
Brizeño proviene de un pueblo pequeño en el que reside su familia, a la que todavía no ha podido hacer llegar ninguna medicina.
La doctora antepone así el bien colectivo a sus necesidades personales.
Las autoridades venezolanas han incautado en diversas ocasiones no solo las medicinas, sino también los pasaportes de los viajeros.
“Me detuvieron, me están pidiendo dinero, me requisaron el pasaporte”, son algunos de los imprevistos que enumera Guevara.
En esos momentos, la red se pone en funcionamiento, interviniendo personas de las fundaciones del país para tratar de desactivar la situación.
“Normalmente, cuando llegan los viajeros al aeropuerto en Venezuela, tenemos gente de las otras fundaciones esperándoles y tenemos el contacto de qué está pasando”, explica Guevara.
Una vez sorteada la aduana, comienza la distribución de los medicamentos por los diferentes estados del país.
“Al llegar a la fundación, las personas con su receta y su informe médico pueden buscar los medicamentos que necesitan”, relata Brizeño.
Según la Federación Farmacéutica de Venezuela (Fefarven), la escasez de medicamentos en el país caribeño se sitúa en el 85 %.
La precariedad de medios de las que dispone la red contrasta con una organización humana ejemplar que ilustra la capacidad de un pueblo de organizarse democráticamente para hacer frente a una crisis que se agrava con el paso de los días.
Venezuela es escenario desde hace 74 días de una ola de protestas que ha degenerado en hechos violentos en los que ha habido 67 muertos, más de un millar de heridos y más de 3.132 detenidos, de los cuales 1.350 siguen privados de la libertad.
Fuente: EFE.